Gente Inteligente

Inteligencia emocional contra la saturación digital

Una joven desconecta en el sofá de su casa.

Una joven desconecta en el sofá de su casa. / M. G.

La sobrecarga sensorial es una realidad. Muy poca gente ya se ve libre de ella. Y no es buena. Provoca abotargamiento emocional y agotamiento mental. Nuestro día a día está inundado estímulos visuales y auditivos. Y ya procedan de nuestros muchos dispositivos o de la incesante vida urbana, todo ese impacto sensorial nos puede llevar a vivir en un estado de alerta continuo que, como mínimo, nos termina agotando. Tomar medidas de protección, desde nuestra inteligencia emocional, es la mejor forma de evitar males mayores.

Piensa en cuántas alarmas, sonidos de aviso, zumbidos, melodías, señales luminosas, mensajes de voz o vídeos recibes o consumes en tu día a día. Yo, que soy de reloj inteligente -que ahora hasta el lavavajillas lo tengo conectado a la red-, recibo muchas, muchísimas alertas. Todo el día. Este exceso de información sensorial desborda nuestra capacidad de procesamiento, afecta a nuestra vida emocional y cognitiva, generando estrés y, si no le ponemos freno, ansiedad. En este contexto, la inteligencia emocional se nos revela como una herramienta vital para gestionar y mitigar estos efectos.

Así que, lo que hoy te propongo, son medidas prácticas para cuidar de nuestro equilibrio emocional haciéndonos conscientes de esa sobreestimulación sensorial a la que nos somete nuestro mundo cada vez más hiperconectado.

Contra la saturación sensorial, límites y creatividad

Desconecta. Ya lo sé, esto ya lo te lo he dicho, pero lo repito, por si ahora lo ves más importante: márcate periodos específicos del día para desconectar de los dispositivos electrónicos. No pongas los ojos en blanco, tampoco es para tanto. Aprovecha las comidas o las horas antes de irte a dormir para poner tus teléfono y otros dispositivos que te facilitan la vida en ‘modo descanso’, y evita así que te entren notificaciones o que nadie que no sea de tu círculo íntimo pueda escribirte o, incluso, llamarte. Es más fácil de lo que parece programarlo en tus dispositivos.

Crea tu refugio físico. Monta en casa un refugio sensorial. Puede ser una habitación o parte de ella. Diseña en ese rincón para ti un espacio sensorial personalizado a tu gusto. Esto puede incluir luces tenues, colores suaves, cojines de texturas agradables, plantas si te gustan, libros, juegos de habilidad tradicionales, música o sonidos relajantes… Todo lo que te ayude a calmar y resetear tus sentidos.

Respira y muévete. Ese refugio que has diseñado en tu cabeza puede ser el sitio ideal para empezar a practicar momentos de mindfulness o técnicas de respiración o relajación muscular. Tal vez alguna tabla de yoga o de pilates suave. Dedica algún tiempo cada día a alguna de estas prácticas saludables que te proporcionarán un respiro del entorno digital y te ayudarán a recalibrar tus sentidos.

Cultiva tu creatividad. Encuentra alguna actividad que desafíe tu creatividad sin necesidad de aparatos digitales. Entrena esa competencia tuya tan humana retándote en algún proyecto de escritura creativa u otras actividades artísticas en las que puedas volcar y procesar tus experiencias sensoriales. Pinta, esculpe, dibuja, construye…

Hay muchas más estrategias para rebajar la saturación de tus sentidos, claro que sí: actividades al aire libre - mejor si es en compañía y sin querer grabarlo todo-, o grupos de meditación guiada en viajes sensoriales, o un diario emocional escrito en un cuaderno de los de ‘toda la vida’… Todas impactarán sin duda en tu capacidad para identificar y procesar tus emociones, y también en tu capacidad para gestionar el estrés y mantener un estado de bienestar emocional positivo menos vulnerable a las circunstancias de esta sociedad tan digital. Apágate a ratos para encenderte en todo tu potencial.

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