Huelva

La influencia de la inteligencia emocional en el destino

  • Cuando somos capaces de mirar todo lo que sucede con ánimo de aprovecharlo para conseguir lo que queremos, sea positivo o negativo, influimos de forma determinante en nuestras vidas

La influencia de la inteligencia emocional en el destino

No, no voy a reforzar esa idea, algo incómoda ya, de que todo lo que le pasa en la vida depende de usted. No quiero aumentar la pesada responsabilidad individual con frases como que cada cual se labra su propio destino. Tampoco quiero escribir sobre los efectos pseudomágicos del pensamiento positivo o la resiliencia, aunque sean dos poderosos motores de nuestra actitud. Lo que me gustaría hoy es que reflexionemos usted y yo, así en la intimidad de la lectura, cómo puede influir la inteligencia emocional en su destino.

Se ha escrito tanto sobre cómo ser feliz, cómo atraer la suerte o cómo conseguir que suceda lo que queremos, que ya me he encontrado muchas personas que rechazan estas ideas porque sienten el peso de su propia responsabilidad en la ingente tarea de vivir. Es especialmente habitual en quienes, por las razones que sean, andan librando batallas internas de las que no ven salida. Y claro, en los tiempos que corren decirle a alguien que lo pasa mal que es culpa suya, no cuela. O que ella misma o él mismo es quien tiene la llave para salir, mucho menos.

Tres factores para entendernos

Está claro que la vida es un devenir de acontecimientos que no siempre controlamos. Nos pasan cosas todo el rato, algunas positivas y otras muchas negativas, que nos generan las experiencias con las que vamos aprendiendo. Van dando forma a la realidad de cada persona. Pero incluso si dos personas vivieran exactamente los mismos acontecimientos, no percibirían exactamente la misma realidad. Como diría el filósofo Albert Korzybski, ‘el mapa no es el territorio’.

Cada persona construye su mapa particular, su realidad, en función de factores muy personales como son el sistema de creencias en el que ha sido educada y los aprendizajes cosechados con sus experiencias. Eso da lugar a una genuina e individual red de carreteras, caminos y autopistas por donde circulan las conductas. Así, nuestras creencias sobre la vida, la familia, el trabajo, la amistad, el amor, la libertad, la sexualidad, el disfrute, el espacio público, la felicidad– y así un sinfín de conceptos-, son el particular GPS que nos guía a la hora de actuar en cada situación.

Gente Inteligente. Gente Inteligente.

Gente Inteligente. / H. I.

Más allá de nuestras creencias, está el estado de ánimo en el que nos pilla un acontecimiento concreto. Ese estado emocional en el que nos atropella lo que nos pasa también influye mucho en cómo reaccionamos. Y, otra vez, nada tiene que ver la reacción ante un mismo hecho, por ejemplo, que el perro nos destroce el sofá, de una persona que le acaba de tocar la lotería, a la de una persona que acaba de perder su trabajo. ¿Se lo imagina? La reacción con el perro sería muy diferente incluso si tuvieran el mismo sistema de creencias. De hecho, sería distinta incluso si fuera la misma persona en esas dos situaciones.

Pues aún hay más. Debe usted saber que su cerebro le omite información. Dicho así, no resulta muy científico, pero es cierto. El cerebro nos filtra la información que es capaz de percibir, con buena intención, eso sí. Lo hace para que no caigamos en la locura y para que prestemos nuestra atención consciente a eso que nos interesa según son nuestros pensamientos, nuestra forma de ser, nuestros momentos vitales, y, sobre todo, nuestras expectativas. Así, si estamos esperando un bebé, ahí está nuestro cerebro destacando a todas las embarazadas que nos cruzamos y todos los anuncios de temas infantiles. O si estamos pensando en tener una mal día, ahí está nuestro servicial filtrador seleccionando con cuidado todos los hechos negativos que pueden darnos la razón. El problema es el que está ya usted pensando, que así se pierde muchas cosas.

¿Y ahora, qué?

Una vez comprendido, o mejor, una vez que tiene algunos parámetros para comprenderse usted un poco mejor, además de algo de alivio, posiblemente sienta cierto poder para influir, no en lo que le pasa, pero sí en cómo se toma y aprovecha lo que le pasa. Me gusta mucho una frase de esas que nos mandamos en las redes, donde desgraciadamente pierden la autoría, que dice: las cosas no te pasan a ti, pasan para ti’ Dele una vuelta a su significado. También me encanta el enfoque budista del destino, ese que parte de la certeza de que todo pasa por algo, por muy lejano en el tiempo que pueda estar la razón por la que pasa.

Y así volvemos al principio de este artículo: la vida es un devenir de acontecimientos que no controlamos. Y crea usted o no en el destino, siempre puede influir en cómo se los toma. Tan sólo debe ejercitar su inteligencia emocional, es decir, su capacidad para entenderse, aceptarse, comprender el mensaje que le da eso que siente y usar tan valiosa información para acercarse a lo que quiere conseguir. ¿Le asegura esto conseguirlo? Puede que no, pero desde luego le da muchísimas más posibilidades y le permite disfrutar mucho mejor del camino.

Gente Inteligente. Gente Inteligente.

Gente Inteligente. / H. I.

En ese camino de crecimiento en inteligencia emocional, tendrá la oportunidad de revisar su sistema de creencias y reajustar el mapa de carreteras por el que le guía su particular GPS. Por si necesita o decide, en algún momento, tomar otra ruta distinta a la que le ofrece.

También será más consciente de todo lo que su cerebro le filtra, haciéndose más hábil para no ver sólo lo que espera ver, y sorprenderse. Que aquí es donde el pensamiento positivo obra maravillas. Y, sobre todo, tendrá más capacidad para influir en el factor determinante de su reacción más inmediata: su estado de ánimo. Ese que no deberíamos nunca dejar que nadie ni nada decida por nosotros o por nosotras.

Y si después de todo esto sigue pensando que usted no puede o no se siente capaz de hacerlo, recuerde que siempre tiene una alternativa: dejarse ayudar. No deje que se le escape la vida lamentándose sólo por no levantar la mano y pedir ayuda.

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