Gente Inteligente

Cómo hablar para que nos escuchen y nos entiendan

Seguro que no es la primera vez que lee esto: escuchar no es oír. Esta obviedad se nos olvida muy a menudo, tanto cuando hablamos como cuando somos receptores de la comunicación de otra persona. Entender y apreciar la diferencia es el primer paso importante para conseguir que le escuchen a usted. Así que, antes de compartir las claves prácticas para ganarse la escucha cuando habla, pregúntese: ¿usted sabe escuchar?

Oír es una función biológica. Y la evolución natural no nos ha puesto párpados en las orejas, por tanto, salvo que tenga usted algún problema funcional, no puede dejar de oír. Pero escuchar es otra historia. Escuchar es hacer el esfuerzo de comprender lo que oímos. Y si la comunicación se da en una conversación, el esfuerzo de la escucha debe compartirse como en un baile, el baile de la comunicación. Y para eso es importante no pretender tener siempre la razón, para no arrastrar a nuestra pareja en la pista, por ejemplo.

Niveles de escucha

El nivel más bajo de la escucha es ignorar lo que oímos. No hay escucha y tampoco hay comunicación.

Le sigue el nivel en el que estamos cuando pretendemos hacer ver que escuchamos, pero en realidad estamos haciendo más cosas: escribir en el ordenador, leer un mensaje, consultar las redes sociales… No es escucha de calidad.

Después está la escucha selectiva. A veces escucha y a veces oye. Es decir, que puede estar usted escuchando a alguien, pero de pronto una palabra de otra conversación o cualquier otra cosa le llama la atención, y ¡pum!, reorienta su parabólica. Ya no está escuchando a esa persona. A veces son sus pensamientos, quizás porque empieza a formular la respuesta que quiere ‘calzarle’ en cuanto pueda. Tampoco aquí está usted escuchando.

En el cuarto nivel tenemos ya la escucha activa. Es cuando usted se concentra en procurar entender lo que le están comunicando. Sin interrumpir, sin querer responder antes de tiempo, sin hacer conclusiones demasiado rápidas, sin juzgar… Este es ya un buen nivel de escucha para una comunicación inteligente.

Cómo hablar para que nos escuchen y nos entiendan.

Pues aún hay un nivel más. La escucha empática. En ese nivel nos centramos no sólo en las palabras, sino también en todo el lenguaje no verbal de las personas, en su mundo emocional, para entender más allá de lo que nos dice. Y este es el mejor nivel, no sólo para comunicar de forma eficaz, también para hacerse escuchar.

Y ahora sí, entendido que la escucha es parte de su comunicación inteligente, y que su propia escucha es fundamental para que le escuchen las demás personas, aquí le comparto algunas estrategias prácticas para entrenarse y lograr ser el centro de atención.

Qué hacer para que le escuchen

Hable desde la tripa. No tenga reparo o vergüenza en mostrar sus propias emociones. Conecte con su yo interior y con el fin último de su comunicación, ¿para qué está comunicándose?, ¿para conseguir convencer, vender, ayudar, formar, inspirar? Tenga claro su objetivo y céntrese en él. Cuente lo que quiere comunicar y ejemplifique con experiencias personales, comprométase con su comunicación. Y que sean casos verídicos, que eso se nota mucho. Son valiosísimos para lograr una conexión real con la audiencia.

Observe y cuide su lenguaje corporal. La mayor parte de su mensaje lo está usted emitiendo con sus gestos. Sea coherente y todo irá bien. Nada como creer en lo que dice para que su lenguaje no verbal le acompañe y atraiga la atención de quienes le escuchan. No intente, por ejemplo, mostrar que domina un tema si no es así, o negar sus nervios si son evidentes, o sentar cátedra de cosas en las que no tiene certezas. Se le va a notar y perderá credibilidad y confianza. Dejarán de escucharle, y además se esfumará la confianza, fundamental en la comunicación inteligente.

Ponga atención a la prosodia de su voz. Si sus gestos son importantes, su entonación, su volumen, su ritmo, su timbre, sus silencios, lo son casi más. Un tono demasiado neutro o demasiado estridente desconecta la escucha. Dele variedad y ‘vidilla’ a su forma de hablar. Module su velocidad y su volumen, y utilice pausas en los temas más importantes. Deje que quienes le escuchan puedan pensar, e incluso preguntar. No hay prueba más evidente de que le escuchan que una pregunta.

Escuche usted. Cuando una persona se siente escuchada, está más abierta a escuchar. No haga monólogos infinitos. Procure crear ese baile que le contaba antes que se da entre dos personas cuando logran sintonizar sus respectivas comunicaciones. Puede usted pedir ejemplos o puede hacer preguntas para confirmar la comprensión de esa o esas personas con las que se comunica. Y escuche con atención lo que le dicen, claro, sin interrumpir, sin querer llevar la razón, sin juzgar. Comenzará el baile.

Use más de un canal. Si puede, no se quede sólo en el canal auditivo. Además de su voz, tiene sus manos para dibujar, escribir o usar objetos que le apoyen para usar el canal visual. O pídale a la persona que haga algo, para darse cuenta de lo que le dice. Ese es el canal kinestésico. Cuantos más canales emplee, más ‘ancho de banda’ para la escucha.

Use un lenguaje emocionalmente inteligente. Es el lenguaje desde la empatía, desde el respeto, que es otra forma de decir lo que siempre se recuerda en este punto: adáptese al perfil de la persona o personas con las que se comunica. Recuerde que lo más importante no es lo que usted dice, sino lo que la otra persona entiende, porque si no le entiende, va a dejar de escucharle con mucha probabilidad.

Si logra hacerse escuchar y domina eso de escuchar a las demás personas, tendrá ya un gran poder para transformar su entorno.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios