Gente Inteligente

El arte de comunicarse con inteligencia emocional

Una joven se comunica a través de su teléfono móvil.

Una joven se comunica a través de su teléfono móvil. / H. I.

Educar, enamorar, seducir, liderar, vender, consolar, convencer, explicar, guiar… Las principales tareas de nuestras vidas fluyen por la comunicación que tenemos con las demás personas, pero depende mucho de la que tenemos con nosotros y nosotras mismas. Y, además, ya sea de forma verbal o no verbal, por acción o por omisión, con intención o sin ella, estamos toda la vida, todo el tiempo, comunicando. Es imposible no comunicar. ¿Es usted consciente de todos los mensajes que emite? ¿Son los que usted quiere?

Abrimos nueva etapa en esta tribuna para hablar periódicamente de inteligencia emocional - eso como siempre-, pero esta vez aplicada a la forma más básica de comunicación: la que tiene usted consigo mismo o consigo misma, y la que tiene con las personas que le rodean. El objetivo será compartir claves y herramientas muy prácticas que le permitan, si quiere, entrenar la comunicación inteligente, que es la que dominan quienes tienen muy presente su propia inteligencia emocional.

Porque la inteligencia emocional y la comunicación son como las dos caras de la misma moneda poderosa que nos permite vivir mejor y conseguir lo que queremos. Y no es ningún truco de magia. ¿Acaso no es con su comunicación con lo que se relaciona usted todos los días? ¿No es su comunicación la que le permite alcanzar o no sus metas? ¿No está su comunicación en cada tarea que emprende o en cada pensamiento que formula? Ahora viene la verdadera pregunta: ¿es inteligente su comunicación?

Un prisma de infinitas caras

La inteligencia emocional aplicada a la comunicación es como un prisma de innumerables caras. Por eso, hablar de comunicación inteligente aquí, será hablar de liderazgo transformador, de autoestima, de asertividad, de la capacidad de elegir la actitud que nos conviene, de la habilidad para ganarse la confianza de las demás personas, de cómo fortalecer nuestra autoridad, de cómo entender y hacernos entender mejor, de cómo delegar, de qué hacer y qué no hacer para hacerse oír, de cómo transmitir de forma afectiva y efectiva, de cómo manejar su diálogo interno y sus pensamientos, de cómo discutir, de cómo pedir perdón, de cómo dar una mala noticia, de cómo decir lo que no quieren oír, de cómo llegar a acuerdos efectivos, de cómo protegerse de las mentiras… ¡Nos queda mucha comunicación!

Y en este estreno, me gustaría compartir los primeros pasos para empezar a desarrollar su comunicación inteligente. Lo más básico para empezar. Tiempo habrá de hacer zoom en todas las interesantes competencias descritas arriba, y muchas más. ¿Se une usted a esta marea de gente inteligente que domina su comunicación para transformar su entorno y el mundo?

Tres pasos para empezar a desarrollar la comunicación inteligente

Conozca bien su propia comunicación. Igual que ocurre con la inteligencia emocional, la comunicación inteligente empieza en el autoconocimiento. Empiece por tomar conciencia de cómo se comunica habitualmente. Para lograrlo, debe dedicarle tiempo a observarse, y a tomar datos de la forma más objetiva posible.

Por ejemplo, durante un par de semanas como mínimo, apunte cada noche, en algún sitio que pueda consultar después, al menos un par de interacciones de comunicación con otras personas que no resultaron todo lo bien que le hubiera gustado ese día. No tienen por qué ser situaciones muy desagradables, ni tampoco situaciones en las que usted perdió los estribos o en las que percibe que no ganó. Simplemente apunte aquellas que se le vengan a la cabeza. Y de cada interacción, tome nota de lo siguiente: ¿qué dijo? (si puede, recuerde las palabras exactas y cómo las dijo), ¿qué pensó? (anote cuál era su pensamiento o sus expectativas, más o menos), y ¿qué hizo? (resuma cuál fue su conducta). Al final, de cada una, indique si para usted el resultado de esa interacción fue positivo o negativo.

Le pongo un ejemplo propio. Esta mañana, con mi hijo. Le dije con muy malas formas: ¡estoy harta de llamarte para que te levantes y saques a la perra! Pensaba que estoy fallando como madre, que soy demasiado laxa y que ‘siempre’ hace lo que quiere. Lo que hice fue enfadarme con él y sacar yo a la perra. El resultado: negativo, por muchas razones.

Ahora usted. Apunte al menos dos cada día, durante dos semanas. Eso son al menos catorce situaciones que arrojarán mucha luz sobre cómo se comunica, lo que le permitirá empezar a reconocer patrones y hacer conclusiones.

Identifique personas que lo hacen genial. Mire en su entorno e identifique personas que, en su opinión, se comunican muy bien. Pueden ser cercanas o que no conozca personalmente. Si se acuerda de esa persona cuando piensa en buena comunicación, algo tendrá digno de ser modelado, que no copiado. ¿Qué admira de su comunicación?

Tener referentes o modelos , le facilitará su propia mejora, y marcará un inicio en su camino hacia el éxito.

Defínase una meta. Empiece por una, y que sea concreta. No quiera mejorarlo todo o proponerse muchos objetivos a la vez. Puede ser gritar menos, hablar más despacio, pensar más antes de aportar, esperar más tiempo para contestar, hacer menos suposiciones, tener más confianza, más poder de persuasión… Seguro que de todo lo que ha apuntado en las dos semanas de observación, algo empieza a tener claro.

Ahora ya solo le queda empezar a hacer eso que se ha propuesto. Con paciencia. Y con infinito cariño por su propia persona. Permitiéndose fallar, pero con la certeza de que quiere mejorar su comunicación. Porque recuerde: es imposible no comunicar, así que ser consciente de cómo se comunica le va a dar muchísimo poder, y más bienestar emocional. ¡A por ello!

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