Gente Inteligente

Cuatro conductas con las que se pierde autoridad

  • Ganarse la confianza de las personas es un reto que requiere ser capaz de darles seguridad, una habilidad inteligente en la que funciona mejor la autoridad que el poder

Cuatro conductas con las que se pierde autoridad

Diferenciar la autoridad del poder es una habilidad muy inteligente, y cultivar la autoridad es más fácil con inteligencia emocional. Las personas emocionalmente inteligentes son más hábiles para mantener su equilibrio emocional y su autoconfianza, también para percibir las emociones y necesidades de quienes las rodean, algo fundamental para darles la seguridad necesaria y recibir de vuelta su confianza. Así es como consigue usted ganarse la autoridad para liderar, ya sea en su entorno personal o en el profesional. Si no consigue esa autoridad, siempre le quedará el poder, si es que lo tiene, claro.

Resulta que es relativamente más fácil mandar con poder. Se hace lo que dice quien manda y punto. No hay mucho que discutir ante una orden directa de alguien que tiene más rango moral o profesional que usted. Pero el poder no es tan eficaz como la autoridad.

Es verdad que, mandando con poder, las personas puede que hagan lo que usted dice, pero sus conductas no van a ser tan consistentes, ni tan confiables, ya que posiblemente no quieran hacerlo. Sólo lo hacen porque usted quiere. Sin embargo, liderar con autoridad es conseguir de alguna manera que las demás personas sí quieran también hacer lo que usted quiere. Las diferencias en la calidad de las acciones y en el compromiso personal de quienes las ponen en marcha son notables.

No digo que no sea útil, en ocasiones, liderar con poder. Las dos formas pueden ser necesarias, pero es importante saber diferenciarlas. Aunque incluso cuando decida ejercer el poder, la autoridad -si ha conseguido ganársela- le hará más fácil la tarea.

La metáfora de la silla y el culo

Como hemos distinguido hasta ahora, no es lo mismo liderar desde la autoridad que hacerlo desde el poder. Usted ejerce el poder desde su silla, que viene a representar el puesto que ocupa en la relación con esas personas en las que quiere influir. Pero lidera desde su culo, que lo que representa es su habilidad personal para conseguir esa influencia.

Fíjese en que el poder es algo que puede venirnos dado: el rango de su puesto profesional o la altura en el organigrama; el rango moral en una relación; el rango social… Sin embargo, la autoridad es algo que nos ganamos o no, y que nos dan o nos niegan las personas a las que pretendemos liderar.

Pues como la autoridad tiene más resistencia y es más eficaz que el poder, el culo siempre le gana a la silla, y por eso hay culos que mandan incluso sin silla. Es una cuestión de conductas.

La autoridad no debe confundirse con el liderazgo. La autoridad no debe confundirse con el liderazgo.

La autoridad no debe confundirse con el liderazgo.

Qué no hacer si quiere ganar autoridad

Una forma de entrenarse en las conductas que sí generan confianza y sí le hacen ganarse la valiosa autoridad -tenga usted poder de mando o no-, es identificar qué no hacer, y evitarlo.

1. Decir una cosa y hacer otra. La incoherencia resta mucha autoridad a la hora de mandar. Es especialmente fácil hablar de compartir, de dialogar, de aceptar las diferencias, de tener apertura a las nuevas ideas, de tomarse tiempo para dar calidad a las tareas, para cuidarse… Y en cuanto nos aprieta el zapato, caer en actitudes intolerantes o demasiado exigentes, con nosotras o nosotros y con las demás personas. No hay nada que dé más seguridad que la integridad, o, como mínimo, la coherencia, porque nos hace personas previsibles: hacemos lo que decimos.

2. Centrarse sólo en lo malo o sólo en lo bueno. Pocas cosas motivan más a una persona que sentirse identificada en lo que le dicen, sobre todo si se lo dice una persona a la que le reconoce la autoridad. Pero pocas cosas la motivan menos que sentirse injustamente valorada, evaluada por detalles insignificantes, o ignorada. Las palmadas en la espalda vacías de contenido, las broncas generalizadas o las centradas en pequeños errores, suelen evidenciar sólo incapacidad para liderar o el poco tiempo que quien quiere liderar le dedica a esta tarea.

3. Mirar siempre hacia arriba. Es típico de quienes están más pendientes de lo que se les exige desde jerarquías superiores que de las particularidades o necesidades de esas personas a quienes pretenden liderar. Así les cuesta asumir o reconocer errores propios, y es fácil que tomen decisiones sin tener en cuenta a las personas, como cancelar citas en el último momento, poner plazos imposibles u olvidar recurrentemente cumplir sus propios compromisos con ellas. También se caracterizan por evadir el peso de la responsabilidad con frases del tipo: como se enteren caemos a la vez o esto no lo digo yo, me lo han dicho a mí

4. Criticar o hablar mal de una persona a otras, esté o no presente esa persona. No hay mucho más que comentar en esta conducta y sus consecuencias para la autoridad, ¿verdad?

Desarrollar nuestra inteligencia emocional es siempre una buena opción para vivir mejor y para ser mucho más eficientes en nuestras relaciones con las demás personas. Liderar desde la autoridad es liderar desde la inteligencia emocional, y eso es algo capaz de cambiar el mundo, ya sea desde nuestro rol personal o desde nuestro rol profesional. Y, otra vez, es una cuestión de conductas.

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