Testimonio de Maxim, un onubense en Ucrania: "Mi vida anterior ha quedado atrás"
Maxim coordina los viajes a la frontera con Polonia para recoger todo el material donado
Maxim: "Aquí los días parecen años"
Maxim: "Sin un arma estoy inseguro"

Huelva/Maxim Yuschuk no encuentra apenas ratos libres al cabo del día. El único tiempo del que dispone para sí mismo lo dedica a su perro, al que acaricia y mima en sus fugaces descansos. De hecho, tal y como reconoce a este diario, "hay días en los que me olvido de abrazarlo" al no poder permitirse ni una breve pausa.
El joven onubense enfrenta en Ucrania, su país natal, el día 16 de invasión rusa. Su labor en Rivne (municipio de 30.000 habitantes a 400 kilómetros de Kiev) toma un nuevo rumbo. Si antes se dedicaba a realizar viajes a la frontera con Polonia para evacuar a madres y niños, ahora ha asumido la tarea de coordinar la recepción de toda la ayuda humanitaria que recibe Ucrania desde España. "Todos quieren ayudar, pero nos falta un orden para hacerlo en óptimas condiciones", explica. Para ello, pasa muchas horas del día al teléfono al objeto de organizar a los voluntarios que acuden con sus vehículos a la frontera para recoger todo el material donado, sobre todo, medicinas, el bien más preciado en estos momentos por sus compatriotas.
Pese a ello, Maxim quiere dar un paso más. "No quiero depender de otros, sino de mí mismo", expresa a este diario. Por tanto, ha iniciado una campaña de recaudación para conseguir el dinero suficiente para hacerse con una furgoneta o un vehículo amplio "que nos permita realizar traslados con una alta carga de productos básicos". A través de la misma, Maxim ha recaudado ya 2.000 euros, aunque subraya que "si al final de la semana no conseguimos dinero suficiente, lo invertiremos en productos de primera necesidad para el pueblo".
Maxim agradece "profundamente" las muestras de cariño de todos los onubenses que están colaborando con él y anima a hacerlo a todos aquellos que deseen aportar "un granito de arena". Para ello, pueden comunicarse con Cristóbal Puig (626 42 23 63), amigo de la infancia de Maxim, cuya tarea es la de movilizar el dinero para la adquisición de un vehículo.
Además de las citadas tareas de coordinación, este joven onubense también colabora con el restaurante de un amigo suyo de Rivne, el cual se ha cerrado al público para convertirse en un punto de comida para ucranianos que huyen de las zonas más devastadas. "Nuestro pueblo es el pulmón de Ucrania, pues nos encontramos en una zona alejada de la zona más conflictiva", señala Maxim.
La seguridad de ubicarse en un punto aparentemente pacífico contrasta con el estridente sonido de las alarmas, que esconden la voz de Maxim al teléfono. La causa de que las sirenas retumben en Rivne obedece a que es un municipio cercano a la frontera con Bielorrusia, "cuyo Ejército podría entrar cuando menos lo esperemos para bombardear", afirma el joven en base a la información que le llega desde los canales de Telegram.
La vida en Rivne no es muy diferente a la de los primeros días de invasión rusa. Tal y como ya explicó Maxim a este diario, "nada es normal". Los comercios y las gasolineras son los únicos establecimientos que permanecen abiertos y persiste la medida de racionalizar la gasolina (20 litros como máximo por cliente). De la localidad emana un "profundo sentimiento de comunión entre vecinos", dado que "todos quieren ayudar", destaca Maxim, quien añade que el conflicto bélico "les ha unido tanto que los ucranianos van a tener un carácter más parecido al europeo, serán más abiertos y cercanos".
Más de 15 días bajo los efectos de la guerra causan estragos a cualquiera. No tanto a Maxim, quien se define como "muy cuerdo", al tiempo que afirma que "no creo que pueda llegar a tener depresión u otro trastorno mental porque tengo muy claro que estoy luchando por lo que quiero". No obstante, reconoce que "no han sido pocas" las veces en las que ha depositado sus lágrimas "en una esquinita", sobre todo, "cuando recuerdo a los niños que llevo a la frontera polaca, quienes piensan que se van de vacaciones".
Su madre y su hermana también fueron protagonistas de sus viajes de evacuación. Este no salió tal y como Maxim pensaba. El joven onubense esperaba que ambas abandonasen el país al llegar a la frontera, pero su madre solo quería ir "porque sabía que era la única forma de que mi hermana mayor saliese de Odesa". Al llegar al límite con Polonia, su madre explicó su decisión de quedarse y, pese a la tristeza del momento, su hermana aceptó dejar el país.
Ha pasado ya tiempo desde que Maxim dejó de pensar su trabajo como informático. "Esa vida ha quedado atrás, no creo que vuelva a ejercer", admite. El motivo radica en que su proyecto "solo lo ocupa la palabra Ucrania". "Cuando todo esto acabe, quiero ayudar a reconstruir el país y no es algo que me disguste, al revés, tengo energías muy positivas", asegura.
También te puede interesar
Lo último
Contenido ofrecido por Quantica