Asilo político

Tres refugiados políticos de Ucrania, Rusia y Senegal logran una nueva vida en Huelva

La vida de los refugiados políticos en Huelva

La vida de los refugiados políticos en Huelva / Rafa García (Huelva)

Conociendo sus historias, cualquiera podría decir que los arrastró la guerra, la persecución, la violencia o el miedo a ser detenidos, encarcelados o hechos desaparecer. Pero lo cierto es que ninguna de esas cosas fue suficiente para que Tatiana, Mariama y Arten estén hoy en Huelva. Los tres comparten el hecho de ser refugiados políticos, víctimas directas del peor rostro de la condición humana, pero también ejemplos de valentía y heroísmo, cualidades esenciales para romper con unas cadenas que asfixiaban su futuro. 

Tatiana salió de su ciudad, en Ucrania, cuando el Gobierno de Putin invadió su país. Con unas pocas maletas y sin ninguna intención de mirar atrás, esta madre soltera reunió a sus tres hijos para emprender una nueva vida lejos de su país. "Mi viaje hasta España fue muy largo, tardamos casi 14 días, utilizamos trenes, autobuses y todo lo que pudimos". En su andadura, la familia no iba sola. "Una de mis vecinas, una abuela de 82 años, nos pidió que llevásemos a sus dos nietos a Polonia", donde sus padres habían llegado para trabajar apenas cuatro días antes de iniciarse la guerra. "Me quedé diez días en Polonia con dos niños que no eran míos para asegurarme de poder entregarlos a sus padres". 

Una vez cumplido el encargo, comenzaron una ruta que les llevó a atravesar Austria y Francia antes de aterrizar en España. "Llegamos a Barcelona y, además de que por esta fecha ya estaba repleta, no me gustan las ciudades grandes, yo soy de una pequeña ciudad y quería volver a tener algo así. Huelva fue mi primera opción", asegura. 

Pese a sus deseos, la familia tuvo que esperar casi un año para que el Ministerio diera luz verde a su traslado definitivo a la provincia. "Pasamos casi un año en Dos Hermanas (Sevilla) viviendo en un hostal de dos estrellas". A pesar de la solidaridad vecinal, "vivíamos con muchos problemas, éramos 110 personas y yo era la única que hablaba español, en total 60 adultos y 50 niños". En poco tiempo, Tatiana se convirtió en la portavoz de todos ellos. "A pesar de que había mucha gente ayudando no podían estar pendientes de nosotros todo el tiempo, la gente comenzó a enfermar y era yo quien tenía que llevarlos al médico. Iba a urgencias y me decían irónicamente, ¿otra vez estás aquí?"

"Para mí era mucho más fácil", asegura. "Podía defenderme por mi misma pero la mayoría no se encontraba bien, estaban en shock, no querían aceptar de la forma en que estaban viviendo. En Ucrania esta misma gente tenía sus trabajos, sus vidas y de la noche a la mañana tenían que vivir en un hostal, donde solo hay una cama, un televisor y un armario. Eso es muy difícil de gestionar". 

Si mañana voy a volver, ¿para qué quiero aprender?

A esa misma conclusión llegó su hijo de nueve años cuando comenzó en el colegio. "El pequeño se adaptó muy rápido aunque el de 9 años tardó un poco más, no quería aprender. Rechazaba la situación. Él decía, 'si mañana voy a volver a mi colegio, con mis amigos en Ucrania, ¿para qué quiero aprender?'". 

No fue el único que, a pesar de la solidaridad, de manera interna rechazaba la nueva situación. "Mucha gente a los pocos meses volvió a Ucrania. Preferían estar en la guerra pero en sus casas". Unas circunstancias con las que no es muy difícil empatizar. "Todos agradecían la ayuda pero es muy difícil aceptar una situación cuando lo has tenido todo y de repente tienes que vivir de lo que te dan otros", asegura Tatiana sobre la mentalidad de muchas personas refugiadas. 

Cuando el Ministerio autorizó el traslado de la familia a Huelva, Tatiana tuvo el primer golpe de suerte después de más de doce meses. "Estaba muy contenta porque era donde yo quería estar. ¡Quería agua y mar! Y ahora estoy muy agusto, tratando de reciclarme profesionalmente y de encontrar un buen futuro para mis hijos", asegura.

Hoy por hoy, Tatiana no tiene ninguna intención de regresar a Ucrania. "Sé muy bien lo que es la guerra y cómo quedan los países después de una. Aunque mañana acabase, mi país va a necesitar cinco o diez años para recuperarse económicamente. No podría dar a mis hijos nada allí". 

Como la suya, la subdelegación del Gobierno en Huelva ha tramitado hasta 1.008 protecciones temporales, 456 de ellas a mujeres, 398 a menores y 154 a hombres asiliados ucranianos. 

Ser mujer y disidente en Senegal

Atreverse a pensar diferente en Senegal es todavía sinónimo de vivir en constante peligro, especialmente si se es mujer. Mariama, cuyo nombre deriva del árabe la elegida conoce bien esa realidad. A pesar de sus dificultades con el idioma, la joven sabe explicar la realidad que dejó atrás con claridad meridiana: "En mi país la policía atrapa a la gente para maltratarlas y encerrarlas. Va a las casas a buscar a los disidentes y manifestantes como me pasó a mí", explica. 

Pero la brutalidad policial no fue la única causa que empujó a Mariama lejos de Senegal. La mutilación genital femenina sigue siendo una práctica muy extendida en todo el país. No en vano, se estima que cerca de dos millones de mujeres y niñas han sufrido la ablación en el país.  "No ocurre en todo Senegal", aclara Mariama "pero en mi familia, que es muy religiosa, estaba obligada a hacerlo". Una cuestión que la condicionaba no solo en el presente sino en todas sus decisiones de futuro. "Si yo tuviera hijas también estaría obligada a hacerlo con ellas y no estaba dispuesta". 

Con mucha valentía, Mariama decidió romper con la vida que tenía y la que le esperaba y salió de Senegal rumbo a las costas españolas. "Llegué a Las Palmas de Gran Canaria y estuve allí un mes y dos semanas. Después llegué a La Línea de la Concepción y desde el 27 de agosto estoy aquí en Huelva". Un trayecto que, a pesar de su edad, hizo sola y sin acompañamiento". 

Tras iniciar los trámites para solicitar asilo en España, Mariama dedica su tiempo a mejorar el idioma y tiene muy claro que su futuro está aquí. "Ahora estoy estudiando español porque no lo hablo muy bien" y después tiene claro que quiere trabajar. "Me gustaría hacer formación de cocina aunque también me gusta mucho hacer trenzas", explica riendo. 

Si algo tiene claro Mariama es que desea quedarse en la ciudad para siempre. "Me gusta mucho estar en Huelva. La gente en España es muy amable. Son muy abiertos". Algo que descubrió desde el primer día. "La primera impresión al llegar es que sois muy sonrientes y amables. Estoy muy feliz y tranquila. Mi futuro ahora lo veo muy bien". 

Artem y la violencia rusa contra el colectivo LGTBIQ+

Pertenecer al colectivo LGTBIQ+ en Rusia se ha convertido en los últimos años en motivo de persecución. Declarado como una organización extremista por el Tribunal Supremo de Rusia, estas personas soportan hostigamiento e inseguridad física y jurídica tanto por definirse como miembro del colectivo como por defenderlo. 

"Realmente puedes ir a la cárcel por colgar una bandera arcoiris en Facebook”, asegura Artem, que tuvo que dejar a su familia y un buen trabajo en San Petesburgo cuando varias circunstancias le "obligaron" a salir a toda prisa de Rusia. Con unas pocas pertencencias, el joven llegó a Barcelona a pedir asilo político. Después de dos meses y cuando casi no le quedaban ahorros, "encontré cita en la comisaría de Huelva, la única en toda España", asegura.

El joven puso rumbo a la provincia donde finalmente pudo firmar la carta de solicitud de asilo político, un requisito indispensable que permite a estas personas comenzar su proceso de refugio."Tuve que vivir en un albergue durante semanas porque ninguna organización me aceptaba sin el manifiesto de refugiado". A los pocos días, logró una entrevista con Cruz Roja, una de las tres entidades que gestiona el aterrizaje de las personas refugiadas de Huelva, y finalmente pudo acceder a las residencias temporales. 

A pesar de que no entraba en sus planes y de que echa mucho de menos su país, ha descubierto en Huelva un lugar que cubre todas sus necesidades. El joven ha hecho nuevas amistades y la ciudad "¡tiene playa cerca!", dice en un perfecto español. Su futuro y el de sus compañeras de camino ha quedado ligado a este rincón del sur para siempre. 

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