Elogios históricos al Bodegón El Litri (y II)

Historia menuda

Al gorrión, hembra, le daba de comer, en su propia boca, don Juan, que le facilitó todos los medios para que tuviera su nido l Al mono lo dominaba Jesús Rebollo, que lo trajinaba de manera singular

AL ritmo del Bodegón pasaban por delante del edificio los carros chirriantes de jumentos de panzas blancas y mirada cansina, y los pordioseros trágicos que encaminaban sus pasos hacia el Mercado del Carmen para mover las almas a la piedad y conseguir las pesetas necesarias para el sustento diario y, al ritmo de la célebre taberna, iban muchos a pedirle ayuda a la diosa Fortuna adquiriendo las papeletas de rifas que en ella se vendían y, al ritmo de los trinos de sus pájaros se obsequiaba a la clientela y al vecindario pleno. En este sentido, debemos añadir que la saga de los Pulido siempre ha sido muy amante de los pájaros. Así, en la fachada de la taberna se podían ver diversas jaulas con sus plúmeos inquilinos, ya que allí existía una típica compra-venta, a la que acudían muchos aficionados, de verdones, jilgueros… Así, Juan Pulido (hijo), secundado a las mil maravillas por su hermano José Manuel, conocido cariñosamente por Chané, que llegó a tener cincuenta jarillas y cuando se le escapaba una a cualquier cazador iba al Bodegón a por un jarillero y él le tenía los machos, preciosos, y los mismos jilgueros, que eran verdones. También se los adquiría a los que los habían capturado con las redes en las proximidades del cementerio, y se los vendía a todo aquél que lo precisara. En este sentido debemos reseñar un hecho que demuestra el buen corazón, el cariño que sentía Juan Pulido Carrasco por los animales, particularmente los pájaros, y que hemos tomado del diario Odiel del día 20 de julio de 1965: "Un gorrión extraviado. Un gorrión, que desde hace 7 años acudía diariamente a las horas de las comidas a la casa de don Juan Pulido Carrasco, en la calle San Sebastián, 51, falta desde el pasado día 16. Don Juan Pulido, que tenía en mucha estima a la avecilla, al igual que todos los clientes de su establecimiento, Bodegón Litri, situado en la dirección ya mencionada, nos solicita publiquemos la presente información, manifestándonos que está dispuesto a gratificar en caso de que alguna persona haya atrapado al domesticado gorrión. Como dato de referencia del pajarillo, nos dice don Juan Pulido que lleva una anilla en la pata derecha con su nombre y dirección. De tenerlo alguien enjaulado no hará falta ir a San Sebastián, 51, pues, el gorrión, al verse en libertad, irá por sus propios medios".

Debemos añadir, que a este gorrión hembra le daba de comer en su propia boca don Juan y que durante el dilatado período de tiempo que lo cuidó, le facilitó todos los medios para que tuviera su nido y lamentó mucho que no volviese nunca más al Bodegón, posiblemente abatido por cualquier escopetilla o depredador.

Este amor por los animales supuso que el Bodegón tuviese dos monos adquiridos en Barcelona y que atraían a muchos curiosos, ya que en los años sesenta y setenta no eran muy comunes; dos titis, un loro (fue protagonista de varias escenas de la película Platero y yo, rodada en 1964) , que alcanzó una longevidad increíble, también comprado por Juan Pulido (hijo) en la Ciudad Condal, que causaba la hilaridad de los que se le acercaban y llamaba la atención por el bonito y acentuado colorido de su plumaje. Detengámonos para contar algunas "monadas", en las que fueron protagonistas los simios del Bodegón. Así, en una oportunidad se escapó un mono y se metió dentro de un colegio de clases particulares, situado en la acera de enfrente, entre el Bodegón y el bar El Cano, formando el consiguiente escándalo en el que se mezclaban los gritos de los escolares y el de don Antonio queriendo imponer un cierto orden entre sus alumnos.

Antes de continuar con la segunda anécdota del mono Joaquinito permítaseme que se los presente: Este mono tenía un genio terrible. Así, nadie le podía mirar a los ojos, ya que estallaba de ira y arremetía con furia sobre el que osara tal cosa, porque era un mono dominante.

Chané acostumbraba a amarrarlo con una cadena en un árbol seco ubicado frente al Bodegón cuando imperaba el buen tiempo, pero si llovía lo situaba atado en la ventana de una casa antigua que estaba deshabitada y que se situaba frente al Bodegón y, en ambos casos, hacía de las suyas. Una mañana en la que llovía copiosamente, iba una pareja portando un paraguas y cometió el error de pasar por debajo del simio, éste le echo mano al paraguas y cuando el muchacho creía que era alguien que le llamaba la atención por cualquier motivo y le vio los dientes de Joaquinito salió a uñas de caballo. Chané tuvo que coger el coche, le quitó el paraguas al mono y se lo entregó al hombre que ya estaba en la Plaza de San Pedro que, presa del pánico, se negaba a tomar su paraguas.

Únicamente dominaba al mono Jesús Rebollo, que se lo trajinaba de una manera singular. Cedámosle la palabra de María Caravaca para que nos cuente la última anécdota símica: Chané acostumbraba a atar al mono por fuera de la barra. Una mañana vino un cliente, que ignoraba la existencia del cuadrúmano, a tomarse un café, Chané se vuelve de espaldas para prepararle un café solo y cuando se lo puso se encontró que ya se había ido. Al día siguiente, llegó el cliente y le dijo Chané: "Oye, no te tomaste el café esta mañana, ¿qué te pasó?

El cliente respondió: "No me lo tomé, porque noté un manotazo en el pie y cuando vi al mono salí corriendo con tal premura que salté por la ventana…".

En este punto le damos paso a la anécdota: La taberna El Bodegón nunca dispuso de sello de caucho: utilizaba por sello del establecimiento el tapón de corcho de una garrafa que era mojado en la tinta del tampón.

El Bodegón lo rigió, desde 1950 a 1966, Juan Pulido Carrasco y su esposa María García Rodríguez, contando, a partir de 1967, fecha en la que se licencia del servicio de las armas, con la estimable ayuda de su hijo, Juan Pulido García (nacido en Bonares, en 1945), volcán de actividad, que asumirá la responsabilidad de llevar las riendas del establecimiento en soledad a partir de 1978 y en él estará hasta 1980, fecha en la que inaugura el Nuevo Bodegón en la calle Palomeque y en el que sigue y que sea por muchos años. Pero, en este punto conviene que nos detengamos unos renglones: Cuando llegó a la calle Palomeque buscando nuevos horizontes económicos se encontró con un lugarcito donde se ubicaba el Bar Castilla, lo amplió y, tras la metamorfosis, a base de brega, buenas tapas (los exquisitos caracoles, albóndigas de choco con patatas, cabrillas en estofado…), excelente ponche y esmerado servicio ha logrado alcanzar un prestigio inusitado. ¡Ah! los sábados y domingos les puedo recomendar, amables lectores, la paella, las habas con choco, la carne mechá y la merluza a la marinera. Pero, dejemos de pensar en estos deliciosos manjares y sigamos. Al lado de Juan su señora, Manoli Molina Garrido, vecina del barrio y cariátides donde se apoya el negocio, en la cocina, sabiendo mantener la tradición gastronómica del Bodegón durante más de tres décadas. Con el tiempo, tuvo una ayudante cocinera que la ayudaba en la tarea de los fogones y Juan se hizo con la colaboración de un camarero. Hay que felicitar al laborioso matrimonio, ya que el Nuevo Bodegón es una propuesta que resuelve con sensibilidad impecable, un vínculo inteligente entre el pasado y el presente, incluso en el horario de apertura del establecimiento que sigue siendo a las seis y media de la mañana.

En 1988, cerró sus puertas el Bodegón El Litri, entregándose las llaves del inmueble al Ayuntamiento y éste, en compensación, le dio el local de la calle Hermanos Maristas que fue en realidad la continuidad del Bodegón El Litri hasta su cierre en 2006. Así, durante 18 años, José Manuel Pulido García (q. e. p. d.) y su señora María Caravaca Pazos llevaron airosamente el negocio en la citada calle, teniendo gran aceptación que se tradujo en una numerosa clientela de alumnos y profesores y empleados del cercano Instituto San Sebastián, los primeros en busca de los primorosos bocadillos que preparaba María y los segundos para degustar el rico café que expendía.

En los años 80, el cosmopolitismo, ese monstruo de siete cabezas que ha creado ciudades sin personalidad, comenzó a hacer de las suyas en nuestra ciudad. Así, la calle San Sebastián y otras del barrio, con sus tabernas típicas y sus moradas humildes, fueron sentenciadas a muerte, sin que las muchas voces que se elevaron entonces sirvieran para que se respetara el encanto de su vejez augusta. No obstante, el edificio que fuera célebre Bodegón con el desconchado de sus paredes que fingían dibujos y su tejado inundado de irreverentes matorrales, se mantuvo solo, aislado, siendo el último en caer abatido por la implacable piqueta.

Han pasado más de dos décadas desde que el Bodegón El Litri cerró sus puertas y, a pesar del tiempo transcurrido, su recuerdo permanece indeleble en la memoria de muchos onubenses.

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