Entrevista

Antonio Mira: “Algo estamos haciendo mal en Huelva con nuestro patrimonio”

  • El historiador, investigador y escritor onubense acaba de publicar ‘Breve historia de los 10.000 leperos’, un libro en el que rescata del olvido un trozo esencial de la historia de Lepe, que fue puerto hegemónico durante los siglos XV y XVI

Antonio Mira, trabajando en su despacho, en su casa de Cartaya.

Antonio Mira, trabajando en su despacho, en su casa de Cartaya. / Jordi Landero

No es fácil viajar al pasado. A veces, por ejemplo, un libro, una buena película o un ensayo bien estructurado consiguen asomarnos por la borda de un galeón en medio de una batalla, pasear por las calles de una ciudad por construir, escuchar discursos capaces de movilizar a las masas, subir a lo más alto de las grandes pirámides e incluso conocer a los más ilustres personajes. A veces, por momentos, casi podemos ver a Aníbal campando a sus anchas por el mundo, a Cristóbal Colón rezando por tocar la orilla en alguna noche tormentosa en medio del Atlántico, a Felipe II orquestando conquistas o a Julio César desafiando al Senado romano. Lo que pasa es que la historia también -más bien- se construye sobre otras vidas, las de muchas miles de personas que, a pesar de ser anónimas, han hecho posible el transcurso de cada día a lo largo de los siglos. Parteras, artesanos, marineros, panaderos o labradores que no salen en los libros. O que no salían hasta ahora. A través deBreve historia de los 10.000 leperos, el historiador Antonio Mira contempla, con una mirada a la gente corriente, todo lo que pasó en Lepe entre los años 1541 y 1548 gracias a una exhaustiva transcripción de los más de mil registros bautismales recogidos en el que puede ser uno de los libros sacramentales más antiguos de la provincia de Huelva y que forma parte del archivo parroquial de Santo Domingo de Guzmán. Su contenido, que había pasado totalmente inadvertido para la historiografía onubense, revela innumerables detalles sobre la vida de los leperos en el tránsito de los siglos XV y XVI y confirma un hecho que ya se intuía: Lepe fue uno de los principales puertos del golfo de Cádiz y su sociedad era una de las más modernas de su época.

-¿Cuál es su historia, por qué se conserva y qué valor tiene el libro sacramental que sirve de base a Breve historia de los 10.000 leperos?

-Pese a su largo pasado, Lepe no atesora en su archivo municipal un extenso patrimonio documental, a diferencia de otros pueblos de su entorno. No obstante, la parroquia de santo Domingo de Guzmán sí conserva un libro de bautismos escrito entre 1541 y 1548; y lo que es más importante, está completo, a falta de sus últimas hojas. Afortunadamente, el asalto que sufrió este templo, a finales de julio de 1936, no destruyó por completo su archivo, recuperándose días después parte de él. Pese al empeño de su párroco, se perdieron, para siempre, otros más viejos aún. Esta circunstancia confiere a este ejemplar un valor excepcional, dado que podemos estar ante uno de los libros sacramentales más antiguos de la provincia de Huelva, de cuyo paradero muy pocas personas conocían.

"Debemos poner en valor el patrimonio documental con exposiciones y publicaciones de libros”

-¿Cómo surge la idea de transcribir y después investigar el libro sacramental?

-En un principio, no era esta mi intención. Mientras me documentaba para escribir un libro sobre la historia de la iglesia de Lepe, tuve la oportunidad de acceder, entre otros archivos eclesiásticos, al parroquial. Fue durante la pandemia, mientras disfrutaba inventariando sus fondos, cuando conocí su existencia. Es cierto que tomé notas, pero no estaba en mi cabeza ir más allá. Recientemente, en una charla sobre el lepero Marcos Alonso de la Garza, el genearca de una familia muy famosa de Nueva España de la segunda mitad del siglo XVI, recordé que entre mis notas se encontraba alguna que otra referencia a este apellido. Así que me propuse, de nuevo, consultar este viejo libro en busca de nuevas referencias familiares. Y pensé: ¿cuándo tendré otra oportunidad de tener entre mis manos un documento con tanta abundancia y diversidad de datos? No lo dudé ni un momento, y me puse a transcribir sus cientos de folios. Cada uno de ellos me descubría detalles de la vida cotidiana de la Lepe de mediados de esa centuria que serían imposible localizar por otras fuentes.

Antonio Mira, en su despacho en Cartaya. Antonio Mira, en su despacho en Cartaya.

Antonio Mira, en su despacho en Cartaya. / Jordi Landero

-No ha debido ser tarea fácil. ¿Cómo ha sido el proceso?

-Nada fácil, es cierto, porque, además de dominar la paleografía, hay que emplear mucha paciencia y sacrificado trabajo para lograr transcribir todas y cada una de las 1.157 partidas bautismales. Eso no lo hace ningún historiador, te lo puedo asegurar. De hecho, he tenido que dedicar muchas horas al día durante el pasado año. Y no me he quedado ahí, sino que además he elaborado una serie de índices que facilitan al lector la localización de las partidas desde diferentes puntos de vista: cronológico, onomástico, toponímico, oficios, estudios académicos, etc. Y, finalmente, la redacción de un amplio estudio de los datos aportados, comparándolos con trabajos similares de otros rincones de España y, para acabar, estableciendo patrones. Debo reconocer que existe muy poca bibliografía sobre trabajos similares, lo que confiere a este una mayor relevancia. A través de las más de 1.100 páginas contenidas en el libro, investigadores y aficionados a la historia podrán descubrir muchos detalles de la vida cotidiana de la Lepe de hace 480 años. No olvidemos que las parroquias eran como los registros civiles de hoy día, y gracias a las partidas bautismales no se ha perdido de la memoria colectiva la existencia de decenas de miles de leperos, hasta ahora, anónimos.      

"El libro es un homenaje a todos los leperos, a su historia. Una manera de compensar un injusto olvido”

-Una de las conclusiones que ha sacado de este estudio es la confirmación de la importancia de Lepe como puerto y ciudad en el siglo XVI…

-Efectivamente, la villa de Lepe desde el siglo XIV se convierte en uno de los puertos más importantes del golfo de Cádiz, una posición hegemónica que conservará hasta finales del siglo XVI. Puede sorprender lo que te voy a decir, pero, por entonces, era una villa islámica amurallada como Niebla o Gibraleón, un recinto que fue superadado en el siglo XV con un amplio arrabal. Contaba con dos puertos fluviales, La Ramada y El Terrón, de donde partían las naves repletas de toneles de los apreciados vinos bastardos e higos leperos. Del mismo modo, arribaban otras embarcaciones repletas de manufacturas, como ricas telas del norte de Europa, o esclavos y oro procedentes de las costas africanas. En sus astilleros se construían veloces carabelas, dotadas de una marinería muy experimentada y capaz no solo de pescar en el lejano banco canario, sino cruzar el peligroso océano atlántico. Un reconocido prestigio que le permitió formar parte de la expedición de Díaz de Solís, descubridora del Río de la Plata en el Nuevo Continente y preculsora de la circunvalación de Elcano.

El historiador, posando con su nuevo libro, 'Breve historia de los 10.000 leperos'. El historiador, posando con su nuevo libro, 'Breve historia de los 10.000 leperos'.

El historiador, posando con su nuevo libro, 'Breve historia de los 10.000 leperos'.

-¿Se ha tratado injustamente en la historia este papel de Lepe?

-Como te comentaba, Lepe carece de documentación histórica en su archivo. Ello ha impedido que se estudie con detalle su relevancia histórica entre los siglos XIV-XVI. La historiografía onubense sí ha otorgado un merecido protagonismo a poblaciones como Ayamonte, Palos de la Frontera, Moguer e, incluso, Huelva, excluyendo a Lepe por simple desconocimiento de su pasado. Gracias a este libro logramos documentar que en esta última villa, durante el cinquecento, convivían personas de las más diversas procedencias, tanto peninsulares como del resto de Europa, bien fuera atlántica como mediterránea. Por sus calles paseaban comerciantes portugueses, florentinos, ingleses, bretones, alemanes, franceses, flamencos, etc. Incluso una indígena llegada del Continente Americano, reconocida como La maya. Un escenario similar, aunque de menor escala, a la cosmopolita Sevilla. Te puedo señalar, incluso, la presencia en Lepe de apellidos como Colón y Colombo, tres décadas después de morir el famoso descubridor. Resulta ser algo realmente novedoso para la historiografía colombina.

"Desde el siglo XIV, la villa de Lepe se convierte en uno de los puertos más importantes del Golfo de Cádiz”

-Muchos de esos leperos que aparecen en el libro, la mayoría, son “olvidados”, como usted dice. Gente ‘corriente’ que, sin embargo, en el libro califica como los “verdaderos héroes” de la historia lepera.

-Efectivamente, y no por ello deja de ser un tema apasionante. Acabo de terminar la biografía del olontense VI duque de Béjar y marqués de Gibraleón, Alonso I Diego López de Zúñiga, mecenas de la primera edición de El Quijote. Y te puedo asegurar que he disfrutado mucho más con este libro que escribiendo esa biografía. Descubrir detalles como la presencia de varias niñas recién nacidas abandonadas una noche en el umbral de una casa para que se hiciese cargo de ellas otra familia más pudiente, y cómo días después fueron bautizadas, convierten este libro en el homenaje a esos héroes de la vida que nunca serán citados en los libros de historia. Por no decirte el caso de Isabel López, una las tres parteras de la villa, cuyo trabajo fue más allá de la simple ayuda profesional en el parto, ejerciendo de madrina en el bautizo de aquellas criaturas más desvalidas.

-¿Qué otras conclusiones ha sacado de esta investigación?

-Quizá, el reconocer lo equivocado que podemos llegar a estar los historiadores. Con demasiada frecuencia, lamentablemente. Con tres datos de población correspondientes a un mismo siglo somos capaces de describir la evolución demográfica de toda una centuria. Te podría poner muchos más ejemplos de cómo caemos en la generalización, arrastrados, sin duda, por la escasez de datos. Sin embargo, gracias a trabajos como este, podemos calcular la tasa de natalidad y por sexos en cada uno de los ocho años que comprende el libro, incluso llegar a conclusiones sobre las fechas más idóneas de procreación y su vinculación con las cosechas. No era lo mismo bautizarse un domingo que un viernes. La esclavitud, por ejemplo, se ha estudiado gracias a los protocolos notariales. Sabemos del color de la piel, pelo, estatura, precio y comprador del esclavo. Una información sesgada, pero muy útil. Sin embargo, gracias a los libros parroquiales, sabemos cuántos niños de esclavas nacen en un año y sus sexos; quienes son sus dueños; qué nombres se les ponía y si coincidían con los de su madre y padrinos; quienes eran estos últimos, etc. En el caso de Lepe llegan a ser cientos de esclavos los que nacieron aquellos años, además de los adultos llegados de África y que eran igualmente bautizados. Sin duda, habrá que reescribir el fenómeno de la esclavitud en la provincia de Huelva.    

-¿Qué le ha llamado más la atención en este trabajo?

-Debería preguntarme qué es lo que no me ha llamado la atención, porque al contarse con más de mil partidas bautismales las anécdotas son realmente innumerables. Ya le he mencionado lo del apellido Colón, pero continuando con la esclavitud decirle que eran los sacerdotes leperos, precisamente, los mayores propietarios de esclavos. La vida de estos últimos en nada se parece a la que vemos en dramáticas películas como Lo que el viento se llevó. Curiosamente, pese a fomentarse la natalidad entre estos sirvientes para aumentar el número de esclavos, la ausencia del nombre del padre resulta ser lo general, lo cual nos lleva a sospechar en episodios de abuso por parte del propietario. El mestizaje de razas era una realidad dificilmente ocultable. Mayor escándalo era cuando la madre era una joven doncella. Además, señalar las minorías étnicas presentes en Lepe, como moriscos, gitanos y la referida indígena maya. Por último, la sorprendente presencia, entre los diversos oficios, de un ilustrador y tres pintores.      

-¿Qué aporta el libro a la historiografía de la provincia? ¿Qué destacaría?

-Una secuencia de datos, a lo largo de ocho años, correspondiente a un período histórico poco estudiado, como es el siglo XVI. No existe en la historiografía onubense un trabajo similar. Si se realizara el mismo estudio del segundo libro de bautismos conservado en el archivo parroquial lepero, fechado en la década de los setenta, se podrían comparar los datos y llegar a conclusiones mucho más acertadas para toda una centuria.

-¿Para quién es este libro?

-En primer lugar, resulta ser un homenaje a todos los leperos, a su historia. Una manera de compensar el injusto olvido cometido con ellos por parte de los historiadores. En segundo lugar, a los propios historiadores, convencido de que se trata de una útil herramienta para futuros trabajos de investigación. Y en último lugar, a los aficionados a la historia, porque en su lectura disfrutarán de múltiples y variadas anécdotas que le ayudaran a conocer mejor cómo vivían las personas en esa época.

-El siglo XX, usted mismo lo ha explicado, fue devastador para el patrimonio documental lepero… ¿Por qué?

-Lepe es un pueblo muy particular. Muy echado para adelante, es cierto. Como también lo es que haya olvidado lo importante que llegó a ser hasta el siglo XVII. Y por eso no ha sabido preservar su patrimonio documental, y lo más grave aún, su riqueza arquitectónica. Es como olvidarse del pasado para enorgullecerse del presente presumiendo de un prometedor futuro. Por suerte, su actual alcalde lleva tiempo apostando por la recuperación de ese pasado histórico, porque sabe que la particular idiosincrasia lepera pervive gracias a que hunde sus raíces en lo más profundo de los tiempos.   

-¿Pasó algo parecido en el resto de la provincia?

-Por desgracia, la desidia, fruto de la profunda ignorancia de nuestra historia, está demasiado generalizada. Es cierto que en 1936 se destruyeron muchos archivos parroquiales, pero no tanto los municipales. Hasta 1979, algo tan absurdo como la falta de espacio acarreó la destrucción del patrimonio documental atesorado durante siglos. A partir de esa fecha, fueron las primeras corporaciones municipales democráticas y más tarde la diputación provincial quienes consiguieron parar este sinsentido, poniendo en valor este legado, mediante la catalogación de sus fondos y publicación de sus inventarios. Un pequeño paso que supuso un gran salto para la superviviencia de nuestro pasado.

-¿Tiene remedio?

-Lo destruido ya no tiene remedio. No obstante, para no caer en los mismos errores queda mucho por hacer. En primer lugar, hay que restaurar los documentos en peor estado; en segundo lugar, proceder al escaneado de todos ellos para que puedan estar –vía Internet– al servicio de los investigadores en cualquier parte del mundo; y en tercer lugar, poner en valor estos textos con exposiciones y publicaciones de libros. Cualquier vecino no conserva aquello que no tiene utilidad. Una sociedad moderna no puede actuar de la misma manera, debe conservar estos documentos, porque si no tienen valor hoy día, ya lo tendrán para futuras generaciones.  

-¿En Huelva sabemos cuidar nuestro patrimonio, y no solo el documental?

-Es cierto que se promulgan leyes protectoras del patrimonio, pero no se les dota de financiación suficiente. En este sentido, el 1,5% cultura de toda la obra pública realizada en esta provincia no es reclamado por nadie, acabando al final invertido en otras partes del país. Según mi propia experiencia, solo hay que visitar a las diferentes administraciones competentes en busca de subvenciones que permitan restaurar cualquier parroquia, por mucho reconocimiento y protección que tenga como BIC, para acabar frustrado con semejante odisea. Algo estamos haciendo mal.   

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