Entrevista

Álvaro Moleón: “El psiquiatra no está para encontrar la felicidad”

El psiquiatra Álvaro Moleón en consulta en la Clínica del Carmen, en Huelva.

El psiquiatra Álvaro Moleón en consulta en la Clínica del Carmen, en Huelva. / Josué Correa

Álvaro Moleón, psiquiatra especialista en Psiquiatría Clínica y Forense, considerado a sus 32 años, y por segundo año consecutivo, el mejor médico en su especialidad de España según la plataforma Doctoralia, es tajante: hacen falta más psiquiatras y psicólogos clínicos, pero también derribar el estigma que rodea a la salud mental, aunque, en este punto, cree que se está avanzando. Está dispuesto a ello, de ahí el uso en su consulta en la Clínica del Carmen de Huelva de técnicas asistenciales innovadoras y la aplicación de terapias revolucionarias en el tratamiento psiquiátrico como el uso de las redes sociales donde sus pacientes acceden a relatar en primera persona su evolución.

–¿En qué punto diría que se encuentra la psiquiatría?

–Seguimos en ese deterioro observado en los últimos años. Lo veo desde la Unidad de Hospitalización del Virgen del Rocío, en la que cada vez tenemos más pacientes y más ingresos y las plantas siempre están casi llenas. Pero también existen datos objetivos. Hay evidencia de que ha habido un incremento del porcentaje de ingresos y del número de camas ocupadas en 2022, considerablemente mayor que durante el año anterior. También a nivel privado se sigue viendo que que las peticiones de consultas son exageradas.

–¿Cómo afecta eso a la falta de profesionales que denuncian los especialistas?

–La mayoría de los centros de salud mental a nivel ambulatorio tienen déficit de algún psiquiatra y esa deficiente atención en ese primer nivel de asistencia debido a un problema de personal hace que se estén prolongando demasiado las citas y eso hace que el paciente se descompense y acabe ingresando en el hospital, de ahí que las unidades de hospitalización se llenen. Es una especie de pescadilla que se muerde la cola. Lo peor es que no creo que vaya a mejorar mucho en los próximos años, salvo que haya un incremento de plaza MIR de psiquiatría y de psicología clínica. El 25% de los de los psiquiatras se van a jubilar los próximos cuatro años, por lo que la situación no es nada halagüeña.

–¿Cómo ayuda el psiquiatra a sus pacientes a vivir mejor?

–El psiquiatra debe de ser realmente la última instancia de la salud mental. Primero se debe empezar por los psicólogos y también por los médicos de familia. Y después, si el caso no mejora, pasar ya al psiquiatra, que es el que aborda las enfermedades mentales.

–¿Cree que están apareciendo pacientes que llegan a sus consultas para atajar situaciones que en principio no son exactamente un problema de salud mental?

–Sí. Y hay que tener cuidado con eso. Además del aumento corroborado y objetivo de los trastornos mentales, he observado un perfil de paciente, quizás fruto de que la salud mental se está poco a poco desestigmatizando por la mayor difusión y visibilidad de personas con cierta influencia en la sociedad, que viene al psiquiatra sin realmente sufrir una enfermedad mental y más bien lo que creo que buscan es la felicidad y la felicidad no se la va a dar un psiquiatra. Es el médico que se dedica a tratar las enfermedades mentales. La felicidad va a depender de una serie de circunstancias externas y de que las mismas sean positivas, junto a una personalidad determinada. Quizás también puede ayudar en ellos la atención de un psicólogo.

–Entonces, ¿podemos decir que ya no hay estigmas?

–Se está trabajando en ello, pero aún perdura. Los pacientes no tienen ningún problema en decir que van al traumatólogo, dermatólogo o a un cirujano estético, sin embargo, sigue siendo más reticente a admitir que va al psiquiatra, pero creo que la cosa está cambiando y en los últimos años se está avanzando mucho en ese sentido.

–¿Cree que llegará a derribarse?

–Estamos haciendo todo lo posible para ello. Yo, personalmente, utilizo mis redes sociales para frecuentemente subir algún testimonio de algún paciente porque ellos mismos quieren que se les vea la cara y transmitir en primera persona por qué vinieron a la consulta y cómo han mejorado. Lo hacen en forma de agradecimiento y de poder ayudar a otras personas y no les importa mostrarse, dar su testimonio y ser reconocidos. Eso hace unos años hubiera sido impensable.

–¿Estamos asistiendo a la revolución del tratamiento psiquiátrico?

–Cada vez estamos utilizando más una serie de herramientas y aplicaciones móviles mediante la que los pacientes pueden ir registrando sus síntomas o cambios y que permiten luego en consulta ver la evolución de forma más objetiva. Aquí, creo que es muy importante el rol que tengamos los psiquiatras y psicólogos clínicos de intentar actuar con ese tipo de entrevistas y sus publicaciones en redes sociales para hacer ver que ir al psiquiatra si de verdad lo necesitas no es algo extraño como se veía antes. Y parece que la cosa poquito a poco va cambiando, aunque nos queda camino por recorrer.

–Además del diagnóstico y tratamiento, ¿qué necesitan los enfermos mentales?

–Necesitan un abordaje multidisciplinar. Que no sólo sea el psiquiatra el que les atienda, sino también un psicólogo, un enfermero o un trabajador social. Este perfil es muy importante y muchas veces lo dejamos de lado. Muchos enfermos mentales, por su propia patología, tienen una situación social desfavorable y este colectivo es fundamental en su ayuda. Otra cosa muy importante es la psicoeducación, es decir, explicarle al paciente lo que le ocurre y por qué le ocurre, cómo puede mejorar los síntomas y explicarles los buenos hábitos de salud mental. Es muy importante sacar las confidencias. Yo siempre digo que igual que una casa en la que en una semana no se tira la basura se pudre, pues una mente que no saca sus pesares, sus rumiaciones y su preocupación, probablemente enferme. Ocupar la mente con planes, dormir bien o tener una vida sexual activa, también ayuda.

–¿Nos ha descubierto la pandemia que somos más frágiles de lo que pensamos?

–Se ha traducido en un aumento importante de la enfermedad mental y del suicidio. Creo que estábamos viviendo un mundo que pensamos que era ideal y nos hemos dado cuenta que no lo es. Hemos visto lo inestable que somos y lo vulnerable que puede ser la mente en el momento que se altera nuestro día a día.

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