Iberoamericano

Cuando los nuevos talentos acaparan toda la atención

  • El certamen onubense lleva por primera vez un pleno de óperas primas a sus largometrajes a concurso, reforzando su apuesta por cineastas noveles · Sergio Cabrera y Andrés Wood también 'nacieron' aquí.

Esta edición de 2012 del Iberoamericano está marcada por el pleno de obras a concurso de directores noveles. Nunca antes había pasado en Huelva. De los diez títulos que compiten este año por el Colón de Oro, siete son óperas primas y las otras tres, segundas películas de sus realizadores, óperas segundas. Es la culminación natural a una serie de años en los que el certamen de Huelva ha fomentado los nuevos talentos a través de una selección que ha tenido en cuenta este detalle y, sobre todo, un palmarés en el que hace trece años se incluyó un premio para reconocer el papel de los jóvenes en la nueva cinematografía de Latinoamérica.

Hay que remontarse a 2006 para encontrar una apuesta parecida a la actual. Entonces, primer año de Eduardo Trías al frente del Festival, competían doce películas en el concurso, de las que siete eran estrenos de sus directores y cuatro, segundas obras. Un número mayor pero sin alcanzar el pleno de ahora.

Ahora, sólo el mexicano Enrique Rivero (Mai morire), el brasileño Selton Mello (O palhaço) , y el portugués Vicente Alves do Ó (Florbela) saben lo que es rodar una película con anterioridad. En el caso de los dos primeros, también conocieron Huelva como primerizos, llamando la atención de la crítica. Y tan buenos resultados tuvieron sus respectivas obras, Parque vía y Feliz natal, que ahora de nuevo están en la selección oficial para optar al máximo premio del Festival onubense. Porque Rivero ya se hizo en 1998 con la Carabela de Plata a la mejor Ópera Prima, uno de los trece premios específicos entregados hasta el momento en el Iberoamericano.

"Me parece buenísimo que se apoye a gente nueva. Porque siempre puede aportar una visión diferente de las cosas y no ves al director que ya está maleado, que lleva muchísimas películas y ya sabe cómo se hace", apunta el realizador mexicano.

El propio Eduardo Trías asegura que esta característica común entre todos los largos seleccionados se debe a la casualidad. "No ha sido pretendido ni buscado", dice.

Pero la apuesta por los nuevos cineastas parece clara en Huelva. En 1999 se instituyó el primer galardón destinado a destacarlos en el palmarés. Nació como Premio del Jurado a la mejor Ópera Prima y fue a parar a una recordada película ecuatoriana de Salvador Cordero, Ratas, ratones, rateros.

Antes de eso, el Festival de Huelva ya se había caracterizado por la labor de promoción entre jóvenes cineastas latinoamericanos. Realmente desde sus inicios, en la década de los setenta, cuando muchos de ellos encontraron en el certamen onubense la plataforma ideal para dar a conocer sus obras y tratar de exportar su talento.

Uno de los ejemplos más recientes es el del colombiano Sergio Cabrera, que llegó a Huelva en 1994 siendo un desconocido, y se llevó el Colón de Oro con La estrategia del caracol, una de las películas de origen iberoamericano más aclamadas en los noventa. A ella le siguió el año siguiente su segunda obra, Águilas no cazan moscas, con la que también entró en el palmarés con un Colón de Oro, esta vez concedido por el público.

También se vieron aquí las primeras obras del argentino Adolfo Aristaráin o del peruano Francisco Lombardi. E incluso el chileno Silvio Caiozzi, lideró el palmarés oficial con el máximo premio por su debut, Julio comienza en julio.

Entonces no se distinguía el trabajo de los directores noveles. Ni siquiera cuando otro cineasta chileno de prestigio, Andrés Wood, se presentó en Huelva muy joven en 1997, con su Historias de fútbol, que caló entre la crítica y el público y acabó recompensado con la Mención Especial del Jurado al Mejor Director. Después se hizo un nombre a través de títulos como Machuca, y volvió, agradecido, a sus orígenes, con La buena vida (Colón de Oro 2008) y Violeta se fue a los cielos (Colón de Plata al Mejor Director 2011 y Gran Premio Internacional del Jurado en el Festival de Sundance 2012).

El reconocimiento por una ópera prima cambió de denominación en su segundo año en Huelva, en 2000, cuando se convirtió en Carabela de Plata al Mejor Realizador Novel. Entonces el español Fernando Huertas se hizo con el galardón por Terca vida. Le siguieron, entre otros, un conocido más del Festival, Diego Lerman, en 2002 con Tan de repente (compitió también hace dos años con La mirada invisible), y el actor chileno Boris Quercia, metido a realizador en 2003 con la comedia Sexo con amor.

La Carabela se convirtió en Colón de Plata al Mejor Realizador Novel en 2005, para premiar al brasileño Sergio Machado y su Cidade baixa, que arrasó en el palmarés oficial y paralelo. Pero sólo un año más tarde, de nuevo se tomó la identidad de la Carabela de Plata, primero al director novel, en 2006 (Jorge Durán, con Proibido proibir) y 2007 (Carlos Ruiz y Marien Pérez, con Maldeamores). La definitiva nominación a la Mejor Ópera Prima se adoptó en 2008, año en el que, precisamente, el mexicano Enrique Rivero (en competición ahora con su segunda obra, Mai morire) fue premiado.

En las dos últimas ediciones, la Carabela se fue a Colombia, primero con la aplaudida La sociedad del semáforo, de Rubén Mendoza, y el pasado año, con Karen llora en un bus, de Gabriel Rojas. Otro colombiano, Gabriel González Rodríguez aspira ahora a "cerrar la tripleta" con Estrella del Sur.

"El Festival de Huelva siempre ha sido pionero, y lo es ahora sacando a relucir los nuevos talentos. Es algo que nos gustaba y nos apetecía y, con los años se está convirtiendo un poco en nuestra seña de identidad", reconoce Eduardo Trías. Aunque tampoco será una identidad excluyente: "No hay razón para ponernos corsés y ser drásticos", advierte. "Potenciamos el nuevo talento pero eso no quita para que también lleguen obras de directores consagrados". Está claro: Siempre gusta seguir a quienes nacieron aquí.

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