Entrevistas

"Los periodistas de 'Pueblo' mataban por firmar en primera página"

  • Jesús Fernández Úbeda refleja la historia del rotativo vespertino en 'Nido de piratas', basado en una treintena de entrevistas con lo más granado del periodismo español

  • "No sé hasta qué punto sería deseable un periodismo como ese hoy en día, aunque sí recuperaría la relevancia del reportaje"

  • En canoa junto al monumento a Colón

  • El origen del periodismo

Jesús Fernández Úbeda, autor de 'Nido de piratas'.

Jesús Fernández Úbeda, autor de 'Nido de piratas'. / Antonio Pizarro

-¿Cómo surge la idea de escribir la historia del diario Pueblo, que no pudo conocer por edad?

-No me surge. Fue un encargo. Yo había escrito un libro sobre Raúl del Pozo (No le des más whisky a la perrita). A Arturo Pérez-Reverte, que es fundador de Zenda, donde yo escribo, le gustó mucho el libro y en octubre de 2021 me citó a comer con José María García y Raúl del Pozo. Me dijo 'lo que has hecho con Raúl nos gustaría que lo hicieras con Pueblo'. Y dije que adelante. Temblando, ¿sabe? Como para hacerlo mal. Y el fruto de ese sí temerario es Nido de piratas.

-No es para menos. Por su libro pasan los primeros espadas del periodismo patrio.

-Ha habido gente que no ha podido estar porque han muerto ya. Pero a otros los he cogido sobre la bocina, como José María Carrascal, que murió hace unos días. Cuando yo hablé con él, la que estaba muy enferma era su mujer. Por eso no hicimos la entrevista presencial sino por teléfono y por correo electrónico. Hubo un mes mientras escribía el libro en el que yo rezaba a... ¿La Virgen del Rocío? ¿Cuál es la que más tradición tiene aquí?

-La que usted quiera. Otra cosa no, pero vírgenes tenemos por aquí todas las que quiera.

-(Risas)... Pues rezaba a siete vírgenes sevillanas para que la variante Ómicron no hiciera estragos. Piense que yo empecé el libro en noviembre de 2021. Por fortuna, salió bien y pude hacer treinta entrevistas.

-¿Podría hacerse hoy un periodismo como el que se hacía en Pueblo?

-Creo que no, y no sé hasta qué punto sería deseable. Yo recuperaría de Pueblo la relevancia del reportaje. Creo que el reportaje se está denostando, porque es caro y porque la opinión es más barata y hace más ruido. En estos tiempos en los que la gente no busca contrastar sino reforzar opiniones, cuando no prejuicios, yo apostaría por el reportaje como género predilecto, o por lo menos habría que darle más musculatura. Y eso Pueblo sí que lo hacía. Pero tampoco hay que recuperar costumbres como inventarse entrevistas o hacerse pasar por policías para robar unas fotos o que el director tuviera una luz roja en el despacho y que cuando esa luz estaba encendida era porque se estaba zumbando a alguna y le daba dos páginas.

-Pero sí se echa de menos que un periodista pueda dedicar varios días de trabajo para intentar sacarle una declaración al piloto de un avión accidentado, por ejemplo, o a trabajar cualquier tema, ¿no cree?

-Es un tema de pasta. Como dice Raúl del Pozo, la oruga no termina de hacerse mariposa y la industria nuestra está llena de goteras. Por otro lado, el tema de internet y redes sociales hace que lo queramos todo para ayer. Igual hay cosas que necesitan poso, tiempo y análisis. Más de un periódico ha publicado que se ha muerto uno que estaba vivo. Acuérdese de lo de Perales hace poco, al que se dio por muerto y estaba cenando con su hijo en Londres. Un poquito de tranquilidad, por favor.

-El personaje central del libro es el director Emilio Romero, figura clave en el periódico.

-Hizo un periódico de autor. En este libro apenas se tocan las páginas de Nacional, porque un periódico del Ministerio y los sindicatos, ¿qué iba a decir en sus páginas de política e interior? Lo que mola son las crónicas de sucesos, los deportes, la sección de Internacional, las crónicas de guerra... Ahí es donde refulge el genio de los periodistas que había en Pueblo. Incluso cuando llega la transición y se consolida la democracia la sección de Nacional se convierte hasta cierto punto en algo tumoral, el periódico empieza a toser sangre, la gente se encona en su opción política, los periodistas se sacan el carné del partido y el ambiente se envilece.

-¿El 23-F fue la sentencia de muerte del periódico?

-Igual lo que voy a decir ahora es presentista, pero creo que fue una oportunidad perdida. Del mismo modo que El País, primero, y luego Diario 16, salieron defendiendo la Constitución, pues Pueblo podía haber salido incluso haciendo un juego de palabras, "El pueblo con la Constitución" o algo así. Hubiera venido bien, pero el director, José Ramón Alonso, esperó a que saliera el jefe del Estado para dar la opinión del periódico. Insisto, es presentista. Habría que verse en esa situación.

-Refleja usted el enfrentamiento entre Emilio Romero y Adolfo Suárez, que llegó a ser incluso personal, ¿no?

-Sin el incluso. Eran dos gallos de Ávila que querían ser los primeros espadas políticos de la provincia, cada uno en su ecosistema. Emilio Romero ninguneó a Suárez, creo que publicó un artículo que se titulaba más o menos "¿Pero quién es Suárez?" y Suárez le cogió la matrícula y engañó a Romero como a un niño chico. Emilio Romero era el Rey Sol de Pueblo, y entre comillas lo ascendieron a dirigir los medios del movimiento o algo por el estilo. Y ahí ya no tenía la fortaleza ni la seguridad que tenía como director de Pueblo. Se lo cargaron al poco y dejó de ser ese gran periodista tan importante y tan influyente que era en Pueblo.

-Un tipo se disfraza de monja para colarse en un hospital porque le habían pisado la exclusiva el día antes, ¿los que hacían Pueblo era gente con mucho ego?

-Mataban por firmar en primera página. Ese era el objetivo. La gente no quería influir, quería contar. Se la medían en función de cuántas veces salían en primera página. Esa era la guerra sana que tenían entre ellos. Ellos eran cazadores de historias. Pueblo era un periódico populista, pero era un populismo ilustrado. Es verdad que había corazón y casquería, pero muchas de las historias que contaban y cómo las obtenían se parecían más a Marco Polo, a una novela de aventuras.

-Cuenta usted muchas anécdotas, ¿con cuál se queda?

-Hay muchas maravillosas. La de la propia imagen de la portada, por ejemplo, que son Raúl del Pozo y Raúl Cancio disfrazados de hippies en la isla de Wight. A un tío de Cuenca y a otro del barrio de Salamanca que luego se mudó a Cuatro Caminos los mandaron a un festival de hippies en Inglaterra, ellos vestidos con traje y muy elegantes y los miraban como si fueran de Scotland Yard.

-Todo eso sin tener ni idea de inglés.

-Creo que Raúl Cancio cuando le ofrecían mandanga decía las únicas palabras que se sabía en inglés: "I only smoke Lucky Strike". Y así hicieron una serie de reportajes. Es lo que le digo, que sí, que el diario era sensacionalista, pero que sacaban buenas historias y para eso hay que tener olfato y raza.

-¿En qué sección habría trabajado usted?

-En Sucesos. Desde luego no es la más ética, ni la más ejemplar ni la más moral, pero es que la fauna que había ahí era impresionante. José María García intentando que una viuda llorara para sacarle una foto, Julio Camarero haciéndose pasar por policía para robar una foto a una viuda, Manolo Marlasca padre, que fue un grandísimo periodista... La nómina de periodistas que hicieron sucesos era tremenda. Y es que lo hacían muy bien. El periódico era un objeto fascinante, y entre otras cosas porque las noticias de sucesos eran como unas luces de neón que te llamaban.

-Es un libro espectacular para periodistas, ¿pero es recomendable para alguien ajeno al gremio?

-Lo he intentado. Es un libro de periodistas porque el protagonista es un periódico. Pero bueno, escribía pensando en mi padre, que tiene el graduado escolar y ha trabajado toda su vida en una cooperativa de vinos. Quería que cogiera el libro y se entretuviera. De ahí la importancia de la anécdota y de que tenga un poco de novela de aventuras y de picaresca. Y cuando escribo siempre pienso en cómo lo haría Stephen King, porque lo que quiero es que el lector se enganche y lea un capítulo tras otro. Y, bueno, va por la tercera edición, y estoy muy contento y agradecido. Evidentemente el público al que más llega es a periodistas, pero tiene una vocación universal.

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