Se ha hablado tanto de la afición y de la respuesta de la grada al Recreativo en las últimas semanas que el día que finalmente llegó la alegría y el jolgorio al Nuevo Colombino se pasó por alto a la hinchada. Es el seguidor de Huelva modélico en cuanto a paciencia y cariño, pero no siempre sale bien parado cuando se le compara con otros lugares de tradición más ruidosa. Cuenta además con una peculiaridad histórica. En Huelva la gente reacciona al compás que le marca el equipo. Después responde sin fisuras, pero necesita siempre algo que la active. Un poco de fútbol, dos destellos, quizá un gol o una jugada para entrar en el partido.

El Girona permitió entre muchas cosas reconciliar al equipo albiazul con la grada. La goleada lograda por los onubenses devolvió la alegría. De nuevo volvieron los cánticos, los amagos de la ola y esa sensación de felicidad y paz que tan falta hacía.

Sin embargo, no todos se marcharon a sus casas igual de satisfechos. El triunfo tuvo un lunar particular. Aarón se marchó lesionado y en un primer momento todo hizo pensar en un rotura fibrilar. Por esta razón los técnicos le pidieron que forzase la cartulina amarilla. Si iba a perderse el duelo de Salamanca, al menos que le permitiese limpiarse de cartulinas amarillas. Aunque Carlos Ríos reconoció en rueda de prensa el hecho, luego Aarón matizó que pese a hacer todo lo posible no lo logró. En el acta no aparecía amonestación alguna. De hecho confesó que el cuarto árbitro "me amenazó con expulsarme si seguía protestando". No obstante, aseguró que igual podía llegar al Helmántico porque "estaba un poco cargado. Al menos no noté chasquido ninguno. Habrá que esperar a los dos días de descanso que tenemos para ver cómo me encuentro". Si finalmente está paliará la baja de Fidel, su sustituto natural, quien sí vio la quinta cartulina amarilla en el momento más inoportuno de la temporada.