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Recital de La Palma, que borró del mapa al Puente Genil con un partido maravilloso

Un lance en el encuentro entre La Palma y el Puente Genil.

Un lance en el encuentro entre La Palma y el Puente Genil. / Manolo Camacho

La primera parte de La Palma ante el Puente Genil fue para meterla en un cuadro, colgarlo en un vestuario y eso aliviaría a los entrenadores, les ahorraría discursos. Vale más un hecho y que un millón de palabras. Si hubiera existiese la perfección, entonces La Palma se tendría que haber marchado al descanso con cuatro goles de diferencia. El repaso al Puente Genil vino por dos motivos fundamentales. La lectura perfecta de los locales para descoser las costuras del contrario y los groseros errores de los cordobeses en defensa que facilitó la tarea condal. Todo eso en medio de una exquisitez en la transición del equipo de Nacho Molina, que a partir del minuto 10 de partido, comenzó un recital que anuló por completo las virtudes visitantes y sacó al primer plano sus carencias.

Omar marcó el uno a cero a los 28 de partido, de cabeza, después de que los locales desperdiciaran varias ocasiones claras, anunciando lo que estaba por venir. Al descanso, la sensación fue que el Puente Genil se escapaba vivo.

El inicio de la segunda parte fue la continuidad del primer tiempo, y a los 12 de la reanudación, Zaca, aprovechando el enésimo fallo de los cordobeses en defensa, marcaba el segundo. Para entonces, el conjunto de Juanmi Puentenueva era una caricatura, un equipo sin sentido, sin plan, sin espíritu, nada que ver con un aspirante. Pero independientemente de eso, la virtud de La Palma fue provocarle todo eso al rival, una depresión en toda regla.

Decíamos en la previa que el Puente Genil y el fútbol en si le debían cosas a La Palma. El partido de la primera vuelta fue muy cruel con el conjunto palmerino. El karma, exactamente eso.

El Puente Genil, con el orgullo herido, tras encajar el segundo se fue arriba con más impulso que criterio, y le valió para acortar distancias, por medio de Jairo, en el 66 de juego. Y volvemos al criterio. Porque, cuando no te da la vida para más, un zarpazo se queda en nada. Y eso pasó. Dos minutos más tarde, Álex Sánchez hacía el tercero retratando de nuevo a la defensa visitante. Minuto 68 de partido.

Es lo que tiene una fiesta en la que disfruta casi todo el mundo, que la última canción aún no había sonado. La letra se la puso Buba con un centro de cine y la música la puso Sofián, de cabeza, que debutaba y saldó el pleito en medio del jolgorio.

La primera parte mereció un cuadro en toda regla, la segunda un video para poner en las escuelas. Fue el partido perfecto, la mejor versión palmerina en lo que va de temporada. Todos sumaron. Y cuando eso ocurre y fluye el fútbol y el plan, entonces uno se queda más cerca de la perfección.

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