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Puntazo de La Palma en Córdoba

Un momento del encuentro en Córdoba.

Un momento del encuentro en Córdoba. / Manolo Camacho

La fe mueve montañas y La Palma tiene el alma llena. No se puede levantar un partido sin ese efecto intangible, que no se ve pero que se siente. El relato de lo acontecido es el que sigue. Al término de la primera parte, La Palma no había comparecido por el partido en su conjunto, tan solo una acción de Zaca, y el Córdoba B se manejó como el que va a una pachanga. Siempre sueño de la pelota, de los espacios, de las llegadas y de los goles, dos, uno de ellos de penalti. Como ven, pocos argumentos para rebatir a la realidad. Los cordobeses eran un ciclón mientras que a los condales les invadía una sombra, alargada, porque no aparecieron en ninguna parte del campo.

Luego vino la continuación y todo parecía seguir igual, hasta el punto que ellos dieron un balón en el travesaño. Hasta que en el minuto 68, un error grosero del portero Iván Morales, que le entregó la pelota a Zaca, le cambió la vida a todos, a los locales, que se diluyeron, y a La Palma, que vio una luz desconocida hasta entonces.

A renglón seguido vino el segundo gol de los condales, otra vez obra de Zaca y La Palma entró en ebullición. Se sumó la expulsión del capitán Mati y se sucedieron las ocasiones, una de ellas, tras magistral jugada de Álvaro Sánchez, que no pudo concluir Perea, muy clara.

Así se consumió el partido, en medio de sensaciones contrapuestas, de una primera parte de un color y la otra de otro muy diferente. El punto hay que valorarlo por cómo se puso la cuestión y valorar de paso la fe, esa que mueve montañas y Zaca fue el gran ejemplo persiguiendo una pelota nada clara que al final le regaló el portero, solidario como nadie al esfuerzo del delantero palmerino. Puede quedar la sensación de poder haber ganado y es cierto. Pero también hay que tener en cuenta una primera parte en la que La Palma no existió. Como William Martin, así que punta que no solo aumenta la cuenta sino que te muestra el camino a seguir, el de la fe, pero también el que no se pueden tirar tantas cosas en un mismo partido.

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