Literatura

Noviembre de premios en Francia

  • Se fallan el Goncourt, el Femina y el Médicis.

  • Neige Sinno, premiada con el Femina, relata en ‘Triste tigre’ el incesto que sufrió por parte de su padrastro

Jean-Baptiste Andrea posa para la prensa en la ventana del restaurante Drouant, en París, tras ser declarado el ganador del Premio Goncourt.

Jean-Baptiste Andrea posa para la prensa en la ventana del restaurante Drouant, en París, tras ser declarado el ganador del Premio Goncourt. / Teresa Suárez / Efe

Noviembre es el mes de los grandes premios literarios franceses. Entre ellos, el más prestigioso es el Goncourt, que desde 1903 recompensa la mejor obra "de imaginación en prosa", seguido del Femina (desde 1904) y el Médicis (desde 1958). Los tres se fallan casi a la vez, con la diferencia a veces de unas horas, lo que crea un ambiente de expectante confusión en librerías y periódicos. No hay grandes dotaciones económicas, no hay nombres de famosos que empiezan a escribir novelas, pero quien gane cualquiera de ellos, o quien se coloque entre los últimos finalistas, sabe que va a pasar un buen año. Se calcula que el Goncourt (dotado con un billete de diez euros) asegura un mínimo de medio millón de ventas, lo que deja en los bolsillos del escritor algo más de un millón de euros.

Este año, quien se expone a la prometedora cifra es Jean-Baptiste Andrea con su obra Veiller sur elle (L’Iconoclaste), pero quien de verdad puede considerarse reina de las letras francesas es Neige Sinno, gracias a su extraordinario Triste tigre (P.O.L), eliminada en la última vuelta, como también lo fueron el favorito, Eric Reinhardt con su Susanne, Sarah et l’écrivain (Gallimard), y Gaspard Kœnig, etiquetado como outsider y autor de una brillante y divertida novela sobre lombrices, Humus (L’Observatoire).

Veiller sur elle es el texto que la Academia Goncourt ha juzgado más "novelesco", sacrificando tal vez la originalidad formal. Frente a propuestas un poco más atrevidas, especialmente las de Sinno y Kœnig, Andrea ha elaborado una narración convencional en torno a la relación entre un escultor pobre y una muchacha noble en la Italia inmediatamente posterior a la Primera Guerra Mundial, en la que reivindica la belleza y la sensualidad del país de sus ancestros, no a través de sus personajes, sino de una obra, una pietà esculpida por el protagonista. Una lectura "agradable", según sus primeros críticos, o incluso una solución de compromiso entre el favorito, ahijado por la editorial Gallimard, y los raros, demasiado confesionales o demasiado irónicos para colarse en el primer puesto. El jurado del Goncourt, prudente hasta el equilibrismo, juega a menudo estas cartas.

La escritura confesional gana terreno sin buscar el escándalo pero huyendo de lo consabido

Pero, en efecto, quien ya se ha coronado éxito de ventas es Neige Sinno con el relato del incesto a que fue sometida de niña por su padrastro, Triste tigre, una obra que, si bien no ha logrado el Goncourt, recibió un día antes el Femina, otorgado por un jurado compuesto exclusivamente por mujeres. En España, podremos leerlo en otoño de 2024, editado por Anagrama y en traducción de la propia Sinno, que vive desde hace años en México. Me parece que esto lo vuelve mucho más interesante; los lectores españoles nos vamos a encontrar con la obra reescrita en nuestro idioma. Será sin duda un acontecimiento. Triste tigre no es una novela, sino que oscila entre el ensayo y el diario. Lejos del relato crudo de las aberraciones del incesto, Sinno evoca con una sensibilidad muy especial que atrapa al lector el retrato de su padrastro, sus años de convivencia, el proceso judicial y las huellas imborrables del trauma. Ante una cierta frivolización en cadena producida por el #MeToo en su fase más absurda, se podría decir que Triste tigre pone orden con una clase, un estilo y una inteligencia que libran al lector de cualquier lugar común.

Neige Sinno, galardonada con el Femina por ‘Triste tigre’. Neige Sinno, galardonada con el Femina por ‘Triste tigre’.

Neige Sinno, galardonada con el Femina por ‘Triste tigre’. / Mahé Elipe / P.O.L

Gaspard Kœnig no ha ganado ninguno de los grandes premios, pero ha sido bendecido por los dioses. Su novela Humus aparecerá pronto también en España. Hasta ahora conocido sobre todo como ensayista de corte liberal, ha irrumpido en la primera línea de batalla literaria (aunque no es su primera novela) con la historia de dos jóvenes estudiantes de agronomía que deciden dedicarse, cada uno a su modo, al lombricompostaje, es decir, a la reconversión de desechos en suelo útil gracias a la digestión de las lombrices. En un tono realista, agudo y con gran sentido del humor, Kœnig retrata el mundo de los jóvenes neorrurales y del capitalismo verde, en una Francia asediada por sus contradicciones sociales.

El último gran fallo de este mes ha sido el del Médicis, que fue a parar el jueves al joven escritor canadiense Kevin Lambert por su novela Que notre joie demeure (Le Nouvel Attila). La obra venía acompañada de cierta polémica, pues el novelista afirmó haber recurrido a un sensitivity reader o lector de sensibilidad para elaborar sin caer en estereotipos un personaje de origen haitiano. Que notre joie demeure es la historia de una arquitecta estrella, rica y famosa, que de pronto ve tambalearse su mundo cuando la acusan de gentrificar un barrio obrero con su proyecto de una sede para una start-up. Se ha dicho que esta novela examina las costumbres de los poderosos de hoy como lo hizo la Busca del tiempo perdido de Proust hace un siglo con la nobleza decadente.

El realismo y la escritura confesional parecen haberse asentado en las letras francesas, sin buscar gratuitamente el escándalo pero rehuyendo a la vez lo consabido, y con cierto descreimiento con respecto a otras épocas marcadas por el compromiso. La persona frágil y vulnerable, ridícula a veces y contradictoria, se ha colocado en el centro de las preocupaciones de los nuevos escritores.

Tags

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios