O Corno | Crítica

Mujeres de frontera

Janet Novás, protagonista de la cinta ganadora de la Concha de Oro en San Sebastián.

Janet Novás, protagonista de la cinta ganadora de la Concha de Oro en San Sebastián.

Soplan vientos favorables para el cine sobre mujeres hecho por mujeres, no digamos ya si la cosa viene en alguna de las lenguas co-oficiales. O Corno, segundo largo de Jaione Camborda (Arima) recién premiado con la Concha de Oro en San Sebastián, se beneficia sin duda de este impulso y sabe sumarse a la ola con una equilibrada mezcla de oportunismo político y delicadeza poética en su regreso a la Galicia rural de 1971 para contar una nueva historia de empoderamiento, sororidad y resiliencia femenina.

Una primera y larga secuencia de más de diez minutos pone pronto las cartas sobre la mesa. Camborda filma un parto casero en toda su intensidad física, acompañando el tiempo, la respiración, los gritos y el dolor de una mujer en el alumbramiento de un nuevo hijo. A su lado, atenta y cariñosa, nuestra protagonista, María (extraordinaria presencia física la de Janet Novás), una partera local que también trabaja como marisquera y vive sola en una isla de la Ría de Arousa.

Sabiamente medida en sus diálogos y silencios, O Corno arranca su aventura impulsada por la clandestinidad, el infortunio y la huida, mecanismo narrativo que permite un desplazamiento por el paisaje en el que resuenan el tiempo y la cultura de una época oscura para las mujeres del país, no digamos ya para las mujeres rurales. Una aventura por la que se cruzan la magia, el sexo furtivo, el contrabando, la inmigración, la suplantación, el trabajo precario o la prostitución, temas más o menos camuflados en una trama que se disuelve poco a poco y en la que a veces se ve demasiado la calculada dosificación de modelos (de la mujer madura solitaria a la joven sordomuda) y asuntos con los que Camborda aspira a hablar de lo universal y atemporal (femenino) a partir de lo local y lo histórico.

O Corno es un filme de ecos, resonancias y ciclos (la maternidad, el nacimiento, la muerte…), un film apegado a los cuerpos y el terreno, a la noche como refugio, un filme de reflejos entre una y otra orilla del río que separa España y Portugal, pero tras la que resuenan unos mismos gestos y unas mismas limitaciones y prisiones. Con todo, en su belleza incontestable (cortesía del gran Rui Poças), o en el calado simbólico de algunas de sus imágenes primordiales, O Corno leva lo femenino como origen y destino del mundo.