Hispanoamérica, canto de vida y esperanza | Crítica

Leyenda contra leyenda (negra)

Una imagen del documental de López-Linares.

Una imagen del documental de López-Linares.

El veterano documentalista José Luis López-Linares ya expuso con su habitual formato de calidad y ortodoxia en España, la primera globalización numerosos argumentos para desmotar esa leyenda negra que acompaña la Historia de España en su relación con el Nuevo Mundo, una leyenda que insiste hoy desde sus frentes políticos y mediáticos en desacreditar el paso de la corona española por América con todo un arsenal de imprecisiones, medias verdades o falsedades en torno al concepto de colonización, sumisión y explotación de los distintos pueblos indígenas desde que Colón pusiera pie en el continente.

Si entre medias ha retratado los procesos de elaboración del vino de la Rioja o el universo pictórico de Goya, este nuevo documental regresa sobre aquellos mismos pasos para prolongar, tal vez con exceso de insistencia, todo aquel discurso que desmontaba tópicos negativos para dar de nuevo voz a historiadores y expertos de uno y otro lado del continente, con especial atención a los de México, Perú, Bolivia o Ecuador, como principal argumento legitimador de una correcta interpretación de los hechos convenientemente aderezado con un generoso arsenal de documentos y filmaciones en las misiones, edificios e iglesias (barrocas) que atestiguan el mestizaje y el reconocimiento del otro como el principal objetivo y legado de la presencia española en Hispanoamérica, que no Latinoamérica, a lo largo de más de tres siglos.

López-Linares presta esta vez especial atención a la música como nexo entre culturas y vehículo esencial para un viaje de ida y vuelta (con Juan Valderrama y Carlos Vives como exponentes) que tendría en el flamenco la manifestación más evidente de aquella fusión de ritmos, tonos e instrumentos que determina al fin y al cabo una historia que, insiste una vez más el documental, es la de un encuentro basado en la mezcla y no tanto la de una conquista o invasión fundadas en el expolio y la aniquilación.

Si en aquel primer filme el formato se antojaba efectivo, aquí se dejan ya ver demasiado unos recursos y una retórica que, sin contrastes, contraplano o contrarrelato, dejan demasiado al descubierto la unilateralidad de una propuesta siempre convencida de sus propios argumentos, a veces hasta el punto de una contraproducente idealización. La profusión de datos y relatos y cierto embellecimiento tópico de todo lo filmado y mostrado tampoco contribuyen a reposar y asimilar la información ofrecida más allá de su encadenamiento unívoco.