derechos humanos | racismo

Minnesota, Almería, Cádiz

  • La solidaridad despertada por el caso de George Floyd contrasta con el poco eco de episodios más cercanos

La concentración en protesta por la muerte de George Floyd y los abusos policiales, el pasado lunes, en la catedral de Cádiz.

La concentración en protesta por la muerte de George Floyd y los abusos policiales, el pasado lunes, en la catedral de Cádiz. / APDHA

Tenemos el caso de George Floyd, muerto bajo detención policial callejera en Minnesota mientras repetía infinidad de veces que le dejaran respirar. Iliass Tahiri murió en un centro de menores de Almería, inmovilizado por varios trabajadores, según puede verse en un vídeo que ha movido a la familia, residente en San Roque, a recurrir la sentencia. Durante el estado de alarma, distintas entidades han alertado de casos de violencia institucional a manos de la Policía, algunas con perfil étnico-racial –una de ellas, a una pareja gaditana de origen sudamericano, según recoge APDHA–.

De todos estos episodios, del que seguro habrán oído hablar es del primero. ¿Por qué parece que le prestamos más atención, o que reaccionamos con más contundencia, ante lo que pasa a miles de kilómetros? ¿Es una cuestión de no querer mirarse en el espejo? “Bueno, dependemos culturalmente de Estados Unidos, y todo lo que pasa allí se magnifica –comenta Diego Boza, profesor de Penal en la UCA–. Por otro lado, ocurre que no hay un contrapeso social tan fuerte como allí existe de la población negra: muy mayoritariamente, aquí seguimos siendo blancos”.

Para Rafael Lara, de APDHA, el caso de Floyd ha sido la “chispa que enciende una pradera totalmente seca, en un incendio que ha saltado al resto del mundo, y con razón, ya que en todo el mundo, en España y en Europa, el tratamiento abusivo de la Policía, salvando las distancias, es una realidad: el relato de casos en España de personas que han muerto en situaciones institucionales son muchísimas”. Esa indignación, apunta Lara, se reflejó en las concentraciones que tuvieron lugar el pasado domingo, una de ellas, en plaza de la catedral de Cádiz.

“Pero es verdad que se da esa contradicción, y a los que trabajamos en colectivos por la integración nos duele –continúa–. Nos movilizamos por George Floyd y permanecemos indiferentes hacia lo que sucede en el Mediterráneo, o ante casos como el del Tarajal. Quizá la solidaridad que hemos aprendido a tejer durante la pandemia nos sirva para aprender algo al respecto, y podamos potenciarla”.

“Para bien y para mal, vivimos en un mundo muy intercontectado, en el que las redes sociales juegan un papel tremendo –apunta Francisco Morales, desde CEAIN Jerez–. De hecho, hoy día, las grandes concentraciones no suelen partir de las organizaciones: sino desde iniciativas a partir de redes. Lo ideal sería que esa indignación moviera a un espíritu crítico hacia las normativas, los procedimientos...” Tanto desde CEAIN como desde Andalucía Acoge o SOS Racismo se han denunciado reiteradamente actuaciones policiales y abusos de poder en los que prima el perfil étnico.

Durante el Estado de Alarma, se han recogido casos de abuso policial de perfil étnico: uno de ellos, en Cádiz

Diego Boza no es optimista al respecto: “Si en Estados Unidos, con la cantidad de gente negra incorporada al imaginario, incluso con un presidente negro, llevan siglo y medio sin acabar con la discriminación, no sé cómo podremos acabar con ese prejuicio”.

“Cuando le preguntan a Patxi López por la brutalidad policial, parece no querer reconocer una realidad –desarrolla–. Quizá se toma como una crítica global al sistema; hay cierto corporativismo sistémico que intenta ocultar estas cosas. Pero, precisamente para que dejen de ocurrir, hay que plantearlas”.

Y aun así, la sociedad española ha aprobado la primera evaluación: “ La española es una sociedad en la que el crecimiento de la población inmigrante se multiplicó por diez en veinte años, y los incidentes racistas más graves al respecto (Mallorca, Almería) fueron focos muy concretos. Se ha dado una aceptación y un proceso de integración dual por ambas partes que ha normalizado la convivencia en la medida de lo posible. Pero de repente, en 2007, la inmigración se convertía en el segundo problema de los españolas según el CSIC. ¿Qué había pasado? Porque cuando les preguntabas qué les agobiaba en su día a día, el tema de la inmigración bajaba muchísimo de posición. ¿Qué ocurría aquí? Pues que era más bien una idea adquirida”.

Desde los colectivos coinciden en afirmar que, en los últimos años, el discurso racista ha ido ganando terreno en el ámbito público: “No creo que saliera de la nada -comenta Boza- pero se ha normalizado”. Y ha llegado a lo político. Ni siquiera tiene por qué ser explícito. Mientras los actores políticos y económicos parecen volcados en hacer que en julio el músculo turístico funcione como la seda, la Operación Paso del Estrecho es vista con preocupación: Moreno Bonilla, de hecho, se ha mostrado a favor de suspenderla este año.

Boza recuerda la comparación fácil: “La OPE reúne a tres millones de personas y prohíben romerías con 3000 personas. Se olvida que ferias como las de Málaga o Sevilla reúnen a más de un millón de personas. Y no es una cuestión de permiso, sino una organización que involucra a varios países y que se hace precisamente para que no se den las escenas de hace años”.

Diego Boza: "La aporofobia va más allá del abuso: lo son también las críticas al IMV o a la OPE, por ejemplo"

En otro sentido, pero relacionado con la aporofobia, Boza apunta también el comentario de la ministra Carcedo respecto a la aprobación del IMV y la picaresca: si fuera una medida fiscal de otro tipo, dijo la ministra, nadie saldría diciendo que los que tienen dinero pueden defraudar.  “Azuzar el prejuicio es irresponsable porque nos dirigimos hacia una sociedad multicultural y diversa y, a la hora de la verdad, no puedes ir atrás: no puedes instaurar El cuento de la criada o una Arabía Saudí para los homosexuales”, indica Boza.

La aporofobia será una figura considerada agravante, de hecho, dentro de los delitos de odio: “Es estupendo que ordenemos jurídicamente una situación de abuso, pero me preocupa que se delimite la aporofobia al hecho concreto, por ejemplo, de maltratar a un mendigo, porque es mucho más amplio –continúa–.  Las mismas críticas del IMV, el tema de la OPE o el decir que las medidas de Kichi iban a llamar a otras personas sin hogar de otras localidades... todo eso también es aporofobia", reflexiona Boza, que indica que el establecimiento del IMV "va a suponer un punto de partida muy interesante, porque la posibilidad de trabajar con ellos va a ser distinta. Puede haber opción a buscarles una casa, de ahí, a la higiene, de ahí, a un trabajo”.

Para Francisco Morales, ha llegado el momento de “terminar con el apaciguamiento” del discurso político respecto a la inmigración: “Parecía que lo mejor era no responder a las brutalidades que se escuchaban, para no darles aire. Pero ha llegado el momento de plantar cara, tanto la sociedad civil como los partidos que creen en la igualdad: porque el mensaje contrario va calando y parece que no hay argumentos, y hay argumentos de sobra”. No sólo alegando a la solidaridad, apunta Morales, sino también “a la evidencia”: “No puedes salir de esta crisis, por ejemplo, dejando en la cuneta al 12% de la población. Cuando se han flexibilizado procesos, por ejemplo, respecto a la documentación agraria, ha sido positivo. Hay que recuperar a los que los sociólogos definen como ‘no decantados’: nos conviene que los que no lo tienen claro o no quieren meterse en líos se hagan partícipes de la convivencia”.

Francisco Morales: "Hay que terminar con el apaciguamiento del discurso político respecto a la inmigración"

“Venimos de cuarenta años de rémora”, recuerda. Y, aunque no los tuviéramos, lo humano es tener prejuicios. Lo que ya no es tan humano es que esos prejuicios te desdibujen las líneas básicas de los derechos fundamentales: “Como les digo a mis alumnos, yo a mi primer negro lo vi con seis años. Los coles ahora son multiraciales –prosigue Boza–. Luego, el segundo componente es el de clase: la población inmigrante racializada suele estar entre los colectivos más vulnerables y desfavorecidos”.

Aun así, en lo que respecta al orden, tenemos un código duro, en lo simbólico y en lo palpable: “El propio sistema migratorio: los CIES encierran a gente que no ha cometido delito, pero a los que aplicamos la privación de libertad como escarmiento”.  Boza pone otro ejemplo: “Muy raramente vas a ver a un negro en la Policía, o a un musulmán en la Guardia Civil. Podrían. Ya hay muchos nacionalizados. ¿Por qué? Hay una barrera mental de estas propias personas, que no quieren acceder a ese ámbito. Ahí tendríamos que desarrollar políticas de discriminación positiva. O crear agentes de proximidad que fomentaran la relación entre los colectivos inmigrantes o racializados y determinados grupos étnicos y la Policía”.

Por supuesto, “también hay que eliminar de prejuicios la extracción ideológica de la Policía porque, además, no debe tener ideología. La pagamos entre todos. Por su situación, el colectivo inmigrante es especialmente vulnerable, y el rechazo hacia lo que perciben de las fuerzas de seguridad los hace aún más vulnerables”.

Rafael Lara, por otra parte, comenta que la lección que parecemos haber aprendido todos a partir de la crisis del coronavirus (la importancia de la sanidad y la educación públicas) no parece haber “calado entre partidos y administraciones”.

“La cuestión no es, por ejemplo, cómo integramos a los niños inmigrantes en la escuela, sino cómo hacer una escuela más inclusiva para todos. Los otros –puntualiza Francisco Morales– ya son nosotros. Hay centros educativos con una alta tasa de alumnado inmigrante que funcionan muy bien, porque ha habido una apuesta decidida por ellos, existen apoyos compensatorios y la diversidad suma: pero han de darse recursos y estrategias. Ninguna integración va a ser posible si no existe una red social fuerte: cuando empieza a saltar el discurso de que vienen a llevarse mi trabajo, aprovecharse, llevarse mis ayudas, mi plaza del colegio... es que hay una insuficiencia manifiesta de derechos sociales para todos”.

Y pone de ejemplo la labor que en CEAIN están realizando en la zona sur de Jerez, “diez años de proceso comunitario y cultural, en el que vas poniendo granito a granito actividades de convivencia y relación. Así, cuando sucede un conflicto, hay suficiente masa crítica para que los vecinos digan: esto se acota aquí y no se generaliza”.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios