De El Ejido a Torre Pacheco

Los incidentes de la localidad almeriense hace 25 años guardan similitudes con los de la murciana, aunque más organizados y alentados desde fuera

La presencia de grupos organizados causa unos incidentes con orígenes foráneos

Cuando la ira se apoderó de las calles de El Ejido

Una de las noches de disturbios en la localidad murciana de Torre Pacheco esta semana.
Una de las noches de disturbios en la localidad murciana de Torre Pacheco esta semana. / Martín C. / Europa Press
Óscar Lezameta

19 de julio 2025 - 06:59

El calendario tiene esos caprichos. Los incidentes en la localidad murciana de Torre Pacheco se han desarrollado el mismo año en el que se cumple un cuarto de siglo de los que asolaron la localidad del Poniente almeriense de El Ejido. Entre una y otra apenas hay 250 kilómetros y muchas similitudes. Son comarcas que viven de la producción agrícola y que, a pesar de los avances tecnológicos introducidos en la misma, precisan de mano de obra en grandes cantidades. Entre las dos comparten el mismo problema de falta de integración de esas comunidades cuando terminan su trabajo. Nadie les alquila una vivienda lo que aumenta su separación de una sociedad que no termina de aceptarles como parte de ella. No obstante, entre unos y otros incidentes hay una diferencia más que notable. En Almería se asistió a un estallido de los vecinos; lo de estos últimos días está organizado y alentado desde el exterior. Las redes sociales, la mayor presencia de grupos ultra ponen la diferencia sustancial con lo que estos días ocurre en la provincia vecina.

Los hechos de El Ejido tuvieron un comienzo mucho más grave. El 22 de enero de 2000 dos agricultores fueron salvajemente asesinados por un magrebí con problemas mentales; tanto como para semanas después agredir al director del centro penitenciario de El Acebuche, cuando acudió a su celda alertado por los desaforados gritos que profería. Dos semanas después, en el mercadillo de Santa María del Águila, una barriada ejidense, la joven Encarnación López moría de una puñalada que la propinó otro ciudadano magrebí. Entre medias, una concentración ante el Ayuntamiento de la localidad, lejos de llamar a la calma, encendía todavía más los ánimos. En ella, al alcalde, Juan Enciso, no se le ocurrió mejor arenga que decir, “nos tienen envidia, vienen a por nosotros”.

No hizo falta más. Minutos después del traslado del cuerpo, se escucharon los primeros insultos, se vivieron las primeras carreras. Eran unos marroquíes que regresaban después de horas entre invernaderos, ajenos a todo lo que había ocurrido. Dos días después, en el entierro de la joven, la agresión al subdelegado del Gobierno, Fernando Hermoso, colocó a El Ejido en el mapa del mundo. El embajador de España ante Naciones Unidas, Inocencio Arias, reconoció sentirse “horrorizado” al ver las imágenes en la programación local de las cadenas americanas.

Dos noches fueron suficientes para destrozar locales, lugares para el rezo y residencias en una revuelta no vivida nunca en todo el territorio nacional. Políticos desbordados por los acontecimientos y unos refuerzos policiales que, según reconoció a este periódico quien entonces era el delegado del Gobierno en Andalucía, José Torres Hurtado, “tardaron mucho en llegar”.

Casi un mes estuvo el político granadino residiendo en el Poniente almeriense. Buscaba una salida a algo que no se entendía. Una huelga de jornaleros inmigrantes, llamamientos a una regularización que aún no se ha hecho y unos problemas que se aletargaron, pero que siguen presentes. La frase del regidor ejidense, Juan Enciso, sigue siendo válida un cuarto de siglo después: “a las seis de la mañana, hacen falta todos los emigrantes; a las seis de la tarde, sobran todos ellos”.

Agentes de la Guardia Civil junto a inmigrantes en la barriada ejidense de Las Norias en el año 2000.
Agentes de la Guardia Civil junto a inmigrantes en la barriada ejidense de Las Norias en el año 2000. / Carlos Barba / EFE

Los necesitamos y cada vez más formados”. La frase se escuchó esta semana en boca del presidente de los empresarios españoles. En cualquier caso, se hace poco por integrarlos. El casi imposible acceso a la vivienda y a unas condiciones de vida dignas, lastran cualquier esfuerzo.

Diferencias sustanciales

Un cuarto de siglo después, esos mismos problemas han saltado en Torre Pacheco una localidad olvidada de la que todo el mundo ha oído hablar. Los problemas son los mismos. Una población agrícola que precisa de la mano de obra foránea. Las diferencias, no obstante, sortean una repetición del análisis.

En efecto, han pasado los suficientes años como para asistir a una segunda generación de hijos de inmigrantes, ya nacidos en España pero que siguen siendo rechazados como nacionales. No hay que irse a los casos de Yamal o los Williams para encontrar algo semejante. La salvaje paliza a un adolescente de quince años que acudió a manifestarse en contra de la paliza del anciano que desencadenó estos incidentes, es una buena prueba de ello. Él quiso protestar con los nacionales, pero éstos se negaban a verlo como uno de los suyos a pesar de que lo es: “puto moro” fue uno de los insultos que se escucharon en medio de los golpes. La cosificación de personas es el primer síntoma de la enfermedad de la intolerancia.

Las otras diferencias son más evidentes. En El Ejido fueron los vecinos quienes estallaron; en Torre Pacheco los incidentes se planearon fuera. Los tres implicados en la paliza al anciano, llegaron a la ciudad murciana y se fueron una vez encendida la mecha. Ésta prendió y trajo a sus calles grupos de ultraderecha organizados para utilizar y amplificar los desórdenes. Las redes sociales, ausentes hace 25 años, sirvieron de cómplices para convocar y organizarse. Lo de la pasividad de los políticos (no importa a qué bando ideológico pertenezcan) y las acusaciones de tardanza en el despliegue de efectivos policiales, tampoco son nuevos. No lo serán las salidas a estas jornadas. Es segura la apuesta de que las medidas que se pongan encima de la mesa (si es que lo hacen) servirán para lo mismo que lo hicieron las escasas que se hicieron tras los sucesos de El Ejido, es decir, para aplazar un episodio que volverá a ocurrir.

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