
En tránsito
Eduardo Jordá
Un capricho goyesco
PERCIBAN en la delicadeza de sus sentidos, todo lo que les rodea: primeras y elegantes floraciones, frecuentes olores a incienso al pasar por las puertas de nuestros templos, proclamas adheridas en las paredes y en nuestras casas de hermandad, todo ello para anunciar los clásicos cultos anuales, con el único fin, de que todo quede predispuesto para la preparación y celebración de la Pascua.
Es un tiempo de alegría que invita a la reflexión, son momentos propicios de serena e invitada reconciliación. Días que invitan al examen interior y por tanto, de mirar fijamente al Dios hecho hombre, para que desde nuestra debilidad y miseria humana, entablemos con el corazón un diálogo espiritual y alcancemos la tan necesaria misericordia.
Dentro de los actos a realizar desde el celebrado el primer lunes de Cuaresma, nuestro Consejo de Cofradías, algunas hermandades y comunidades parroquiales, nos ofrecen en estos días la oportunidad de acercarnos a Cristo a través del piadoso ejercicio del vía crucis. Una práctica que necesita de amor, de un amor hacia Dios y hacia los hombres. Precisa de un ejercicio interior y contemplativo que debemos practicar abiertamente en la calle, sin ningún tipo de rubor o vergüenza, con el protocolo imprescindible y la máxima sencillez, pues los cristianos al igual que otros colectivos practicantes de otra fe, debemos sentirnos orgullosos del que es nuestro Dios y Maestro. No debemos hacer de este ejercicio cristiano, un atril de realces sociales, de pública promoción de partidos políticos, de presunta suntuosidad de la imagen gubernativa o finalmente, de enaltecimiento de medalleras vanidades, que eso ha de quedar a otros niveles y para otras cosas. Demos pues contenido a los actos de nuestra fe. Al César, lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios.
Pero como todo es susceptible de mejorar, sería muy conveniente, que a este tipo de actos se les dotara de un contenido que dentro de su realidad, expresara y diera como resultado, todo el fundamento y provecho espiritual que tiene o pueda tener a nivel personal. Por ello y dentro de una alternativa participativa en nuestras feligresías, ha de buscarse el recorrido y lugar idóneos, pues el recogimiento es el factor indispensable, dado que a mayor nivel de ruido, mayor capacidad de distracción: difícil pero no imposible.
Busquemos la sintonía con Dios. Una mirada al que está caído, un cruce de palabras sin articular los labios con un nazareno, o un sentimiento penitente con ese hombre crucificado, nos transportará a otra época en cualquiera de las estaciones de esa Pasión, donde el Dios sufriente se entrega por todos nosotros.
Y así, entre luces de cirios encendidos, aderezados con aromas de naranjos en flor y arropados con un manto de estrellas, pidamos en este ejercicio piadoso la misericordia divina para obtener el perdón de nuestros pecados.
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