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Historias del fandango: Le llamaban Vedrines

[1] Carlos Hernández 'Vedrines'. Foto: 'Dígame', 15 septiembre 1942.

[1] Carlos Hernández 'Vedrines'. Foto: 'Dígame', 15 septiembre 1942.

LE llamaban Vedrines, como al mítico aviador francés, y fue con sus espectáculos de ópera flamenca uno de los personajes más decisivos para el éxito del fandango, que se puso a la cabeza del cante flamenco entre los años veinte y los cincuenta del siglo pasado. Carlos Hernández convirtió los espectáculos de flamenco y variedades en acontecimientos de masas en ese período. Celebrados en grandes escenarios (plazas de toros y foros de gran capacidad), supusieron una fórmula de éxito que encajó perfectamente con los mayoritarios nuevos gustos de la sociedad.

La ópera flamenca fue una manera eufemística de llamarlos, justificando con ese nombre unos beneficios fiscales que equipararon a estos espectáculos con los de ópera y zarzuela, tributando al 3% en vez de al 10% como lo hacían antes. Y cabría pensar que con tan ostentosa denominación había también un propósito de equiparar al flamenco con las músicas cultas, socialmente consideradas de mayor rango.

Trajinando con cómicos

Poco trato le dio la prensa en su tiempo a un personaje tan decisivo para el flamenco como fue Carlos Hernández, el mejor promotor de espectáculos de este género que hubo en el siglo XX. Pero quedó una entrevista que le hizo la revista Dígame, en septiembre de 1942 firmada por Graciela, por la que conocimos aspectos interesantes de su dedicación a la causa flamenca [1].

[1] Carlos Hernández 'Vedrines'. Foto: 'Dígame', 15 septiembre 1942. [1] Carlos Hernández 'Vedrines'. Foto: 'Dígame', 15 septiembre 1942.

[1] Carlos Hernández 'Vedrines'. Foto: 'Dígame', 15 septiembre 1942.

Cuando se publicó, Vedrines llevaba ya un tiempo “alejado del fragor de las luchas con artistas y con nóminas” y se dedicaba a la explotación de un cine de barrio en Madrid, tras recuperarse de una grave enfermedad. Así que lo que contó fueron retazos de sus memorias, después de treinta años viajando en los trenes y por carreteras con un gran autocar, “trajinando con cómicos, luchadores y danzantes”. “Me conozco las rutas de España mejor que un viajante de Mataró o de Sabadell”.

Un buscavidas por el arte

Durante su vida de empresario flamenco llegó a llevar una troupe de cuarenta y cinco de los más famosos artistas recorriendo el país. Hernández provenía del sector industrial, pero se había casado con una artista de variedades, La Sultanita, y de ahí derivó a la cosa artística para él también. Primero fue actor cómico, chansonier y empresario; formaron pareja en la profesión, haciendo diálogos, monólogos y canciones a dúo.

“Tuvimos un buen éxito, aunque todavía no me explico cómo se reía y se divertía tanto el público con mi trabajo, como no fuese de puro mal cómico que era yo”, comentaba.

Cartel de un espectáculo en Granada, 10 agosto 1935. Cartel de un espectáculo en Granada, 10 agosto 1935.

Cartel de un espectáculo en Granada, 10 agosto 1935.

Estuvieron así siete años en los que hizo de todo: de actor, taquillero, acomodador y hasta de portero de su espectáculo. Después, cuando ganaron dinero suficiente, se convirtió en empresario, formando compañías de variedades, de circo, de zarzuela, de flamenco; fue productor de cine e incluso de exhibiciones de lucha greco-romana. La pareja tuvo una hija que también se dedicó al arte: fue la bailarina Aurora Imperio. Cuando él se retiró del negocio, le siguió su cuñado, el cartagenero Alberto Montserrat, pero aquellos espectáculos ya no alcanzaron el renombre que tuvieron en las décadas anteriores, aunque todavía siguieron celebrándose hasta mediados de los años cincuenta.

¿Por qué Vedrines?

Por una broma de unos amigos, como suelen surgir muchos motes. Hablando un día sobre las proezas del piloto francés, que acaba de visitar España, a Carlos Hernández se le ocurrió decir que él era capaz de construir aparatos como los que volaba Vedrines y empezaron a llamarle con ese mote. Y Vedrines se le quedó y, como le pareció sonoro y llamativo, así le llamó después al dúo que hizo con su mujer: Les Vedrines, que parecía más internacional sonando francés. Con el tiempo, se hizo tan conocido que era difícil encontrar en España a alguien que no le sonara este nombre.

La faca disuasoria

Como es sabido, España no participó en la Primera Guerra Mundial, pero el tenso debate político que azotaba a Europa también se reflejó en nuestra sociedad provocando inestabilidad, desórdenes y un clima social poco fiable. Cuando Vedrines debutó con su mujer en Madrid, en 1917 o 1918, la noche entrañaba peligros en las ciudades. Sufrir robos y expolios eran hechos corrientes. Había atracadores que despojaban hasta de la ropa a sus víctimas y luego las ataban a un árbol o a una farola.

Carlos y su mujer hacían en su espectáculo un número de indios apaches en el que ella le mataba con una navaja enorme de madera que parecía de verdad. Y Carlos, prevenido por las noticias de los atracos, llevaba todas las noches aquella navaja de atrezzo debajo del gabán. De vuelta a su casa, una noche le salieron dos individuos pidiéndole fuego, y él, en vez de darle cerillas les sacó aquel navajón tremendo ante lo cual huyeron despavoridos. La pareja nunca llegó a saber si se trató de atracadores de verdad o de simples ciudadanos que pedían candela para el cigarrillo.

Cartel de un espectáculo en Valencia, 13 julio 1929. Cartel de un espectáculo en Valencia, 13 julio 1929.

Cartel de un espectáculo en Valencia, 13 julio 1929.

(Continuará)

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