Del Dios Toro

Un hondo novillo de los Cuadri: 'Quejoso'

  • No hay este año corrida de Cuadri en el abono de la Maestranza, pero sí novillada, que se jugó ayer en sitio de honor · Un ejemplar de categoría y fuerte personalidad

SE tiene la idea, hablando de toros, de que la hondura es privativa de la edad. Y, por tanto, que sólo puede ser hondo un toro a partir de los cuatro años. De los cuatro en adelante pero nunca antes. La hondura es una perspectiva del toro. Una manera de ser. O sea, pura morfología. Pero también una manera de verlo o mirarlo, una impresión, una sensación.

Esas tres cosas juntas, y de acuerdo con determinadas dimensiones y proporciones. Una relación armónica de volúmenes. Se da por buena la teoría de que, para entrar en el cupo de la hondura, un toro debe ser necesariamente corto de manos y, luego, de ancha caja y muchos pechos. A los toros zancudos cuesta encasillarlos como propiamente hondos.

Sí se puede hablar del cuajo del toro zancudo. Pero no tanto de su hondura. Al toro hondo gusta verlo pegado al suelo. No conviene que sea alto de agujas y hasta se diría que la hondura es incompatible con la altura de cruz. Hondo o alto. O alto u hondo. Las dos cosas no pueden ser a la vez.

Los cortos de manos galopan por lo general mucho más y mejor que los zancudos. Un galope de toro hondo no tiene por qué ser parecido al de los felinos ni al de los caballos. Es otro el ritmo. Más pesado. No todos los toros hondos galopan en la plaza. En el campo es otra historia, pero es que el toro del campo y el toro que asoma por el toril no parecen muchas veces el mismo animal. Los imponderables de la lidia y en particular las secuelas del tercio de varas provocan mutaciones irreversibles. Parece una perogrullada, pero un toro se ve y se mide en el último cuarto de hora de su vida. Para eso se ha estado criando durante cuatro años, cinco o casi seis. La hondura es una característica genética, que se transmite, por tanto, de generación en generación. En algunos casos la hondura asoma precozmente. Al ver la novillada de los Cuadri que ayer se jugó en Sevilla, se hizo manifiesta esa idea de la hondura precoz, es decir, anticipada al canon de su edad. Y hubo un novillo, el primero de envío, número 48, Quejoso, negro zaino, que resultó la imagen perfecta de esa idea. Un novillo de impecable hondura. ¿Se ha dicho que la hondura es en un toro belleza?

Pues eso es, entre otras cuantas cosas. En invierno se supo que los Cuadri no iban a lidiar este año corrida ni en Sevilla ni en Madrid. La noticia fue un disgusto para quienes sienten por la ganadería devoción sincera. Para paliar en parte la pérdida, decidieron que fuera de Cuadri la novillada ya clásica de abril, la más relevante de las ocho que se venden en el abono de la Maestranza y se celebran en mayo o en junio. Como fuera de concurso. Una de las sorpresas buenas de los carteles de Sevilla ha sido precisamente la idea de repescar a los Cuadri. Con una novillada. No vale echar mano del "a falta de pan, buenas son tortas", porque tampoco es eso.

Lo ideal suele ser un sueño imposible, y lo ideal hubiera sido ver jugarse ese número 48 con un año más, cuatreño cumplido, o el año que viene. Imposible. Epítome de la hondura fueron las hechuras de ese novillo que parecía encampanado de partida pero que rompió a embestir con esa clase tan particular del toro de Cuadri, que es ahora mismo un encaste propio. No hizo falta ni calentarse. El toro -el novillo…- estuvo en marcha desde el primer capotazo, que no es común, porque en Cuadri suele darse de salida una personal pereza propia en apariencia del toro tardo. Dos varas, dos quites, tres lindos ataques en banderillas y, después, y en la muleta, esas embestidas largas y tupidas, seguidas, vivas y densas. Memorable.

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