La Cantonera

Y ahora, el pregón

  • Se trata de un acto que une a todas las hermandades en torno a la palabra sentida del orador

El Cristo de la Sangre durante su salida procesional de 2019.

El Cristo de la Sangre durante su salida procesional de 2019. / Canterla

Una vez realizado el Vía Crucis de las Hermandades que organiza el Consejo, podemos decir que la arriesgada apuesta, al realizarlo en el exterior de un templo en las condiciones sanitarias existentes, ha salido satisfactoriamente bien o al menos, tal como están las cosas, podemos indicar que no ha provocado consecuencias a destacar.

La organización ha sido de diez y hemos podido volver a ver escenas cofrades que añoramos con nostalgia. También debo decir que me ha dado la impresión de estar viviendo un acto donde parecía que lo más importante era no fallar y cumplir estrictamente las normas sanitarias, antes que sentir un acto de fe, penitencia y devoción. Por desgracia, siempre estamos en boca de aquellos que esperan un fallo organizativo como excusa para atacar la forma de vivir nuestras creencias religiosas y esa presión, marca. Por eso me molesta cuando se miran con lupa nuestros actos cofrades.

El caso es que ya hemos vivido el 50% de los actos programados por el Consejo de Cofradías de nuestra ciudad en esta atípica Cuaresma, donde debíamos reinventarnos y afrontar las situaciones anormales que estamos sufriendo. Mucho se esperaba y a estas alturas, poco se ha hecho.

Ahora viene el pregón, con el que se cumple el otro 50% de actos programados. Un acto que une a todas las hermandades en torno a la palabra sentida del orador. Además, el acto del pregón atrae a un público amigo y aficionado. Pero lo que más me llama la atención es que une a todos los cofrades que están trabajando desde dentro por sus hermandades, los que viven el día a día de sus hermandades en sus casas de hermandad y preocupados por afrontar las distintas vicisitudes que diariamente deben afrontar los oficiales de las Juntas de Gobierno.

En este artículo quisiera centrarme en las dificultades técnicas que entrañan la realización de un pregón. Además de la soltura en la oratoria y la entonación de lo escrito, debemos sumar la agraciada elección de los pasajes a desarrollar de cada una de las hermandades siguiendo un hilo conductor que las una. En lo escrito, aunque se utiliza algo de prosa, el gran protagonista es el verso, bien medido y sin abusar de la rima fácil.

Y todo este dispendio literario se ofrece para pregonar las excelencias de nuestra Semana Mayor y el pregonero se vuelca en el momento, dejando lo mejor de sí, todo lo que puede aportar para que sus palabras transmitan la mejor Semana Santa del mundo, la de su tierra, la de su gente.

En estos momentos no puedo olvidarme de todos los pregoneros que se han esforzado por hacernos llegar ese magnífico anuncio anticipado de los maravillosos días que esperábamos.

Pero... ¿Qué ocurre cuando ese pregonero que se prepara mediante su escogido verbo a embellecer la Semana más bonita del año? ¿Cuándo sabe que las cofradías a las que va a pregonar no harán su tradicional Estación de Penitencia por las calles de nuestra ciudad?

En este caso, la dificilísima labor del pregonero de este año, nuestro querido Eduardo, es digna de todo elogio. ¿Habrá algo más duro que tener que pregonar una Semana Santa que no va a ocurrir?. Una Semana Santa nueva, que nunca hemos vivido, que no conocemos.

¡Qué tengas mucha fortuna en este nuevo reto, pregonero!

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