Ayamonte

La Virgen de las Angustias, la devoción del Guadiana

  • La historia de Ayamonte no se entendería sin la devoción a esta imagen

  • Ello se plasmó en el excepcional monumento erigido en 2006 en honor a la Virgen, que serviría para recordar a perpetuidad la devoción inherente de todo un pueblo a su Madre

Los ayamontinos tiene un encuentro muy especial estos primeros días de septiembre con su devoción mariana en la iglesia parroquial de las Angustias en el barrio de la Ribera.

Los ayamontinos tiene un encuentro muy especial estos primeros días de septiembre con su devoción mariana en la iglesia parroquial de las Angustias en el barrio de la Ribera.

Cabe pensar que los grandes hitos de la historia transcurren en torno a los grandes ríos, verdaderos fluidos de vida de hombres y mujeres que supieron construir el devenir de la propia existencia. Quizás el Guadiana se pueda incluir en la nómina de la historia de estos grandes fluidos de vida, constituyendo sin duda uno de los más exultantes fragmentos de nuestra historia peninsular; un espacio donde viven en sus orillas dos entidades cruzadas, dos culturas que convergen en el horizonte íbero, lo español y lo portugués. Más que un río, es un símbolo de unión, de dos mundos que se unieron en 1991, con la construcción del famoso puente situado en la localidad de Ayamonte, y dejaron atrás huellas de sangre de innumerables controversias fronterizas.

En su ribera nació la leyenda, la historia de una frontera, disputada entre tribus íberas y lusitanas, romanos y cartagineses, visigodos y alanos, musulmanes y cristianos, castellanos y portugueses. Tierra de conflictos, de miserias humanas, regadas por la sangre de los que murieron injustamente en luchas interminables que ensombrecieron sin sentido la separación natural de los dos márgenes del río. La configuración de su marquesado, en la figura de Francisco de Zúñiga y Pérez de Guzmán, por Carlos I en 1521 le otorgaría su definitiva estabilidad, un episodio que este año cumple su quinto centenario.

Ayamonte... una localidad fronteriza, en cuyas calles huele a mar y a navegación. Donde convivieron sus rudos atuneros, que supieron inmortalizar de forma magistral, más próximo ya a nuestros días, las pinceladas del genial pintor Sorolla, fechable hacia 1919. Una actividad pesquera la de los atuneros, que nos lleva a recordar como desde el siglo XVI, Ayamonte habría disfrutado de un amplio caladero de especies marinas diversas, como consta en el Diccionario Geográfico de Tomás López.

Leyendas de fronteras y de marinos, que convergerían en la raíz de una devoción mariana, la de la Virgen de las Angustias de Ayamonte, que bien podría llamarse la Virgen del Guadiana, cuya festividad se celebra todos los 8 de septiembre, cuando  recorre las calles del pueblo que mira hacia las tierras lusas, donde se descubrió, aunque viviera en tierras españolas, la imagen que uniría y rompería en su devoción la fronteras físicas y políticas que separaron a ambos países.

Una devoción mariana que nacería en el seno de la propia identidad de la población, ya que fueron unos marineros, apodados los Coritos quienes descubrieron la singular imagen, allá por el lejano siglo XVI, en las inmediaciones de Castro Marín, en el estero de San Bartolomé, alojada en una gran caja. Se trataba de un grupo escultórico, formado por el cuerpo de Cristo en las faldas de su Madre, que muy pronto despertaría una devoción entre los vecinos, ubicándose provisionalmente en la capilla de la Expiración, en el famoso baluarte que defendía la ciudad.

Nuestra Señora de Las Angustias Nuestra Señora de Las Angustias

Nuestra Señora de Las Angustias / Román Calvo Jambrina

Muy pronto, la talla de la Virgen y su hijo se trasladaría a una ermita, donde emergería la actual parroquia erigida en su honor, el templo de la Virgen de las Angustias. La propia construcción del edificio quedaría inmersa en una nueva mediación mariana, ya que, no pudiendo sus constructores por falta de fondos, cubrir la techumbre, la obra no se pudo culminar. Pero el hecho fortuito de la llegada de una embarcación al muelle por causa de un temporal, zanjaría la cuestión. Y es que en su interior aparecieron las maderas y tirante de longitud que ayudaron a la consolidación definitiva del templo. Casualmente los tripulantes de dicha embarcación tendrían los nombres de Gabriel, Miguel y Rafael, el patrón, el segundo del barco y el timonel respectivamente, que serían identificados como los ángeles del cielo.

Con la restauración de la concepción de frontera de separación entre los pueblos hispanos y lusitanos, los portugueses reclamaron la devolución de la imagen, al haber sido descubierta en sus aguas territoriales, siendo respaldado por una sentencia eclesiástica favorable. Pero dicha petición quedaría frustrada a raíz de los múltiples temporales que impedían su traslado, por lo que se dedujo que la Virgen quiso quedarse perpetuamente en la ciudad de Ayamonte, como así ocurrió. Curiosamente, unos siglos después, el 19 de mayo de 2012, la Virgen sería trasladada a la localidad portuguesa de la Villa Real de San Antonio, visitando además Castro Marin y Silves, siendo acogida por un gran número de devotos portugueses.

El altar de cultos de la Novena de 1958. El altar de cultos de la Novena de 1958.

El altar de cultos de la Novena de 1958.

La construcción del templo ayamontino dedicado a la Virgen de las Angustias constituye uno de los capítulos más significativos de Ayamonte en el siglo XVI. De la evolución de su edificación se tiene constancia gracias a las aportaciones del erudito historiador Enrique Arroyo Berrones, en dos excepcionales publicaciones, Ayamonte y la Virgen de las Angustias y Las Angustias: Baluarte de Ayamonte, publicados en 1999 y 2000, respectivamente.

Sería en la Ribera, un barrio que iría emergiendo en los primeros decenios del siglo XVI, gracias al incremento de la labor pesquera y comercial, donde se consagraría la devoción mariana de la Virgen de las Angustias. Gracias a los documentos históricos que rescataría en Londres, el profesor David Hook, catedrático de Estudios Medievales Hispánicos en el Departamento de Español del King´s Collage de la Universidad de Londres, y que daría a conocer en las IV Jornadas Históricas celebradas en la propia localidad de Ayamonte, en los que se refleja que en 1539 ya consta la existencia del templo.

Se vivían los años más fecundos de la localidad onubense, como recogen las palabras de un viajero del siglo XVI: “Ayamonte es puerto donde entran nos de hasta 400 toneladas. Tienen grandísimo trato de mercaderes flamencos, alemanes, franceses y de otras naciones”. Quizás este carácter cosmopolita es el que llevaría a incluir una advocación como la de las Angustias, cuya devoción se había extendido en tierras castellanas y flamencas.

Una parroquia cuya grandiosidad constructiva se convertiría en la identidad de un marquesado, que proyectaba cierto prestigio social y político, destacando entre los territorios meridionales de la Corona en el siglo XVI. Rodrigo Cario, en la segunda mitad del siglo XVI ya citaría la existencia de la parroquia de Nuestra Señora de las Angustias, ubicándola en la playa, junto a la de San Salvador, situada en lo alto y antiguo del lugar.

A consecuencia del famoso terremoto de Lisboa, el 1 de noviembre de 1755, se produjo la confirmación definitiva de la devoción mariana de la Virgen de las Angustias, al otorgarle los vecinos de Ayamonte el título de Mediadora y Benefactora de la población, por lo que decidieron el clero y las autoridades seculares votar unidamente por copatrones a la Virgen y al señor San José, su bendito esposo, “ofreciendo celebrar en el día del Patrocinio de Nuestra Señora de cada un año perpetuamente (...) una fiesta votiva de sermón y misa cantada en la iglesia parroquial titular de Nuestra Señora de las Angustias”.

El acuerdo se tomaría en una sesión presidida por Manuel Rivero González, quien ocupaba desde 1746 el cargo de teniente de corregidor y justicia mayor de esta ciudad y de las villas de su marquesado, y sería ratificado por la señora marquesa de Ayamonte, doña Ana Nicolasa. De este modo, el día 11 de enero de 1756, el señor vicario eclesiástico de esta ciudad, el venerable clero, los frailes guardián y el comendador de los conventos de San Francisco y Ntra. Sra. de la Merced, junto a una nutrida representación de vecinos, presididos todos por Manuel Rivero, se acordó proclamar Patrona de Ayamonte a la Santísima Virgen de Las Angustias.

La contemplación del grupo escultórico no deja indiferente hoy al amante del arte, ya que nos encontramos ante un excepcional ejemplo del motivo iconográfico de la Piedad, que tanto arraigo tendría en el mundo espiritual de la Baja Edad Media, especialmente entre los siglos XV y XVI. La imagen patética de la escena, queda suavizada por el modelado del rostro de la Virgen y la suavidad del cuerpo muerto de Cristo. La talla mariana la cubre un amplio manto azul sobre traje rojo, que le da una fuerza narrativa excepcional.

El grupo sufriría varias transformaciones a lo largo de su historia. En 1742 consta documentalmente que fue estofada por el dorador sevillano Juan Antonio del Bosque por el precio de 750 reales. Ya en 1888, debido al estado lamentable que presentaban las imágenes fueron llevadas a restaurarse por el escultor sevillano Emilio Pizarro y Cruz. A consecuencia de los destrozos que sufrieron las imágenes en la Guerra Civil Española, tuvo que ser intervenida nuevamente, esta vez por el escultor portugués José Da Silva en 1937. Ya en 1972 José Vázquez Sánchez efectuó una restauración de la policromía en ambas figuras, y por último, en 2010 sería nuevamente restaurada por María del Carmen Sánchez Ruda.

La historia de Ayamonte no se entendería sin la devoción a esta imagen. Ello se plasmó en el excepcional monumento erigido por el Ayuntamiento ayamontino el 7 de enero de 2006, en honor a la Virgen, en el sitio donde Ella sería canónicamente coronada el 25 de julio de 1992, en la Plaza de España, lo que serviría para recordar a perpetuidad la devoción inherente de todo un pueblo a su bendita Madre, cuya devoción recorre ambos márgenes del Guadiana. Quizás como recuerdo de la aparición mariana, ocurrida en el castillo de la localidad onubense, que recogería Alfonso X, El Sabio en su cántiga nº 273, con el título de A Madre de Deus:

Desta razon un miragre direy apost' e fremoso,

que fezo Santa Maria, e d' oyr mui saboroso;

esto foi en Ayamonte, logar ja quanto fragoso,

pero terra avondada de perdiz e de cõello..

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