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José Garduño Vallecillo: Extraordinario arquitecto y magnífico gestor

José Garduño Vallecillo.

José Garduño Vallecillo. / M. G.

Siendo alcalde de Punta Umbría el bueno de Gregorio Jiménez Vidosa, con quien llegué a tener una gran amistad más allá de la alcaldía, me propuso un día que le recomendara un buen arquitecto para que se uniese a los servicios técnicos municipales. Le hablé de un joven amigo y me dijo que lo llamase, pero mi amigo me dijo que no, que no tenía experiencia y que Punta Umbría era una plaza muy difícil, por lo que no se atrevía a decirme que sí. Así se lo hice saber a Gregorio y él hizo otras gestiones que dieron como resultado que pronto apareciera por el ayuntamiento otro joven arquitecto, pero mucho más valiente que el anterior. El alcalde me llamó a su despacho para presentármelo. Se trataba de José Garduño Vallecillo, al que ya conocía por haber realizado con él algún trabajo topográfico en una parcela de terreno en Huelva donde él iba a redactar el proyecto de un edificio de viviendas.

En ese momento empezamos a conocernos y a trabajar juntos sin saber que esa colaboración duraría más de treinta años. Desde ese mismo momento nos hicimos inseparables, desayunábamos juntos todos los días y trabajamos codo con codo todas las mañanas, contándonos nuestras inquietudes e ideales.

Pepe nació en Huelva en enero de 1956, en el onubense barrio del Molino de la Vega, concretamente en la calle principal, Santiago Apóstol. Su padre era extremeño, José Garduño Blanco, pero afincado en Huelva y muy conocido y querido, especialmente en el gremio de la construcción, ya que trabajaba en la empresa González Barba, que abastecía de materiales a casi todos los constructores de Huelva. Y su madre era oriunda de Carmona, en la provincia de Sevilla.

Pepe tiene cuatro hermanos más y él, desde pequeño, fue al Colegio de los Hermanos Maristas de la calle San Andrés, muy cerca de su casa, porque luego sus padres se mudaron al Conquero, a la calle Ricardo Terrades, frente al Instituto Rábida, donde cursó el COU. En el Colegio de los Maristas le hicieron repetir el segundo curso de bachiller, a pesar de haberlo aprobado, por culpa de su corta edad, lo que supuso un contratiempo para él.

Luego se fue a Sevilla a estudiar la carrera de arquitecto y allí conoció a una chica muy guapa que estudiaba derecho y que era de Huelva, Otilia Martina Sánchez Luengo, a la que cariñosamente le llamamos Otimar y a la que yo conocía del Colegio Francés. Se enamoraron y le echaron el valor de irse a vivir juntos y casarse con la aprobación de sus padres y bajo el compromiso de no dejar de estudiar y terminar sus respectivas carreras. En ese último periodo de sus estudios tuvieron a su primera hija Laura. Más tarde vendrían otras dos, Elena y Sara. Pepe y Otilia las adoran, y no es para menos, porque las tres hijas son extraordinarias en todos los sentidos. Además, tiene dos nietas, Laura e Irene, que son encantadoras.

Cuando terminó su carrera de arquitecto se incorporó en el estudio de arquitectura de José Ramón Moreno, gran profesional y mejor persona, al que yo conocía desde mis principios profesionales y al que, años más tarde, tuve de jefe en el ayuntamiento, que le abrió las puertas y le enseñó el oficio con la cordialidad y sabiduría que siempre le ha caracterizado y por lo que Pepe le está eternamente agradecido. Luego, al ser nombrado José Ramón director general de Arquitectura y Vivienda de la Junta de Andalucía, entró en el estudio para dirigirlo otro gran arquitecto y también amigo, Ángel López Macías.

Y por fin llegó su época de arquitecto municipal, que fue lo que contaba al principio, siendo alcalde el bueno de Gregorio, al que Pepe Garduño le dedica siempre que hablamos de él palabras de cariño por su gran nobleza. Esta nueva etapa en su vida la viví siempre junto a él y puedo describirla perfectamente día a día, pero tampoco se trata de extenderme mucho. Voy a simplificarla diciendo solo algunas cosas relevantes.

Pepe ejerció desde el primer momento y hasta su jubilación, no solo de arquitecto municipal, sino también como jefe de los servicios técnicos, actuó como proyectista, como diseñador y como urbanista y buen gestor, en muchas ocasiones frenando iniciativas que no eran muy ortodoxas e iban en contra de las ordenanzas, lo que le valió no pocas discusiones, incluso con los políticos del momento. Pero él siempre fue así de puro y recto, jamás se saltó ninguna regla y, si la ordenanza decía no, él decía no. A fin de cuentas, el arquitecto municipal era “duro de roer”, estaba siempre en su sitio y bien plantado pero, al mismo tiempo, era una persona muy educada y que siempre estaba tratando de ayudar, pero sin que nadie tratase de pasarse, claro.

Querido Pepe, qué pena que el tiempo haya pasado tan rápido y, sin darnos cuenta, ya estamos jubilados. Pero nos queda un recuerdo muy bonito de los años en los que hemos trabajado juntos y hemos construido entre todos una Punta Umbría mejor. Y tú, que has capitaneado este progreso, te mereces que los que amamos a este pueblo te demos las gracias de forma muy efusiva.

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