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Francisco Salvador Rodríguez Borrero: amigo de la infancia

Francisco Salvador Rodríguez Borrero.

Francisco Salvador Rodríguez Borrero. / M.G. (Huelva)

Una de las veces que fui a Moguer con motivo de una reunión de los Servicios Técnicos Municipales, estos se habían cambiado de oficinas. Ya no estaban en el castillo almohade, sino en el número 1 de la calle San Francisco, que ahora se llamaba calle Andalucía. Entré en una cafetería a tomarme un café y le pregunté a la camarera para que me sacara de dudas; y un señor que estaba en la barra desayunando me indicó, diciéndome que era donde vivió tu abuela. Mi sorpresa fue mayúscula, pues ese señor era mi amigo de la infancia Francisco Salvador, al que todo el mundo ahora llama Curro. Cuando lo reconocí nos dimos un fuerte abrazo, dando así comienzo la segunda etapa de nuestra buena amistad.

Tengo muy buenos amigos en Moguer, de ahora y de siempre. Entre ellos están  Manolo Batista, licenciado en Farmacia y gran cantaor de flamenco y saetas; Ángel Alberto Gorostidi Pérez-Ventana, que por aquellos tiempos era el hijo del alcalde; José Manuel Gómez y Méndez, notable periodista que ya desde pequeño apuntaba maneras; Manolín Cartes, buen constructor y buen concejal del ayuntamiento; Manolo Burgos, buen alcalde del pueblo y nieto del célebre ministro Burgos y Mazo; Manolín Morales, que se casó con una amiga puntaumbrieña; y un gran amigo que se fue para siempre no hace mucho, el que fuera también  gran alcalde Paco Díaz Olivares, al que echamos de menos cada vez que nos reunimos en la plaza del Cabildo a tomar unos vinitos propios de Moguer, pues aún quedan algunas cepas sueltas.

Francisco Salvador. Francisco Salvador.

Francisco Salvador. / M.G. (Huelva)

Mi amigo Curro, o Francisco Salvador, como a mí me sigue gustando llamarle, vive allí mismo; y allí nació en el año 1951, hijo de Francisco Rodríguez Domínguez, empresario moguereño que tenía una panadería, una profesión que heredó de su padre, aunque ya venía de antes, del bisabuelo de mi amigo Francisco Salvador, que también siguió los mismos pasos porque, al terminar los estudios de bachillerato con tan solo 17 años, se puso a trabajar en la panadería y, con oficio, se hizo acreedor de ser considerado “maestro pala”. Ya lo decía Juan Ramón Jiménez, el alma de Moguer es el pan, “Moguer es igual que un pan de trigo, blanco por dentro, como el migajón, y dorado en torno”.

Más tarde montó, junto a su padre, una panadería en Huelva, en la zona conocida como Isla Chica, y que se llamó Panadería Nuestra Señora de la Esperanza, para más tarde trasladarse al Polígono Naviluz, donde permaneció hasta que se jubiló y cerró.

Pero aparte de dedicarse a su negocio, tiene una gran afición que es el fútbol, lo que le llevó en una etapa de su vida en entrar a formar parte de la junta directiva del Reala Club Recreativo de Huelva, siendo el vicepresidente del equipo más antiguo de España, lo cual lleva con gran orgullo. Posteriormente fue el director del Club Deportivo Moguer, otro club antiguo del fútbol español que fue fundado hace ahora algo más de un siglo y que él también lleva con mucho orgullo por ser el club de su pueblo.

Curro es el tercero de cuatro hermanos. Sus hermanas estaban el Colegio de las Madres Teresianas junto con las mías y, por tanto, desde pequeñas eran muy amigas y siempre que se enteran que vengo a Moguer me envían muchos recuerdos para ellas, que yo puntualmente transmito.

Moguer es un pueblo muy bonito y tranquilo donde a mí me gustaba acudir de pequeño y jugar con mis amigos en la plaza de la Iglesia. Incluso en algunas ocasiones quedábamos para ir a bañarnos al río Tinto, bajando la cuesta de la calle Ribera, y al pasar por el cuartel de la Guardia Civil que estaba ubicado en la casa natal del poeta, recogíamos a otro amigo muy simpático que vivía allí y que quería ser torero, incluso creo recordar que llegó a hacer sus pinitos en el albero. Al salir del agua estábamos todos de color rojo debido a la peculiaridad de sus aguas, como le explicaba Juan Ramón Jiménez a su burrito Platero: “Mira cómo han puesto el río entre las minas, el mal corazón y el padrastreo”.

Francisco Salvador se casó con Antonia Ortiz Morales y tuvieron cuatro hijos, de los que yo solo conozco a Mari Ángeles, que, por cierto, canta, nunca mejor dicho, como los ángeles, pues tiene una portentosa y dulce voz que la ha llevado a ganar numerosos premios. Avísame querido amigo un día que vaya a cantar para poder ir a oírla en directo cantando algo “por Rebollo”, ese cante tan bonito y tan difícil a la vez y que a ella se le da de maravillas.

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