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Dolores Sevidanes Díaz: Trabajadora y empresaria desde pequeña

Dolores Sevidanes Díaz.

Dolores Sevidanes Díaz. / M. G.

La familia Sevidanes es de Punta Umbría. Yo conocí al abuelo de Dolores, Paco, y a todos los hermanos de su padre Rafael Sevidanes Bustillo. Traté mucho a su tío Manolo porque fue concejal del ayuntamiento y también conocí a Antonio y a Paco. Y tuve mucha amistad con su tía Carmen, que estaba casada con un buen y querido compañero del ayuntamiento, Pepe López Chaves, a quien en su día le dediqué una sentida semblanza.

Todos los hermanos de su padre, es decir, toda la familia Sevidanes, pusieron tiendas en Punta Umbría. Y la que puso su abuelo Paco, luego la regentó Rafael, el padre de Dolores. Era una tienda de alimentación, de ultramarinos finos, como se llamaba antes a las tiendas de comestibles, aunque vendían de todo en aquella época: mercería, lavadoras, alpargatas, telas, hornillos y no sé cuántas cosas más, además de vender juguetes, sobre todo en época de Reyes Magos. Era costumbre que los clientes elegían y reservaban los juguetes que más les gustaban y los iban pagando poco a poco para llevárselos al final, es lo que siempre se llamó “comprar a dita”.

Rafael se casó con Antonia Díaz Limón y de ese matrimonio surgió Dolores que, aunque nació en Punta Umbría, con mucho pesar dice que en el año 1961, que fue cuando ella vino al mundo, Punta Umbría era una aldea, aún no era pueblo independiente y aquí no había nada de nada, ni alcantarillado, ni agua potable, ni ayuntamiento y la registraron en Cartaya y eso es lo que pone en su carnet de identidad.

Yo recuerdo ir a comprar a aquella tienda desde que la calle Ancha era de arena. Más tarde se asfaltó la calzada y se colocaron unos bordillos para hacer las aceras, que aún tardaron en construirse. Justo al lado de la tienda viví yo algunos años, cuando la Plaza 26 de Abril de 1963 era solo una explanada de arena llena de gallinas y que todos la conocíamos como El Patio Aguilar.

Dolores Sevidanes Díaz fue al colegio de la calle Caracola y posteriormente al Virgen del Carmen. Guarda un entrañable recuerdo de sus maestros Paco Rodríguez Cermeño, al que todos los niños le tenían un gran respeto y cariño; Pedro Rivero, tristemente fallecido hace tiempo y que todavía hoy sigue vivo en el recuerdo de los puntaumbrieños; y también José Antonio Duque y doña Conchita, la mujer de otro gran maestro, don Víctor.

Después, su padre la llevaba diariamente al instituto del Conquero de Huelva a estudiar el bachiller, aunque pronto su padre le dijo que tenía que ayudar en la tienda, lo que suponía para ella un gran esfuerzo y no disponía de tiempo para estudiar, por eso ya desde entonces la tienda es su vida. Al poco tiempo conoció a un extraordinario muchacho, también de Punta Umbría, Juan Carlos Contreras, con quien se casó y tuvieron dos hijos, Paco y Mirian, que también trabajan en el negocio familiar, aunque a ella se le ve menos porque es la lleva la contabilidad en la oficina.

Dolores tiene un gran apoyo con su hermana Charo, la única que tiene y que se ocupa generalmente de la caja ayudada por Rocío y con Pepi en la carnicería, todo simpatía, Sonia, que es como una más de la familia y que también trabaja día a día en la tienda haciéndonos a todos los clientes la vida y las compras más agradables. Y por supuesto su hijo Paco y su sobrino Rafael, hijo del bueno de Javier, a los que hay que sumar otros colaboradores. En definitiva, que es una tienda familiar y que puede presumir de tener de todo y con los mejores precios de Punta Umbría. No quiero dejar pasar esta oportunidad para dedicarle unas letras a Javier, a quien lo he oído cantar fandangos, porque es un gran aficionado y lo hace francamente bien.

Dolores lleva toda su vida en su tienda, que con el tiempo se fue modernizando y fue acogida bajo las siglas de la internacional cadena SPAR, que ya en otros tiempos también lo fue y, por lo tanto, no es nuevo, pero los nativos le siguen llamando a su comercio “Sevidanes”, que es como se ha conocido siempre.

Ella me cuenta mil y una anécdotas de lo que ha visto en sus años al pie del cañón. Cosas muy curiosas de la vida cotidiana, incluso un hombre que, descuidado y mirando los productos de las estanterías, se cayó en una canasta llena de pan y luego no podía salir y tuvo que ser ayudado por la gente que allí estaba. Pero Dolores recuerda con mucho cariño a las personas que han sido sus clientes muchos años y que ya no están, gente que visitaba la tienda todos los días hasta que un día dejaron de acudir. Son personas que recuerda con cariño e incluso se le saltan las lágrimas con solo mencionarlas.

Debido al buen hacer de toda la familia, los directivos de la cadena SPAR le ofrecieron llevar otra tienda de la misma cadena en el pueblo cercano de Lucena del Puerto y que, admirablemente, llevan los más jóvenes, que también despuntan como buenos empresarios.

Dolores es el “alma máter” y todos los que trabajan junto a ella son merecedores del más cariñoso de los aplausos y para ella el más fuerte y duradero de todos.

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