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Diego Garrido Cárdenas, puntaumbrieño que “hace pueblo” día a día con su trabajo

Diego Garrido Cárdenas.

Diego Garrido Cárdenas. / M.G. (Huelva)

Lo primero que Diego me dijo fue que él no era una persona importante para que yo le sacase en el periódico. Entonces yo le dije que si le parecía poco lo que hace diariamente, regentando un restaurante que jamás defrauda a nadie, del que todo el mundo se va contento y satisfecho. Diego, le dije, esa es la mejor carta de presentación para Punta Umbría, que todos los visitantes hablen de lo bien que se come y lo bien que se les trata en nuestro pueblo.

Él nació en la calle Fragata el día de Navidad de 1958. Su padre, Antonio Garrido, de apodo 'Corteza', era de Moguer; y su madre, Bella Cárdenas, era de Isla Cristina; y tuvieron 8 hijos.

La vida de Diego ha sido y sigue siendo muy intensa. De pequeño fue al Colegio Virgen del Carmen, donde tuvo de maestro a Paco Rodríguez Cermeño, del que tiene muy buen recuerdo, igual que todos los alumnos que pasaron por sus aulas, por lo buen profesor que siempre fue. La pena es que solo pudo estar hasta los 13 años, cuando se puso a trabajar de peón de albañil, hasta que cumplió los 18 y se sacó “el folio” y se fue a la mar en el barco Rosa de Ortuño como ayudante de motorista, porque allá donde iba siempre quería aprender.

Luego navegó en el barco llamado Pescados Calpe, que era de hierro, muy robusto y bueno. Y así hasta que le llegó el momento de hacer el servicio militar, siendo destinado en el portaviones Dédalo, que fue el primer portaaviones que tuvo la Armada Española donde aterrizaban y despegaban los famosos aviones Harrier, que lo hacían en pequeños espacios, casi de forma vertical.

Al terminar “la mili”, su hermano Antonio, que era ya patrón de pesca, le ofreció que se embarcara con él. Siempre le ayudó mucho, porque Diego era el más pequeño de los hermanos, pero él se quería casar, porque estaba muy enamorado de Josefa de la Rosa Villegas, una jovencita, también de Punta Umbría, de la familia de “los Payolis”. Y efectivamente, se casó y tuvieron tres hijas.

Diego ha hecho de todo en esta vida, a pesar de que es joven todavía. En una época se embarcó para la pesca de la caballa y, posteriormente, en otros barcos. Incluso en una ocasión fueron apresados en Marruecos y se llevaron al capitán detenido y él tuvo que llevar el barco hasta el puerto de Casablanca, que es el puerto mas grande del país vecino. Y todo ello sin tener experiencia. Menos mal que a través de la radio marítima pudo contactar con su hermano Antonio y él le guio, dándole todas las explicaciones precisas para llegar “a buen puerto”, nunca mejor dicho.

En otro momento de su vida decidió quedarse en tierra y montó un bar de copas en la calle Ancha. No le fue mal, pero no era lo suyo y se fue a trabajar de albañil a Barcelona y después a Mallorca, donde estuvo un año junto a otros puntaumbrieños. Más tarde creó una empresa de construcción y, durante un tiempo, se dedicó a levantar algunos edificios en el casco urbano de nuestro pueblo

Hasta que en el año 2011 decidió cambiar definitivamente su forma de vida y montó un restaurante frente al Instituto Saltés, el Mesón Diego, que es al que me refería al principio de esta historia. Su mujer lo ayuda en la cocina y, junto a una extraordinaria cocinera de nombre Beatriz, hacen las delicias de los comensales más exigentes. Además, él maneja la brasa como nadie. Puedo decir con absoluta seguridad que el pulpo lo trata tan bien, que ni en Galicia se come así de rico. Pero no solo eso, los arroces, los pescados a la plancha o cocinados y los fritos, especialmente las pavías de merluza, son exquisiteces, con la garantía de que todo se hace allí de forma casera.

En definitiva, que nadie sale defraudado de allí. Y además, la simpatía de Diego hace que todos volvamos y ya sea una parada imprescindible en las agendas de todos los veraneantes, visitantes, turistas y, por supuesto, los nativos. Y es que a Diego hay que ir a verlo y que nos ofrezca sus manjares. De esta forma, él está “haciendo pueblo” día a día con su buen hacer. Desde estas líneas te mando un fuerte abrazo y te digo que estoy muy orgulloso de lo que haces por Punta Umbría y de ser tu amigo.

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