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Analizando las noticias de los últimos tiempos, pensemos en Ucrania, pero también en las guerras dispersas mantenidas con el negocio de la venta de armas, resulta inevitable pensar sobre la existencia del mal en el mundo. ¿El mal es una realidad natural del ser humano o algo inducido por la matriz ambiental en la que viven los individuos? Mariano Fazio en su libro De la persona a la aldea global realiza importantes apreciaciones, indicándose el itinerario de lo local, lo íntimo, la persona, a lo colectivo, el mundo como aldea global. Esta idea nos evoca el libro El corazón del hombre de Erich Fromm, que lleva por subtítulo Su potencia para el bien y para el mal. Se plantea en el mismo que debemos adquirir conocimiento para elegir el bien, pero ningún conocimiento nos ayudará si hemos perdido la capacidad de conmovernos con la desgracia de otro ser humano, la indiferencia por la vida nos conduce a la pérdida de la esperanza de elegir el bien. ¿Es la persona hoy indiferente al sufrimiento? ¿Hemos perdido colectivamente la capacidad de atender el sufrimiento de los demás? La evolución de la sociedad conduce a relaciones materiales de poder que inducen la aparición del mal, que no es la verdadera naturaleza del ser humano. La razón del alejamiento de la bondad natural del ser humano está en las condiciones materiales que generamos, en las relaciones de producción desacopladas de la equidad. El papa Francisco en el libro El cielo en la Tierra, dice que el amor colectivo nos lleva al bien, nuestra condición natural, y nos aleja del mal, un estado generado por la imposición de condiciones materiales, formas de producción, alejadas del bien común. El colectivo social debe velar para evitar el alejamiento del bien, y el acercamiento al mal, generado por la ambición, el deseo de poder, el acaparamiento de bienes, en definitiva, una matriz ambiental que hace emerger lo peor. Henry David Thoureau decía que la bondad es la única inversión que nunca falla. Jean-Jacques Rousseau creía la sociedad corrompe la bondad natural del ser humano. El estado natural del ser humano, según el filósofo, es la inocencia, la bondad natural, lo maligno empieza en una sociedad con condiciones materiales inadecuadas, con modelos sociales torvos, que tuercen el camino del mantenimiento del bien, generando todo tipo de brechas. El problema actual del precio de la energía es una manifestación del mal. Rousseau expresó que los seres humanos nacemos como seres morales con potencial para desarrollar con una adecuada educación los valores elevados y con ello el bien común, una manifestación comunitaria del bien frente al mal. Una mala y desproporcionada interpretación de la propiedad, que genera inequidad y descarte, incrementando la brecha entre ricos y pobres, conduce a las manifestaciones imparables de las desigualdades.
El ejercicio de la bondad, como condición natural individual ejercida a nivel colectivo, puede conducir al altruismo social. Rousseau expresó que los seres humanos nacemos como seres morales con potencial para desarrollar con una adecuada educación los valores elevados y con ello el bien común, una manifestación comunitaria del bien frente al mal. El ejercicio de la bondad, como condición natural individual ejercida a nivel colectivo, puede conducir al altruismo. De acuerdo con E.W. Wilson, al altruismo, es decir, la generosidad sin esperanza de reciprocidad, una preciada conducta humana, un comportamiento individual que contribuye a aumentar el bienestar de un semejante a expensas del suyo propio. En el dosier El enigma de nuestra moral, en el número 9 de la revista Filosofía Hoy, se indica que altruismo y egoísmo son complejos factores que interactúan en el éxito evolutivo, pero es claro que el altruismo ha sobrevivido en el marco de la selección natural.
También E.W. Wilson plantea si somos agresivos innatos, si existe una agresividad endémica que ha dado lugar a las fases más negras de la historia de la humanidad. Es posible que tengamos potencialidad para el mal, pero no tiene porqué emerger, al igual que la enfermedad no aparece si no se dan las condiciones materiales precisas. Existe la enfermedad como posibilidad, pero no somos enfermos, nos ponemos enfermos si se dan las circunstancias. El ser humano es capaz de hacer el mal, lo vemos cada día, hay evidencias muy claras actualmente, pero considero que son unas condiciones materiales concretas, alejadas de la imagen trascendente del ser humano, las que favorecen la aparición del mal, y su implantación. Debemos contribuir individualmente y colectivamente, por ejemplo, en el marco de las ciudades con una gobernanza activa, entre municipalidad y ciudadanía, a la recuperación de la condición natural del bien en el ser humano y su expansión en el modelo social que necesitamos ante los problemas que padecemos en el marco de una geopolítica que no parece buscar el bien común de la humanidad y nos aleja del bien.
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