Tribuna

Fernando González Casbas

Pte. de Corehu e ingeniero agrónomo por la Universidad Politécnica de Madrid

Agua, fanatismo religioso y sequía en Huelva

El nuevo presidente de las Comunidades de Regantes onubenses comparte su visión de la situación de falta de agua en la provincia, las restricciones y los que considera responsables

Movilización del 1 de febrero en Sevilla convocada por las organizaciones agrarias de Huelva.

Movilización del 1 de febrero en Sevilla convocada por las organizaciones agrarias de Huelva. / Jordi Landero

Como presidente de la asociación de Comunidades de Regantes de la provincia de Huelva (Corehu), en la que están afiliadas todas y cada una de las comunidades de regantes de nuestra provincia, tuve el privilegio de dirigirme a los más de 15.000 asistentes a la manifestación convocada por la plataforma Agua para todos, alimentos para el mundo, que se celebró en Sevilla el pasado uno de febrero. Aquí intentaré exponer con mayor sosiego lo que allí dije.

Todos somos conscientes de que la demarcación del Tinto, Odiel y Piedras, transferida a la Junta de Andalucía en el año 2005, está atravesando un momento crítico de escasez de recursos. Solo algunos desinformados desinformantes e irresponsables son incapaces de ver esta realidad, engrosando la legión de los ciegos o cegados que no quieren ver, que, como todos sabemos, constituyen la peor clase de invidentes.

Cuando meditamos sobre esta situación, enseguida encontramos un culpable, la sequía. La legión de seguidores de la iglesia ecológica que se han infiltrado en los últimos 30 años en todos los ámbitos de nuestra sociedad del bienestar dirá, sin mostrar el mínimo signo de duda, “esto es el cambio climático”.

Desafortunadamente, las cosas no son tan sencillas. Pero un buen modo de aprender es mirar hacia atrás.

Es cierto que estamos sufriendo una sequía que se prolonga ya casi seis años. Pero también lo es que hace treinta años Huelva y gran parte de España sufrieron una sequía de parecidas proporciones y duración. Por aquel entonces, los apóstoles y misioneros de la iglesia ecológica no habían llegado, como hoy, a convertir a las masas, y aquella sequía se atribuyó a que España es un país semiárido, eminentemente seco, sometido cíclicamente a periodos de sequía. Es una característica de nuestro clima que, en países del norte de Europa, cuna de la nueva religión ecológica, no se comprende, porque allí el clima es mucho más generoso en precipitaciones que suelen estar bien repartidas a lo largo del año y cuyas fluctuaciones interanuales son pequeñas.

Pero a lo que iba: en aquella sequía, Huelva no sufrió ninguna restricción. Recordemos que en la actual está restringido el suministro de agua en un 50% por el uso agrario y en el 10% para los usos industriales y de abastecimiento urbano. Entonces, Huelva ayudó solidariamente a otros puntos de España enviando barcos cargados de agua. Por decirlo vulgarmente, íbamos sobrados.

¿Qué ha pasado para que las consecuencias de ambas sequías hayan sido tan diferentes? Para explicarlo, intentaré decir en pocas palabras qué es y para qué sirve la planificación hidrológica.

Siendo, como es, el agua un bien esencial para la vida, la actividad económica y el equilibrio de los ecosistemas, sería descabellado no planificar cuáles serán sus necesidades en un futuro próximo y como se cubrirán las mismas respetando la protección ambiental de los cauces y de los acuíferos de la demarcación a la que corresponden. Un plan hidrológico tiene como objetivo esa planificación. No es un documento redactado por unos pocos iluminados, sino que en su elaboración participan activamente todos los actores implicados en el uso y la administración de tan preciado bien. Para darles mayor rango, estos planes hidrológicos se aprueban por el Consejo de Ministros del Reino de España.

El Plan Hidrológico del Tinto-Odiel-Piedras

Pues bien, examinando el plan hidrológico del ciclo 2015/2021 para la demarcación hidrográfica del Tinto, Odiel y Piedras, que es la de nuestra provincia, salvo en dos zonas muy pequeñas que pertenecen a las demarcaciones del Guadiana y del Guadalquivir, se planificó un volumen para el uso agrario en el año 2021 de 358,3 hm3 (lo que viene a ser 358 millones 300 mil metros cúbicos). Sin embargo, el consumo real que tuvieron los regantes de la demarcación fue de 165,6 hm3. Es decir, solo fue el 46,2% del esperado. No debe ser, por lo tanto, el aumento del consumo, la causa de que nos encontremos en esta situación tan calamitosa.

Si continuamos examinando el mismo documento, vemos que en él se planificó la construcción de varias obras de captación de aguas superficiales: las presas de Alcolea, de Coronada y de Pedro Arco y los bombeos de Bocachanza-II. Ninguna de estas obras ha sido ejecutada a fecha de hoy. Aquí es donde yo veo la razón de que nuestra provincia no haya soportado del mismo modo la sequía actual que la que se produjo hace 30 años. Gastamos más que entonces, aunque no llegamos a gastar lo planificado, pero no hemos hecho los deberes y no ingresamos ni un céntimo más, si se me permite la metáfora, que hace 30 años.

Esta inacción en cuanto a la ejecución de las obras planificadas, pone en peligro de colapso a la agricultura de regadío de Huelva, que, dicho sea de paso, es una de las más tecnificadas en el uso del agua, y cuenta con una tecnología productiva puntera y envidiada a nivel mundial. También pone en peligro de colapso a la industria, al turismo y, lo que es más importante, al suministro urbano; y lo que ya raya en la desfachatez es que pone en peligro la transferencia de agua al Condado para aliviar la presión sobre el acuífero de Doñana, ya que no podrá llevarse a cabo hasta que no haya excedentes en la demarcación cedente. Cosa que difícilmente se producirá si no se ejecutan las obras mencionadas.

Los responsables de la situación

Voy a exponer quiénes son, a mi modo de ver, los responsables de esta situación. Todas las obras mencionadas tienen que ser ejecutadas por el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico. El 22 de octubre de 2015 se iniciaron las obras de la presa de Alcolea, una de las obras del plan hidrológico. La ministra responsable era entonces doña Isabel García Tejerina. En 2017, la constructora solicitó una revisión del valor de la obra: se trataba de un incremento significativo respecto a lo contratado, y el Gobierno no la aceptó; por lo que la constructora renunció a seguir construyendo la presa, que dejó ejecutada en un 23%. En el proceso de encontrar una nueva constructora que reanudase las obras, dejó de ser la ministra responsable de la ejecución de la presa la señora García Tejerina y pasó a serlo la actual vicepresidenta tercera del Gobierno, doña Teresa Ribera. Desde entonces, la ministra y Hugo Morán, su secretario de Estado, han puesto toda clase de excusas a la reanudación de las mismas. No es de extrañar: ambos son fieles destacados de la iglesia ecológica (recordemos su aparición en bicicleta escoltada por sendos coches oficiales de gran cilindrada en Valladolid el pasado mes de julio) y uno de los dogmas de fe de esta iglesia es “no interrumpirás los cursos de los ríos con presas, aunque ello signifique que otros se mueran de sed”.

Ministra y secretario de Estado vienen diciendo año tras año que no se fían de la calidad de las aguas que embalsará la presa (ésta es la “excusa de mal pagador”, que se han inventado) y que para asegurarse de que son de calidad, le han encargado un estudio a un organismo oficial, al que no le dan la correspondiente partida presupuestaria para que lo aborde. Todos los años hacen el encargo y todos los años olvidan dotarlo de presupuesto.

Este modo de actuar, que raya en la prevaricación, ha provocado que tan solo desde el uno de enero hasta el ocho de febrero de este año se hayan escapado 108 hm3 de agua que se hubiesen embalsado en esa presa. El consumo anual de todos los usos de la demarcación es de alrededor de 240 hm3. Para que nos hagamos una idea, es como si una familia que tiene unos gastos mensuales de 1.500 euros y que apenas dispone de fondos para llegar a fin de mes, renunciase a unos ingresos extra de 675 euros.

Pues bien, ya sabemos quiénes se ríen de los onubenses: doña Teresa Ribera (que ya ha dicho que debemos olvidarnos de la producción de frutos rojos como medio de vida) y don Hugo Morán. Ninguno de los dos quiere hacer ninguna obra que aumente los recursos en nuestra demarcación, porque va en contra de los mandamientos de su religión. Pero nos lo ocultan, poniendo excusas y sin tener el cuajo de decirlo públicamente para no perder votos en nuestra provincia. Que una cosa es su inquebrantable fe ecológica y otra es el abundante pan que les llega a través de nuestros votos.

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