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LA inauguración este viernes de la escultura dedicada a Gertrude Vanderbilt Whitney en la Punta del Sebo hace justicia a la autora del Monumento a Colón. Le llega ahora un reconocimiento muy necesario, y esperado, por su especial implicación en el proyecto y su aportación paralela a la Huelva de la época, a sólo cuatro años de celebrar su centenario. Fue nombrada hija adoptiva de la ciudad por el Ayuntamiento de entonces, y se le dedicó una calle, pero faltaba algo más. Algo que fuera contemporáneo y personal. Y con todo el simbolismo de un gesto que trasciende lo puramente material.
Gracias al trabajo de investigadores como Eduardo Sugrañes hemos ido conociendo mejor, y mucho más, a la autora en los últimos años, así como las circunstancias que llevaron a desarrollar ese proyecto de hermanamiento social y cultural que culminó con una colosal escultura convertida en icono al momento. Tenía gran valor que desde Nueva York se reconociera y se diera el papel en la historia que le corresponde a Huelva como cuna de América. Y que se le agradeciera con este tributo que pretendía abrir un puente de intercambio cultural sobre el Atlántico. Desde la gran urbe del mundo –donde el Empire State Building empezó a construirse unos meses después– hasta la pequeña ciudad histórica más olvidada de la vieja Europa.
En ese contexto que rodeó la concepción e instalación del Monumento a Colón, su autora, la señora Whitney, Miss Whitney para los onubenses, tuvo un protagonismo mayor al de la simple autoría de la obra. Como contaba Sugrañes en el acto del viernes (y escribe este domingo en Huelva Información), Gertrude Whitney fue un ejemplo de mujer muy por encima de los acentuados cánones masculinos de su época. No se doblegó a las imposiciones e hizo valer su criterio ante injerencias que no pudieron con ella. Y gracias a esa fortaleza, también presente en otros momentos de su vida, ese colosal Colón está ahora en la Punta del Sebo y es un símbolo para Huelva desde hace 96 años.
Hay que agradecer al Puerto de Huelva el esfuerzo que ha hecho estos años por preservar, restaurar y mejorar el conjunto, declarado en su día Bien de Interés Cultural en el catálogo monumental andaluz. Y debemos reconocer la sensibilidad que ha mostrado el presidente de la Autoridad Portuaria, Alberto Santana, para facilitar a Miss Whitney su retorno a ese lugar que ella eligió y permitirle contemplar siempre el gran regalo que nos hizo en nombre del agradecido pueblo estadounidense.
De algún modo se cierra ahora el círculo. Nada mejor que una escultura para darle presencia eterna a la escultora neoyorquina en su ciudad adoptiva. Y nada mejor que la firma de un extraordinario escultor local, el palmerino Martín Lagares, para acentuar el intercambio cultural que siempre estuvo como principal motivación de este particular encuentro entre Nueva York y Huelva.
Ha logrado Lagares una maravillosa interpretación de la Gertrude Whitney que posaba para una fotografía con la maqueta del monumento el día de su inauguración, el 21 de abril de 1929. Ese expresionismo detrás de la obra del artista onubense aporta fuerza y carácter aquí entre la aparente fragilidad de una mujer que invita a volar. Se abre un diálogo artístico entre dos autores, dos mundos y dos épocas. No les separa el Atlántico. Ya no. Y América y Europa, la Nueva York del XX y la Huelva del XXI, se unen y van de la mano con Gertrude Whitney y Martín Lagares.
No debe ser casual. Este debería ser el punto de partida para que ese encuentro artístico y cultural planteado desde Manhattan con la construcción del Monumento a Colón se materialice ahora, cien años después.
Entonces se hablaba de crear en Huelva un Museo de América, para lo que se abrió un fondo, incluso. Nada se hizo posteriormente. Ni “el Guggenheim Iberoamericano” ni una sucursal europea del Whitney Museum, creado por Miss Whitney en Nueva York para su colección de arte contemporáneo americano.
Hay que volver a aquella idea inicial que se ha reivindicado estos últimos años con nula eficacia. Toca hacerlo con determinación y ambición pero con los pies en el suelo. No basta con reclamar un museo. Otro más. Debe ir más allá. Seguramente un centro cultural, artístico y social, como encuentro de esos dos mundos que el Monumento a Colón volvió a reunir. Y aspirar a integrar colectivos y entidades, la iniciativa privada y el impulso de la Administración. Para eso hay que trabajar juntos y configurar un proyecto realizable, con un contenido razonablemente definido para propiciar un flujo en ambas direcciones, abriendo puertas a ambos lados, también para los artistas andaluces allí. Como Lagares.
Hasta que eso tome cuerpo, ahí está ahora la señora Whitney, Gertrude, mirando su obra y observándonos también a nosotros. A ver si nos inspiramos en su espíritu audaz y su clarividencia.
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