¡Que viene el lobo!

Para frenar a los extremismos hay que reconocer los errores y enmendar lo enmendable

Una de las noticias destacadas del recién estrenado año fue la toma de posesión de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil, un personaje que ha levantado alarmas porque significa un avance más en el asentamiento institucional de políticos que defienden ideologías ultras. Aquí, prácticamente, no lo conocía nadie y empezamos a saber de él a raíz del intento de asesinato que sufrió. Este hecho totalmente condenable, le proporcionó protagonismo y apoyos que ha sabido gestionar y que le ha llevado a derrocar al Partido de los Trabajadores. De nada sirvió para evitarlo la difusión de sus manifestaciones sexistas, homófobas o violentas. Al final, alcanzó el poder, proclamando que Brasil por encima de todo y Dios por encima de todo. En realidad, tampoco hay que extrañarse de que haya llegado a ser el mandatario de aquel país; eso hubiera sido lo propio hace algunos años, pero no ahora. Esa tendencia al extremismo, tanto de izquierda como de derecha, va ganando adeptos en las elecciones y ya no de manera nimia, como se ha comprobado en Europa o en Estados Unidos. Por tanto, la presencia de Vox en el Parlamento andaluz sigue la pauta de lo que sucede en nuestro entorno occidental, entendido este más allá de su sentido geográfico. Y ante esta evidencia, los partidos más moderados -sobre todo, PSOE- han alzado los brazos escandalizados, alertándonos de los retrocesos y peligros que eso supone. Vale, se agradece, pero les falta algo que es totalmente necesario si se quiere frenar la citada deriva, que es, ni más ni menos, la de escucharles alguna autocrítica, porque algunos errores habrán cometido -y seguro que no habrán sido triviales- como para que algunos miles de votantes hayan elegido esta opción. Además, si lo que en estos momentos apuntan las encuestas se mantiene, en el Congreso de los Diputados el partido de Abascal será algo más que lo meramente testimonial. Es insuficiente que nos avisen que viene el lobo y que nos va a comer. Tienen que reconocer que ha habido cosas como fallos, arrogancia, autoritarismo revestido de palabrería hueca, clientelismo partidista, discriminación territorial, corrupción, concesiones indecentes o cambios inexplicables de parecer con el objetivo de seguir en el poder, para después poner remedio y enmendar aquello que pueda enmendarse. Cargar solo en los electores la responsabilidad de la emergencia de esas corrientes extremistas es escurrir el bulto o, en términos taurinos, no coger al toro por los cuernos.

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