Parece ser que el buen tiempo ha llegado para quedarse y se han empezado a desempolvar sombrillas, sillas de playa, neveras y bikinis. Más de uno al llegar a la playa se ha encontrado sin poder clavar el palo de la sombrilla porque no tenía la punta y se ha tenido que aguantar el bañador con la mano porque la gomilla no ha aguantado el primer chapuzón.

También se están llevando a cabo operaciones de cambio de armario, limpieza y guardado de nórdicos y búsqueda de zapatos adecuados a los cambios de temperatura en un mismo día: frío polar a las ocho de la mañana contra el calor infernal de las tres de la tarde.

Puedes ver caras coloradas aguantando el tipo a medio día con el abrigo puesto junto con seres vivarachos con chanclas y camisetas de tirantes. Es el llamado “tiempo de los locos”: la incertidumbre del qué me pongo, de los resfriados por enfriamiento y las destemplanzas de media tarde.

Esa sensación de pies desnudos y desprotegidos el primer día de playa, pies blanditos, pieles blancas y sonrosadas, olor a crema protectora y arena en el bocadillo. El agua fría del mar, los niños bañándose y tú conteniendo insultos cuando te salpican saltando las olas.

Y cuando sacamos la ropa de baño… Ese gran momento en el que te tienes que enfrentar al espejo, a tu cuerpo desnudo y a los malos hábitos del invierno: quisieras salir corriendo y coger el primer vuelo a Noruega.

Sé valiente y ponte las gafas de sol, protección del 50, y échale un buen rato porque no te puedes dejar ni un centímetro de piel sin crema. Disfruta de ese momento mágico en el que llenas la nevera con las viandas típicas para pasar un día fantástico: la tortilla de patatas, el tinto con limón, el hielo que no falte y algo de fruta para compensar. El pollo empanado, la cervecita, el agua y acuérdate de las servilletas y los vasos, que siempre se te olvidan.

Tenemos la suerte de vivir cerca de la playa y disfrutar de más de 3.500 horas de sol al año, por lo que no hace falta esperar al mes de abril para llenar la nevera y poner rumbo a la playa. Se nos olvida que tomar el sol tiene beneficios para nuestra salud: fortalecemos nuestro sistema inmunológico, sintetizamos vitamina D, mejora nuestro estado de ánimo, se regula el sueño y se reduce el estrés, si es que lo tienes.

Si aún no estás en modo playa y eres de las que van de romería, reza para que las nubes vayan a verte porque el traje de gitana con manga larga que te hiciste el año pasado no aguantará la caló que está haciendo: bueno, la que no va a aguantar eres tú, que te va a dar un soponcio.

Lo único bueno de todo esto son las conversaciones intrascendentes que podemos mantener con cualquier persona que tengamos cerca, ya sea conocida o no; esas conversaciones que llenan vacíos, que unen almas en ascensores... Son diálogos sin importancia y a la vez tienen toda la importancia del mundo porque tan solo el hecho de compartir nuestro pesar hace que seamos mejores personas.

Que la caló no nuble tu juicio. ¡Feliz jueves!

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