Horacio / Galea / Pardo

El único protagonsita

ES indudable que la Semana Santa, en lo que se refiere a la expresión pública de nuestra fe, comporta en los desfiles procesionales cierto grado escénico. Aquí, el imaginario telón siempre está dispuesto con los clásicos tonos abrileños que embellecen a la pasión.

Como tal expresión pública, cada uno desarrolla un papel determinado, el cual, definido y expresado desde su interior, se torna más o menos expresivo en lo devoto y penitencial argumentado desde la fe. Es el devenir histórico de un procesionar con más de seis siglos de antigüedad, el cual, visto desde el exterior, podría tener un argumento parecido a una célebre obra teatral de Calderón de la Barca.

Nuestras procesiones son estructuras humanas definidas por la tradición, en las que los siglos han ido añadiendo días de Pasión durante una semana al año. Así, hemos acumulado tesoros cristológicos y virginales en torno a las imágenes de nuestra devoción. El Dios hecho Hombre y el hombre que quiere acercarse a Dios.

En esta dualidad humana y divina que se hace inseparable desde la creación del mundo, la anónima figura del cofrade se atreve en su penitencia a portar cirios de cera y luz, enarbola a veces insignias con siglas paganas (SPQR), porta a su vez varas de acompañamiento con dorados contrasentidos o también lleva sobre sus hombros, estandartes identificativos ribeteados con hilo de oro fino. Todo forma parte de una especie de trilogía, donde Cristo se sacrifica por amor al hombre, la sobria penitencia se abraza con la intimidad en un anónimo silencio y por fin, la gracia vence al pecado con tonos de Resurrección.

Pero en esta especie de peregrinación itinerante por céntricas calles, sujeta a veces a débiles actitudes que yo mismo no acabo de entender, algunos intentan ocasionalmente perpetuar su egocentrismo llamando la atención del público en general. Con su actitud propia de vanidosos, de tontos de capirote y de pueril ignorancia carentes de formación en lo que respecta a la fe, lo único que dan a entender es que, quieren asumir un protagonismo que en realidad no les corresponde. Aquí habría que explicarles a algunos descerebrados, que el único protagonista es Cristo Jesús, el cual haciendo acto de silencio en su pasión, escenifica su sacrificio y prepara su redención para todos nosotros en un domingo glorioso que casi no festejamos.

Nos encontramos de todo, eh; de todo.

Desde el capataz engominado y trajeado de oscuro, que vocea de forma desmesurada para llamar la atención, al costalero aficionado que siguiendo la moda de los pantalones remangados y el costal tipo visera, casi no sabe por donde pisa.

Desde el diputado de tramo que va que se las pela dando innecesarios golpes en el suelo, hasta los que reparten caramelos como si fuera la vespertina fiesta de una cabalgata.

O también, desde el penitente que imprudentemente pierde su anonimato, hasta el servidor de un paso de misterio que se regodea delante del mismo sin hacer nada.

Lo dicho. A veces, algunos son tendentes a perder la compostura haciendo de una estación de penitencia, una especie de puesta en escena festiva, rutinaria, semanal y callejera, donde la Pasión del Señor y el Dolor de su Madre, son la excusa perfecta para una Semana de celebración.

El que tenga sentido común, que entienda.

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