Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

No es un país para jóvenes

Las nuevas generaciones viven como algo propio las infames consecuencias de una historia que no pudieron conocer

Mira que se lo advertí, que me cuidaran el cotarro, que no me estropearan nada. Pues nada, ni caso, oiga. Llego y me encuentro todo hecho unos zorros; seguimos sin Gobierno, sin AVE, con Cataluña al borde de la histeria (y mira que era difícil empeorarlo), Trump en lo suyo, mi admirado Bercow haciendo gala de su genialidad compara el Brexit con comerse unos testículos de canguro -ahí ha tenido todo el arte- y por si fuera poco, ayer surgió la incomparable figura de Díaz Ayuso.

Creo que lo he dicho alguna vez por aquí, pero uno comienza a sentirse y ser verdaderamente mayor, cuando se percata del hecho de quienes nos gobiernan, son más jóvenes. En este caso, la Santísima Trinidad la componen, además de la susodicha que leyó -esto es lo grave, que alguien lo escribiera y en su torpeza lo leyera-, una inquietante Rocío Monasterio -que hace honor a su apellido cada vez que abre la boca- que pregunta y un no menos alarmante Ignacio Aguado que confirma e insiste en el tema. Me refiero a la ignominiosa referencia que la presidenta de la Comunidad de Madrid hizo entre la Ley de Memoria Histórica, la exhumación de Franco y la advertencia de que lo siguiente sería la quema de iglesias "como en el 36" y encima "de barrio".

Ninguno de ellos ha conocido los hechos de los que hacen bandera; la extremista de Vox nació un año antes de que muriera el dictador; los otros dos no conocieron una historia que esgrimen como si fuera algo personal. ¿De dónde les viene tanto odio? Pertenecen todos ellos a una generación que, por primera vez en este país, no conoció el miedo. Yo, que peino alguna cana más, apenas me acuerdo que la muerte del ínclito me llenó de inmensa alegría porque nos dieron una semana de vacaciones en el colegio. Al día siguiente, con mi madre, nos fuimos a comprar comida a una de las pocas tiendas que abrieron; el tendero me dijo algo así como "qué bien sin cole" y yo le respondí diciendo que "a ver si ahora se muere el Rey y nos dan otra semana". La colleja de mi ama todavía me duele.

Me resulta complicado entender cómo esa generación habla de rojos, fachas, de símbolos que es mejor ponerlos bajo mil lápidas, de enfrentamientos, sangre, cal viva, terrorismo, quema de templos, persecución del clero, el oro de Moscú, Lenin, Stalin, Hitler, Mussolini y el coño de la Bernarda. Cada día estoy más convencido que la Ley de Memoria Histórica es mas que necesaria. Imprescindible.

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