Un escándalo apenas dura unas horas en titulares, pasa a segundo plano con el escándalo del día siguiente, y del otro y del otro. La clase política hace años que sufre el desprestigio generalizado, se mira con ojos sospechosos a cualquiera que confiese que se dedica a ese oficio. Sin embargo, siendo cierto que son numerosos los casos de conducta no ejemplar entre figuras políticas, aunque no se puede generalizar, lo preocupante, lo triste, es que esta España nuestra parece echada a perder, y los casos de corrupción se dan con una frecuencia alarmante en la mayoría de los sectores sociales. La política, empresa, sindicatos, deporte … la cultura menos, porque el dinero no corre a raudales como gustaría a los que tratan de ganarse la vida en ese campo, pero estamos rodeados de indeseables que se hacen de oro en un país en el que la precariedad está a la orden del día; mientras unos no llegan a fin de mes ejerciendo una profesión honorable, otros se forran y además disfrutan de una popularidad que hace aún más sangrantes sus andanzas.

Andamos a vueltas con el precio de las mascarillas en Madrid, un filón para los que quieren deshacerse de Almeida y Ayuso, y apenas se pone el acento en que Ada Colau las compró durante la pandemia a un precio muy superior al que se compraron en Madrid, que además fue tan sospechosamente alto que los comisionistas se vieron obligados a devolver casi todo el dinero cobrado, so pena de que el Ayuntamiento les pusiera una querella.

Llega el turno del fútbol. Medio mundo alucina en colores desde hace tiempo por la elección de sedes para campeonatos internacionales en lugares donde es imposible jugar sin ahogarse de calor, lo que impide el buen juego y pone en riesgo la salud de los jugadores. Ahora se comprende todo: la elección de sedes está directamente relacionada con el cobro de comisiones por parte del presidente de la Federación y uno de los jugadores más emblemáticos del Barça.

Y a todo esto, millones de españoles crujidos por los impuestos, la inflación, la perplejidad porque no llegan las subvenciones que prometidas y la sensación de que hay dinero, porque algunos lo manejan a manos llenas, pero la mayoría de los mortales no se puede dar un homenaje una tarde de domingo tras una semana de preocupaciones. El fútbol era una buena alternativa para aliviar las penas, pero hasta el fútbol está contaminado por personajes que viven en la abundancia pero se convierten en comisionistas que no ponen límite a su codicia.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios