
Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Vida bendecida
La ciudad y los días
París ya no puede ser una fiesta”, editorializa Le Figaro tras los graves incidentes del sábado –dos muertos, un policía en coma, 200 heridos, más de 500 detenciones, saqueo de comercios– que el domingo se repitieron de forma más atenuada. Hace 30 años el director Mathieu Kassovitz puso nombre a las explosiones de violencia en los suburbios parisinos: La haine (“El odio”). Se basaba en el caso real de las revueltas producidas en abril de 1993, cuando Makome M’Bowole, un chico de 17 años, murió de un disparo en la cabeza mientras estaba esposado en una comisaría.
Es evidente que existe una relación de causa y efecto entre marginación y explosión de la violencia. Lo comprendieron, los primeros, los ingleses, horrorizados por la revolución francesa; y tras ellos los franceses con las políticas de Jules Grévy y Jules Ferry en los inicios de la Tercera República tras la sacudida de la Comuna o los alemanes con las políticas de bienestar de Bismarck: sólo la mejora de las condiciones de vida puede evitar los estallidos revolucionarios. Lo expresó nuestra Concepción Arenal en 1861: “El filósofo ve en la caridad un elemento de bienestar, el político un elemento de orden”.
Pero también es evidente que marginación y exclusión no explican el crecimiento de la violencia urbana en Francia y otras naciones europeas. Las imágenes de barricadas, incendios y saqueos en París se parecen demasiado a las de Barcelona en octubre de 2019, las del Reino Unido en agosto de 2011 y 2014 o las de Francia en junio de 2023. En el caso parisino el pretexto ha sido la celebración de la victoria del PSG, en el de Barcelona fue la sentencia del 1-O, en los del Reino Unido la muerte del afro británico Mark Duggan por disparos policiales y el asesinato de tres niñas por un joven de origen ruandés y en el francés la muerte del adolescente Nahel Merzouk por disparos de la policía.
La misma furia expresada de idéntica manera con causas o pretextos muy distintos. “Nada puede justificar lo que ha pasado. Perseguiremos, castigaremos, seremos implacables”, ha dicho Macron. Quizás sea demasiado tarde. Quizás no baste –aunque sea necesario– perseguir y castigar. Quizás –no: seguro– a la ira acumulada en los guetos urbanos franceses se han sumado otros factores. Crece el odio, se desborda la furia.
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