Mentiras pandilleras

Gafas de cerca

01 de julio 2025 - 03:06

Sostiene un amigo que los grupos de amigos permanecen cohesionados a lo largo del tiempo si es que respetan un principio: que debe ser no sólo normal, sino perfectamente habitual, que cada miembro de la pandilla repita una serie de historietas cada vez que estime conveniente, las mismas y sin que nadie lo censure –o no demasiado– por que sea un pelmazo y porque eso ya lo ha contado mil veces: aquella noche histórica en la que, durmiendo la mona en aquella playa, fueron, por error, encañonados por la Guardia Civil; las heroicidades de parientes con los que nadie podrá acudir a contrastar nada, porque ya crían malvas, como un abuelo; aquel partido en el que metió un gol de córner a no sé qué equipo en la liga de cadetes. Con las mentiras y grandezas de andar por casa sucede que uno acaba creyéndose sus trolas de tanto usarlas, como aquel amor de Rocío Jurado, pero en positivo: no se acaba la leyenda de bolsillo de tanto referirla, sino que crece, se mitifica a tope, se perfecciona y se profiere con una fe que se llama mitomanía, el vicio natural e inofensivo de creerse las propias mentiras. El que esté libre de pecado que pague la siguiente ronda.

No siempre son los mismos recuerdos y peripecias, sino un bloque de asuntos que va variando poco y lentamente a lo largo del tiempo. Sin embargo y por contra, sostiene este amigo que los grupos que hablan de política o fútbol sólo se mantendrán unidos en las tertulias si hablan de esos universales esos inflamables asuntos profesando todos una misma fe, que no es la del amor a un partido ni a unos colores, sino al odio al de los contrarios. Y no cualquier odio, sino uno cerval, que es el que cursa con vena en el cuello tan tensa como las cuerdas de una guindola y perdigonadas bucales, y un viaje de insultos. Por no hablar de que la mitad de las soflamas no resisten media auditoría periodística. El odio une mucho. Pero es mucho peor para el píloro y las hernias que reírse.

Lo que no sabíamos es que, diría yo que de la mano de la hiperinformación sin traza, la mentira no se paga hoy en política, sino al contrario. Quizá nada nuevo, sólo que multiplicado por el infinito digital. La política del Dori. Un mundo olvidadizo: donde dijiste blanco con gran solemnidad, podrás decir negro con el doble de ella. Y no pasa nada. Ni pagas rondas ni leches.

stats