La verdad es que cada vez me cuesta más como estamos llevando -influida por las actitudes políticas y la cada vez más laxa "ética de la responsabilidad" mediática definida por Max Weber- una deriva en las relaciones que va camino de la confrontación directa por la vía de la generación de odio rotundo a quien piense diferente. Una posición explotada y rentabilizada por los dirigentes de sistemas totalitarios y que, de forma casi inexplicable, tras la caída del "muro comunista", pretende instalarse en el poder del sistema que acabó con él y que no fue otro que el democrático.

Parece como si el pensamiento y las ideas fuesen no solo unidireccionales sino patrimonio de un único sector social. Este no es otro que aquel en el que se han instalado las sensibilidades de ¿progreso? -¿desde cuándo la teoría marxista-leninista fue progreso y no represión?- para ahora tener que aceptar que solo los instalados en ese modo de pensar tienen derecho a expresarse o manifestarse libremente y cualquier no ya contestación sino intento de inclusión es rechazado, bloqueado… y aún más, acusado de provocación ante la indiferencia, cuando no apoyo de instancias gubernamentales.

Podrían ser ejemplos de lo dicho el acoso, por ejemplo, al nuevo alcalde, democrático, por cierto, de Pamplona en la procesión de San Fermín o al Parlamento de Andalucía en el día de su Constitución, también, democrática. Qué quiero decir, pues que no hay una sola vía lógica propiedad exclusiva de nadie salvo que prime el autoritarismo, una supuesta superioridad moral que no puede presumir, precisamente, de legitimidad de origen democrático ni, desde luego, exenta de errores históricos por los cuales no conozco dirigente alguno que haya pedido perdón, como han hecho reiteradamente otros colectivos.

La realidad debería ser, a mi entender, de más sosiego, de debate argumentado y racional de las ideas, de construcción para beneficio general y no ofensivo con el deterioro convivencial subsiguiente… salvo que la pretensión sea objetivamente esa, la ruptura del sistema.

Altísima responsabilidad de los políticos y gobernantes. Preservar y fomentar la libertad, la justicia, la igualdad, el respeto… en definitiva, la democracia, que no tiene más camino que el de la tolerancia, que no es sinónimo de silencio ante el intolerante y hoy, me apoyo en Karl Popper en un intento de concordia general, pero reñido con la ingenuidad y los complejos y que formulaba de forma paradójica: "Cuando se es ilimitadamente tolerantes se acaba destruido por el intolerante".

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