La insoportable losa del PP

Las elecciones del domingo en Cataluña guardan una carga de profundidad de consecuencias imprevisibles para el PP

El domingo habrá elecciones en Cataluña, y los sondeos hablan de un tripe empate entre el PSC, ERC y Junts, lo que abre un cierto margen de posibilidades para determinar finalmente al vencedor, que reducirá la solución final a dos posibilidades, a cual peor: una reedición de la coalición independentista que ha venido mal gobernando desde las elecciones de 2017 derivadas del 155; o un nuevo ensayo del tripartito de triste recuerdo, escenario por el que suspiran en la Moncloa y que en cierta manera apostilla la hoja de ruta marcada por el tándem Sánchez/Redondo.

Pero si el vencedor no está nada claro, el perdedor viene ya con el nombre puesto: el Partido Popular. Estas elecciones de previsible baja participación y un entusiasmo más que discreto guardan sin embargo en la retranca una carga de profundidad de consecuencias imprevisibles para el Partido y, de paso, el liderazgo de Pablo Casado. A su sempiterna irrelevancia en la comunidad se le une la amenaza cierta del sorpasso de Vox, fuerza hasta ahora residual pero crecida entre los errores de unos y las impresentables agresiones de otros.

Esta falta de pulso del partido en Cataluña podría entenderse como una cuestión secundaria sino fuese porque coincide en el tiempo con un nuevo capítulo de esa serie interminable que es la corrupción en el PP, una losa que se llevó por delante a Rajoy amenaza con hacerlo también a los que han venido detrás. Las próximas sesiones del juicio por los enjuagues de la Kitchen, convenientemente aderezadas, supone una carga demasiado pesada incluso para gente que a priori no tiene responsabilidad alguna en una financiación gestionada durante demasiados años con una una generalizada falta de ética difícil de comprender.

En septiembre, Casado sorprendió a todos desmarcándose de las posiciones más conservadoras para reorientar su estrategia a la ocupación de ese gran espacio de centro que han ido dejando entre el declive de Ciudadanos y las malas compañías del PSOE. Un giro interesante, que podría tener cierta continuidad con un discreto acercamiento al nacionalismo más pactista que vuelve la cara cuando ve a Junqueras abrazándose con Otegui. Sólo un partido fuerte de centro derecha que sea capaz de abrir cauces de colaboración con otras fuerzas puede acabar con las pesadillas de Frankenstein. ¿Será Casado su líder? El domingo, el primer capítulo.

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