La igualdad de los españoles

¡Hablemos de igualdad en todos los sentidos, despleguemos el concepto, hagámoslo nuestro, profundicemos en él sin temores ni cortapisas! Los anuncios navideños El nido está vacío

Línea férrea Huelva-Zafra.

Línea férrea Huelva-Zafra. / Josué Correa (Huelva)

Está muy bien que en estos días vuelva a hablarse de la igualdad de los españoles. Venía haciendo mucha falta, porque anda bastante maltrecha. Y, ahora que ya parece que preocupa a todos, deberíamos ser valientes como sociedad y abrir el debate en toda su extensión y profundidad. Podríamos empezar por cosas básicas, como hablar de la igualdad de todos los españoles y españolas y ponernos de acuerdo en unir fuerzas de verdad para alcanzarla: por ejemplo, luchando juntos para que a las mujeres no nos maten más que a los hombres por el mero hecho de ser mujeres. Con un empujoncito más, lo mismo conseguimos también una sociedad en la que el odio y la violencia no se alienten y seamos todos iguales a la hora de disfrutar de una convivencia sana y pacífica.

Desde luego habrá que velar también por la igualdad fiscal de los territorios que ahora anda en litigio. España reconoce desde 1839 la singularidad fiscal de los vascos y navarros. Lo sellaron así Espartero y Maroto con su abrazo después de la primera guerra carlista porque las ultraderechas de entonces lo exigieron y, con brevísimas interrupciones, nunca se ha puesto en cuestión. Digamos que esto es ya “una tradición”, pero no me queda claro si ahora algunos políticos motivados con esto de la igualdad quieren abrir en canal la constitución de 1978 y plantearse su supresión. No lo veo mal, aunque tengo para mí que perdiendo el voto de vascos y navarros más de uno se estaría dando un tiro en el pie y que los independentistas brotarían como setas en el solar patrio. Puestos a hablar de igualdad en el régimen fiscal, sería muy útil comenzar con el cuadernillo de las primeras letras: que todos los españoles paguen impuestos y no se consientan ni el fraude ni las exenciones ni las amnistías fiscales ni la ingeniería contable que sustraen al bien común los impuestos de los más listillos.

Bueno es que trabajemos esto de la igualdad entre los territorios y, por eso mismo, bajando a la escala provincial, yo también me pido, desde Huelva, tener las mismas infraestructuras sanitarias y de comunicación que el resto de las provincias andaluzas o las mismas que Madrid o Valladolid, que no entiendo bien, si ya somos iguales, que yo tarde dos horas en recorrer 100 kms., mientras otra gente tarda media. No solo quiero ser igual que los catalanes, sino también igual que los sevillanos, los valencianos y los de La Coruña.

Me gusta mucho la igualdad ante la ley que nos civiliza, pero también me gusta mucho la igualdad real que es la que verdaderamente hace justicia: esa que permite a cualquier persona tener un salario digno, poder estudiar una carrera aunque no tenga dinero o curarse de un cáncer sin tener que aguantar listas de espera o pagarse un seguro privado.

¡Valor, pueblo español! ¡Hablemos de igualdad en todos los sentidos, despleguemos el concepto, hagámoslo nuestro, profundicemos en él sin temores ni cortapisas! No habría nada más bonito que alcanzar la igualdad real de todas las personas.

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