
Gafas de cerca
Tacho Rufino
Planazo en Castel Gandolfo
Erasmus Darwin II. Así se llamaba el hermano mayor de otro Darwin, Charles, que seguramente les sonará más porque fue el tipo que desarrolló la teoría de la evolución de las especies y la selección natural. Pues resulta, lo leí el otro día de casualidad, que este último, el famoso, no era el más listo de la casa, sino que el honor le correspondía a Erasmus, que, por lo visto, nunca quiso destacar en nada ni dedicarse a esto del famoseo intelectual. De hecho, no dejó prácticamente ninguna huella de su existencia, más allá de lo que contara de él su hermano el chico. No escribió ningún libro ni firmó ningún artículo científico, a pesar de que a menudo ayudó a Charles en la elaboración de sus teorías científicas, que hoy son la base de la biología. No le dio la gana.
Aquí en Huelva no somos muy diferentes al hermano de Darwin. Lo de no hacer ruido ni dejar huella nos viene casi de serie y, a pesar de que tenemos, como tuvo el amigo Erasmus, el contexto, el talento y los medios necesarios, por algún motivo que no alcanzo a entender preferimos quedarnos siempre mirando, en lugar de asumir y reclamar el lugar que nos corresponde. El problema es que esta ausencia absoluta de ambición nos ha costado ya demasiadas oportunidades. Dejamos pasar el AVE en el 92, nos conformamos con un puente de playmobil en el Odiel, permitimos que la sede de la Estación Biológica de Doñana se fuera a Sevilla, y así un millón de cosas más con las que podría seguir así hasta mañana, pero mañana ya será tarde y supongo que tendrán ustedes otras cosas que hacer que perder el tiempo recordando el pasado.
Hablemos, pues, de futuro. La semana pasada la Asociación de Amigos del Museo inició una campaña de recogida de firmas para pedir a la Consejería de Cultura de la Junta que retomara la idea de ubicar el futuro museo arqueológico de Huelva en el edificio del Banco de España, por razones evidentes. En su día, Cultura cambió de opinión porque los técnicos -espero que no fueran los mismos del metacrilato del súper- decían que no iba a caber todo y no sé qué historia más, pero no puedo dejar de preguntarme si de verdad es así o es que el proyecto necesario para que cupiera era tan ambicioso que ni siquiera se lo planteron como posibilidad. Si no es esta, como la del puerto tartésico del edificio de Hacienda, otra oportunidad perdida por culpa de ese poquito espíritu que caracteriza a la mayoría de nuestros representantes públicos, que siguen empeñados en vivir acomplejados. Escondidos, como el hermano de Darwin, esperando a que sea otra generación la que complete el necesario salto evolutivo. Acojonados, en este miedo terrible que tenemos en Huelva a ser protagonistas de nuestro propio futuro.
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