Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Ya lo has hecho, Arnaldo. Ahora vete

A Otegi le ha sobrado este siglo para resultar medianamente creíble; la izquierda 'abertzale' hace tiempo que no le necesita

Posiblemente nuestra educación torcidamente católica (lo digo porque criticar al único papa que ha esgrimido los principios fundamentales de la fe cristiana desde Juan XXIII tiene para dos novelas y cuatro ensayos), nos lleve a exigir una especie de acto de contrición como fundamento de un perdón divino al que se subordina incluso el Estado de Derecho. Así, se exige esa petición, el arrepentimiento y de aquí a poco tres padrenuestros con los brazos en cruz, como mecanismo imprescindible para proceder a otorgar ese plácet jurídico. Eso sí, poco después de someterse a esta estación de penitencia, se califica como "insuficiente", "poco creíble" o cualquier otro calificativo que lo desacredite de inmediato. La verdad es que no sé ni yo dónde quiero llegar. Ah, sí. Otegi ha hecho esta semana lo que los dos máximos responsables políticos del fin de ETA -Zapatero y Egiguren- le habían solicitado hace años y la sociedad vasca hace décadas. No le voy a dar las gracias por ello, porque sin duda que de haberlo hecho hace tiempo nos hubiera ahorrado un buen número de asesinatos y el horror que vivimos en Euskadi y en España hubiera durado bastante menos. El caso es que lo ha hecho y eso es bueno. Sin ningún calificativo más.

Siempre he sostenido que en mi tierra no deseamos pasar página, sino que queremos empezar a leer un nuevo libro, otra historia que no pese tanto, que no deje heridas y que no haya que agachar la cabeza después del primer capítulo. Se lo dice alguien que con diez años salió corriendo de una tienda de chuches cuando el tendero le preguntó si dormía con una pistola debajo de la almohada; alguien que cuando cubría la manifestación por el asesinato de Miguel Ángel Blanco, aguantó un "¿pero qué habéis hecho?" que nunca he olvidado; alguien que soportó el pasito para atrás cuando decías que eras de Bilbao; alguien que respondió una tras otra la pregunta ¿eres vasco pero de los buenos, no?; alguien, en fin, que convivió con el horror más absoluto y todavía hoy no entiende nada acerca de sus razones.

Lo escribí en este hueco -o en otro parecido- hace algún tiempo. Su error más garrafal fue sostener que la lucha armada era inevitable en determinadas generaciones en Euskadi. Somos casi de la misma quinta, pero nos diferencia algo: que yo no la apoyé. Crecí en un ambiente profundamente antifranquista, convencido de que aquel país no era el mejor posible y que lloró durante horas hace diez años cuando se anunció lo que, al menos para mí, es una celebración. No soy nadie para perdonarte; ni tan siquiera para condenarte o absolverte. Sí para decirte que tu tiempo pasó; que la izquierda abertzale para ser creíble no necesita recordar lo que fuiste y para pedirte que lo siguiente que digas, es que lo dejas. Por eso sí te daría las gracias, mira.

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