Este no es un partido cualquiera porque cubre unas expectativas por encima de la realidad en el último rincón desahuciado del fútbol. Y sorprendente por insólito: El Nuevo Colombino vivirá una tarde digna de pasar a la historia porque no hay indicios precedentes que un choque de Tercera División reúna a más de 21.000 espectadores, que seguro será valorado como un logro en el registro apreciable de los récords Guinness. También es excepcional que en la cuarta categoría un club supere los 10.000 abonados. Esta es la imagen de una de las insignias del fútbol español.

Bienaventurado Decano que tienes el tesoro del aire fresco de una afición que engancha, que desborda pasión, que se renueva con brotes de ilusión de una juventud que debe mirarse en el espejo de la majestad y pureza de la herencia de aquellas generaciones anteriores que prestaron lealtades y algunas hasta arruinaron su patrimonio en la defensa de la marca más emblemática nacional. La fuerza de este pimpollo que empieza a desarrollarse atrae a aficionados curiosos, otros se inician en el bautismo de querer estar y la mayoría defiende su estatus de muchos trienios y quinquenios de antigüedad clásica. Y que los que llegan al glamour, luego se queden por recreativismo. 

El miedo escénico no sabemos si alimentará un exceso de motivación y nerviosismo, o bien, un extra de jindama en decisiones sobre el campo. El Recreativo tiene un reto tras 14 partidos invicto, ni siquiera debe especular con la garantía del resultado inicial. El Cacereño es un rival cualificado y forzado a ser atrevido, sólo le vale ganar para su mayor hito en los últimos 70 años, después de su único ascenso a Segunda División (1953). Un salto a la Primera RFEF (Segunda B) del Decano sin ser un brindis de gloria significa un avance hacia la recuperación de una parte de la reputación perdida. Cielo saboreando placer o seguir en el infierno con el sentimiento grande de tristeza