Visiones desde el Sur

Más ética y menos cinegética

Ahora vienen unos chicos nostálgicos que quieren cambiar el estado actual de las cosas

Pongamos que nací en una dictadura, vale. Que vine al mundo en un país gris tirando a negro, como pude descubrir cuando tuve oportunidad de viajar, y de leer, y de aprender, y de conocer otras realidades… Pongamos que me trajeron al mundo en un lugar mal alumbrado, de calles por empedrar, con pocas aceras o ausente de ellas, de pozos en las viviendas por falta de suministro, donde las mujeres aún engendraban en casa ayudadas por parteras; poco o nada escolarizados sus moradores, con una altísima tasa de analfabetismo, con señoras vestidas -toda su vida- de negro luto si alguien había fallecido en la familia; un país de pueblos sin bibliotecas públicas y cuyos pocos libros habían sido corregidos por manos censoras. Pueblos en los que antes de entrar en el colegio, que no era obligatorio, los maestros formaban a los alumnos en el patio y les obligaban a cantar diariamente el Cara al sol, y, en cada aula, un crucifijo de grandes dimensiones y una fotografía de un militar al que había que llamar generalísimo, presidía el proscenio; con centros de ocio para los jóvenes controlados por falangistas de mentes obtusas (Frente de Juventudes); pueblos cuyos habitantes se movían con el sigilo de las sombras, atemorizados por lo que desde las ventanas pudiera observarse, ventanas en las que tras las persianas se intuían ojos delatores, de mentes encogidas por la ignorancia o la represión de un régimen que tenía cientos de miles de oídos dispuestos a denunciar a quien fuere, de personas con los sentidos abotargados y las pulsiones siempre ocultas, de curas que controlaban el cumplimiento de los preceptos cristianos y de paso los que emanaban de las reglas de buena conducta: una concepción simplista y egoísta de la urbanidad; pongamos que hablo de los años 60, cuando aún el patriarca era quien representaba a la familia en su totalidad, como grupo identitario; un país en el que no había elecciones, ni partidos políticos, ni sindicatos, ni asociaciones excepto aquellas que enaltecían a los que dieron un golpe de Estado; un país gris tirando a negro decía en donde la individualidad y el pensamiento libre eran perseguidos… Pongamos que nací en España, vale.

Bien, pues ahora vienen unos chicos nostálgicos, que utilizando los recursos que les otorga la democracia, quieren cambiar el estado actual de las cosas y devolvernos al pretérito. ¡Más ética y menos cinegética en las aulas, por favor!

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