Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Le dije que no a Javier Sardá

A la productora le dije que no iba a hablar del asesinato de una niña antes de que Boris se bajara los pantalones

Fue uno de los crímenes que tardaré en olvidar si es que alguna vez lo hago. Una niña de siete años de edad fue asesinada por sus tíos por pura envidia y celos del tratamiento que toda la familia le dispensaba a ese ángel y que no lo hacían con su propia descendencia. Un par de días después -y me perdonará la violación de la confidencialidad ya que han pasado los años suficientes- recibí una llamada al teléfono. Era un hombre que me achacaba la expresión "el informe de autopsia" que había escrito. "¿Y usted quién coño es?", le pregunté con mi nunca suficientemente alabada diplomacia. "Pues el forense que la ha hecho". Recogí el teléfono de encima de la mesa donde se me había caído y comencé una relación profesional y hasta de amistad. Quedaba con él a diario y en las semanas que escribimos sobre el crimen de Montse, la información iba de mi libreta a las páginas del periódico.

Varios días después, recibí una llamada de alguien que decía que trabajaba en Crónicas Marcianas. Para los de la Lomce, decirles que no hay nada parecido en la televisión de hoy; ni los Sálvames, OT, Grandes Hermanos y demás, llegan a lo que entonces era aquello. Le dije que no tenía tiempo. Al poco me llamó la "secretaria de producción del programa". Volvía a intentarlo. Me dijo que me pagaban el viaje y el hotel ("joder, sólo faltaba", pensé). La susodicha hablaba como una Thompson en el Chicago de Mamet. Según me explicó, tenía que ir antes de la emisión del programa porque -descubrí con estupor- parte del mismo se grababa antes de su emisión. Al final le dije: "mira, respeto tu trabajo, pero no voy a ir a hablar del asesinato de una niña y un minuto después un tío -Boris Izaguirre- se va a subir a la mesa y se va a bajar los pantalones; sencillamente no puedo". Al final, llamaron a otro compañero que, simplemente, pasaba por allí cuando sucedieron los hechos, con lo que al final lo único que querían es eso, alguien que vivía en la misma ciudad.

Muchos años después, todos hemos cambiado; Javier Sardá y yo mismo y probablemente hoy sí hablaría con él. Pero me alegro de haberme negado en su momento. No soporto el espectáculo que se hace con este tipo de asuntos. En mi trabajo, no vale todo. Desde aquí, les prometo que sólo tendrán información, los datos que les permiten a ustedes formar su propia opinión. Nada más y nada menos. Y también les prometo que seguiremos un año más haciéndolo. Feliz año.

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