Juanma G. Anes
Tú, yo, Caín y Abel
Cuando la transparencia brilla por su ausencia y el relato se impone a la evidencia de los hechos porque el objetivo es la permanencia en el Poder por encima de todo, nos encontramos con situaciones y argumentarios que no solo están al límite de las esencias democráticas cuando no superadas sino que entran en debates desviados sobre los fundamentos de las decisiones a debatir y valorando lo accesorio como lo importante y muy por encima de lo principal. Quienes así actúan no sólo faltan el respeto de los ciudadanos sino que utilizan el uso de discursos y estrategias de manual extraídos de modelos totalitarios sustentados por la radicalización generadora de una polarización que quiere crispación y confrontación social.
Esas formas de actuación fabricadas en las “fontanerías” ideológicas, al servicio del “poderoso”, utilizan la señalización de un “enemigo”, un ajustado porcentaje de “victimismo” en el Poder y el manejo permanente de eufemismos, dialéctica ambivalente y vocabulario que permita diferentes sesgos en su utilización.
Si a ello, añadimos un perfil de actuaciones huérfanas de ética donde, por tanto, la moral es secundaria nos encontramos con la circunstancia de comprobar ccmo normalidad democrática la ruptura de la separación de Poderes y, en consecuencia, la colonización institucional con lo que los controles y contrapesos de la vida democrática se minimizan, si es que no desaparecen.
Es por ello, que resulta vergonzante escuchar discursos perfectamente elaborados en lo literario desde la perspectiva populista, pero con más adornos que posibilidades de ejecución. Así, se puede decir sin sonrojo lo que se quiera. Desde simular una subida de impuestos que sarcásticamente, apoyan los líderes sindicalistas que supongo usuarios de autobuses públicos y no Lamborghinis pero si excelsos catadores de excelencias marisqueras.
Y mientras la Oposición se marca un gol en propia puerta -CGPJ, ya hablaremos de ello- nos encontramos con un duelo de incoherencia argumental: Montero vs Rajoy.
Este, decía en su total ausencia de equilibrio dialéctico: “... es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde…” galimatías lingüístico indescifrable. Resulta que años después para no explicar, ni contenidos ni repercusiones del: “concierto, cupo, pacto, acuerdo…” con ERC y que otro socio suyo califica como “calimocho” fiscal, nos regala una sublime pieza oratoria para no revelar contenidos: “... lo que dice el acuerdo es lo que dice el acuerdo, no lo que cada uno creamos que dice el acuerdo. Y lo que no dice el acuerdo, no lo dice”.
Antológica y “singular” manera de no responder a la pregunta: ¿Qué contenido tiene el acuerdo?
También te puede interesar
Juanma G. Anes
Tú, yo, Caín y Abel
Cambio de sentido
Carmen Camacho
Se buscan vencedores
El pinsapar
Enrique Montiel
Puntos luminosos
Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Náufragos
Lo último