¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La nueva España flemática
Tengo a Juan Villa y a Bernardo Romero entre los mejores escritores de Huelva. Encontrarlos juntos en un nuevo libro es de lo más gratificante. Y lo es más como autores de un texto tan sugestivo como “Cuentos de la Fuente Vieja”, que nos llevan a ese sencillo pero mágico lugar, milenario venero inagotable de agua, vital para los onubenses de la noche de los tiempos y los de hoy. Aciertan, además, ennobleciendo tan interesante texto con el mejor experto en la investigación arqueológica, el catedrático de Historia Antigua, Juan Campos, y con el prestigioso pintor Juan Manuel Seisdedos en las ilustraciones, que complementan con las suyas los propios autores, diestros en el dibujo y la pintura.
En su brillante introducción el profesor Juan Campos destaca la importancia del acueducto y la fuente, signos significativos de “Huelva, como uno de los yacimientos arqueológicos más importantes, no solo de la Península Ibérica, sino de todo el Mediterráneo occidental”. Abunda en la trascendencia patrimonial del acueducto romano: - símbolo de la Onuba Aestuaria, - “la magna obra de ingeniería” decisiva para su devenir histórico, afirmando; “En definitiva,un lugar muy dado a la imaginación, escenario de novelas, poesías, leyendas y por supuesto de cuentos”...
Y en ello se aplican Juan Manuel Seisdedos con sus dibujos, propios de su personalidad artística, y Juan Villa y Bernardo Romero, con sus personales ilustraciones, Éste con su habitual narrativa – directa, incisiva, sarcástica a ratos -, que a mi tanto me recuerda a Willian Saroyan, sobre todo en los relatos cortos y su capacidad de síntesis abiertamente expresiva, conjugado fluidamente la apasionante narración de unos cuentos que enmarcan la vieja fuente como marco mágico del suceso, lo cotidiano, el costumbrismo y el argumento apasionante de sus breves tramas.
Por su parte Juan Villa, demiurgo de la prosa y su rico bagaje de recursos literarios desgrana el grato discurrir de lo humano y lo histórico, enmarcando el espacio – “de cárcavas y barrancos modelados por el agua y el abandono” – y el tiempo en distintos momentos estelares del místico destino de una ciudad milenaria, cuyos arcanos pueden ser tan austeros y tan prodigiosos como la Fuente Vieja.
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