Son demasiados los cambios legislativos conocidos en educación, como para que alguien se sorprenda por el último; hasta se echaban de menos. Y ha llegado el cambio coincidiendo (¿casualmente?) con el final del curso. Esta vez les toca a los horarios y, para mal o para bien, no ha sido iniciativa del Gobierno andaluz. Después del pinchazo del nuevo consejero de Educación y Deporte que intentó, con la mejor de las intenciones y la peor de las previsiones, aprovechar el verano para reforzar el aprendizaje del alumnado, ahora nos llegan las resoluciones del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) y del Tribunal Supremo, con los cambios horarios. Y como en este país todo el mundo sabe de educación casi tanto como de fútbol, pues ya tenemos argumentos de todo tipo acerca de los incrementos horarios que tendrán algunas asignaturas a partir del curso 2019-20.

Conviene analizar no solo las evidencias, sino también las experiencias. Es evidente que las 25 horas lectivas semanales (22,5 quitando los recreos) se reparten entre todas las materias; por tanto, si una asignatura crece, otra debe disminuir. La experiencia nos dice que se refuerzan las materias instrumentales (Lengua y Matemáticas) y aquellas otras que el gobierno de turno estime convenientes. A cambio, salen siempre desfavorecidas las artísticas y físicas (a excepción de que haya un consejero fuertemente inclinado hacia el deporte). Por supuesto, tendencias repetidas mientras no se consiga el ansiado pacto educativo. Podría hacerse un alegato de lo que pierde un país si margina las Ciencias Naturales y las Sociales, precisamente ahora que la ciencia gana valor. Podría intuirse qué se desaprovecha si arrincona la educación musical o no fomenta el sentido artístico. Podría cuestionarse ese empeño de que en un país laico no solo aumenten las horas de Religión, sino que se den en horario lectivo… pero, de cualquier forma, el verdadero debate no reside en el cuánto o cuándo sino en el cómo.

Si la hipótesis de que a más horas más aprendizaje no está demostrada ¿No habría que buscar otra fórmula? ¿No convendría, por una vez, atender al cómo se enseña inglés o Matemáticas, antes que discutir cuánto tiempo hay que dedicarle a cada una? No, ni siquiera ese aumento de docentes, que tendrá lugar próximamente, puede garantizar más éxito si estos que se incorporen no están debidamente formados. Porque "revertir el fracaso escolar", señor consejero, no es tan simple como una cuestión de tiempo.

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